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Domingo, 8 de enero de 2012

De cómo el boxer reemplazó al slip

En la tradición de los diálogos filosóficos, el escritor suizo Markus Werner arma una novela donde dos desconocidos se cruzan para trazar una relación de maestro y discípulo, y pasar revista a la incomunicación y el matrimonio en la era tecnológica.

 Por Laura Galarza

Un hombre entra a un restaurante. Todas las mesas están ocupadas. Pero en una para cuatro personas hay sentado un hombre solo. El que entró le pide compartir la mesa y así los dos hombres comienzan a hablar. Y ya no paran. Claro que no van a hablar de bueyes perdidos. El dueño de la mesa (y de las palabras, de ahora en más) es Loos, profesor jubilado y viudo hace un año; el que llega es Clarin, un joven abogado especializado en divorcios. Desde esa noche y lo que dure el feriado de Pentecostés van a encontrarse a cenar para ahondar en los misterios de la vida. Arrancan por el matrimonio, un tema que les atañe: Loos amaba a su esposa, y el otro, adicto a las relaciones ocasionales, acaba de dejar a una mujer que lo marcó y además prepara un artículo sobre la ley de divorcio. “Después de seis años de matrimonio, las parejas alemanas hablan en promedio nueve minutos diarios y las estadounidenses, cuatro coma dos.” Son algunos de los datos que pone sobre la mesa el joven Clarin, quien se ubica en el lugar del que aún le falta camino por recorrer, una especie de alumno rebelde, aunque permeable a los argumentos del viejo profesor.

Antes de convertirse en un escritor premiado y traducido a varios idiomas, Markus Werner estudió filosofía y psicología. En la pendiente, su séptima novela, debe leerse como una obra enmarcada en la tradición dialógica, donde el texto está por sobre la acción y donde se sabe de las cavilaciones mentales de estos dos hombres más que de la manera en que sufren. Entre plato y plato, con el lago y las montañas del Tesino como marco, los personajes dialogan de manera inteligente y elaborada sobre cuestiones de diferente peso: la incomunicación en la era tecnológica, el control social y las políticas educativas, pasando por el miedo al fracaso, la pornografía, hasta cómo fue que el boxer reemplazó al slip. Abriéndose paso entre este duelo de ideas, surgen las respectivas historias de amor y son ésos los momentos en que los personajes se vuelven más tangibles: Loos cuenta cómo su esposa se deprimió después de que su mejor amiga muriera a unos metros de ella fulminada por un rayo a causa de llevar corpiño con aros de metal; o Clarin narra cómo su mejor amigo recién casado muere dejando una última foto en su cámara, la de una mujer desnuda. También cuando la escenografía se mueve del restaurante al camino de regreso a los respectivos lugares de hospedaje: una cuesta empinada, con neblina, lluvia y ellos sin paraguas.

En la pendiente. Markus Werner Manantial 176 páginas

Si bien el vínculo del discípulo con su maestro parece ir por los carriles del padre que nunca tuvo, la trama termina dando un vuelco y aparece la intriga y la desconfianza hacia el otro. Finalmente lo que le queda a Clarin de este hombre es cierta concepción del mundo visto con nuevos ojos. “Tenía la sensación de que me faltaba vivir con mayor intensidad mis sentimientos, que era insulso, chato; mi persona me incomodaba.”

Pero ya decía Borges que es más importante para un poeta parecer sabio que inteligente. Y En la pendiente las cosas quedan dichas, pero no alcanzan a respirarse. Las palabras están al servicio de interpelar más que de atravesar una experiencia. “¿Quién eres, qué aspecto tiene la profundidad de tu interior?”, pregunta Loos. Una novela para el lector que encuentra placer en la gimnasia intelectual, con personajes que tienen más cabeza que cuerpo. Que hablan y de vez en cuando, sólo lo necesario, van al baño.

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