Domingo, 25 de marzo de 2012 | Hoy
Un poemario de Liliana Lukin que cruza filosofía y poesía con un título que lo resume muy bien: La ética demostrada según el orden poético.
Por Sergio Kisielewsky
Desde su primer libro Abracadabra, en 1978, Liliana Lukin es una trabajadora incansable en el oficio poético. En este caso toma las llaves que abren hacia adentro las puertas de la casa del poema y comienza a escribir. El libro es como carne del deseo, una lámpara tenue en la pieza de los amantes y evoca sin proponérselo el poema del cubano Fayad Jamis, El ahorcado del café Bonaparte, donde el parroquiano decide irse de este mundo que ya no reconoce como suyo, como si el alba se hubiese tragado las mejores imágenes. Aquí, en cambio, la ahorcada es la razón. Donde no está el jardín se teme por los sueños, se teme porque sí, sin motivo alguno (“como quien pone los platos / que faltaban / en una mesa interminable / y no tiene platos / ni pan, / sólo puertas”). Entonces el libro da un giro sobre sí mismo y comienza a ser el poema de un desterrado, de un extranjero, de alguien que no tiene donde dormir (“nadie me recibe y quienes ven, / miran abajo, donde algo parece brillar”).
El extraviado sueña con árboles en futuras casas y con un poema que está por caerse de la cama; él mismo caerá del mundo reconocible. A veces el efecto poético disminuye con el trazo filosófico y se amortigua la sensación de misterio. Lo inútil de los sueños entonces es que no se pueden evitar como los textos hechos a la intemperie (“sueño con ser algo para alguien”), revelando que escribir es callar o bien decirlo todo. Esta expresión de despojo es lo que fortalece el extenso poema con la gente que labra en la saliva de lo real o se desnuda en un tapiz donde está la figura de una mujer. Toda La ética... está atravesada por textos de Spinoza, su elogio de la voluntad o como bien señala Horacio González en la contratapa del libro “reinventa un Spinoza que es un perseguido que sueña”.
Liliana Lukin publicó también Malasartes, 1981; Descomposición, 1986; Cortar por lo sano, 1987; Carne de tesoro, 1990; Cartas, 1992; Las preguntas, 1998, entre otros libros. Jugada siempre a lo largo de su obra por el erotismo, la apuesta al amor es contundente en la disposición gráfica del libro. Imágenes de Goya oscuramente diáfano en su trazo se combinan con siluetas de Gustavo Schwartz y la impresión del original del texto De la excomunión de Spinoza, sus pensamientos nos abre la puerta a un filósofo exquisito. La poesía se cruza aquí como un rayo, la tormenta se despliega con su mezcla de diluvio y abrigo para los amantes, cuando el agua arrecia sobre los techos un hombre y una mujer suelen convertirse en una sola figura asolada por el mar que siempre recomienza tan íntimo como inalcanzable en sus misterios.
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