Dom 04.03.2012
libros

La fiesta y los progres

En su quinta entrega, El río sin orillas plantea una amplia intervención sobre el tiempo y el espacio de un presente signado por el kirchnerismo.

› Por Fernando Bogado

¿Qué implica pensar el presente? De movida, urgencia, claro, como concepto derivado y sumado a una serie de otras ideas que hacen las veces de satélite, de mediaciones. Pensar el presente es, en sí mismo, inactual: una vez pensado, ese presente se evapora o diluye como cualquier fluido, como el agua. La última edición de El río sin orillas se sitúa en un marco específico, un dique, para decir “presente”: revisar el kirchnerismo en el último tercio del 2011, pasadas las elecciones de octubre, para revisar su particularidad, quizás, ahora sí, sus orillas. Pregunta absoluta del presente: ¿qué es el “kirchnerismo”? ¿Qué de “novedoso” ofrece dentro del panorama histórico argentino para que se lo distinga y se lo reconozca como original? Si bien cada artículo responde a esta pregunta a su manera y en diversos órdenes, existe una serie de nociones que se vuelven a repetir a lo largo de las páginas de la revista. Por ejemplo, la “democratización del goce” como estrategia política que propone la “fiesta” del gasto a corto plazo frente al temor propuesto por la finitud encarnada en la economía y su estrategia del ahorro: gran leit motiv keynesiano retomado tanto por Perón como por Kirchner, en el largo plazo estamos todos muertos, gastemos ahora que podemos.

Silvia Schwarzböck, en “La fiesta y el gasto”, presenta esta oposición entre política y economía entendiendo la novedad de su solución como parte, también, de una política pensada como planteo estético: cualquier movimiento político, al hacerse gobierno, puede ser equiparado con un “ismo” vanguardista.

Junto con una serie de conceptos encadenados, también cada artículo propone una nueva forma de entender la relación de este presente con la dictadura, o sea, de entender la historia nacional y la ilación temporal correspondiente: Omar Acha lo hace con su estudio genealógico del “progresismo” y Gabriel D’Iorio revisa esta construcción del tiempo insistiendo con la pregunta en torno del verdadero fin del funesto Proceso del ’76, fechándolo ya no con el regreso de la democracia sino en diciembre de 2001, o en la remoción del cuadro de Videla en 2004, o también en las recientes condenas de varios represores, ocurridas a finales del año pasado. Como declara Roberto Jacoby en la entrevista que le realizan en este mismo ejemplar, “hubo gente chupada todavía en el gobierno de Alfonsín”.

Con un primer número aparecido en el año 2007 y de periodicidad anual, El río sin orillas se propone hacer crítica cultural y política arribando a problemas académicos, pero sin caer en el léxico o el estilo un tanto cerrado de más de una publicación: cada uno de los textos presenta los problemas abordados con el aparato correspondiente de citas, pero muchas veces articulándolas en una escritura más cercana al diario íntimo o a la crónica antes que al paper (como se ve en los trabajos de Javier Trímboli, Sol Echeverría, Leticia Egea y Martín Ara). La ventaja es que tal tipo de redacción invita a una ubicación de los autores dentro de la trama de proposiciones a manera de inscripción autobiográfica: dicen “yo”. Bah, se hacen cargo de lo que afirman.

Entre las notables entrevistas a Daniel Santoro y a Horacio González, la sección de “Archivo” dedicada a Viñas, la noción de “presente kirchnerista”, con las complicaciones que cada término acarrea, es un esfuerzo por entrever un posible relato nacional por venir, un texto que reúna cada idea, cada fragmento en una totalidad que permita entender la complicada marea de acontecimientos.

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