Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
En su nueva novela, la narradora chilena emprende un viaje esencial a la ceguera: la necesidad de volver a aprenderlo todo y seguir adelante.
Por Sebastian Basualdo
Lo visible no existe en ninguna parte. No sabemos de ningún reino de lo visible que mantenga por sí mismo el dominio de su soberanía. Tal vez la realidad, tantas veces confundida con lo visible, exista de forma autónoma, aunque éste ha sido siempre un tema muy controvertido. Lo visible no es más que el conjunto de imágenes que el ojo crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida. Y una vez atrapada, tal vez no pueda renunciar jamás a esa forma de existencia que adquiere en la conciencia de aquel que ha reparado en ella, escribió John Berger; y esto cobra dimensión literaria por medio de Sangre en el ojo, la última novela de la escritora chilena Lina Meruane, donde narra la historia de Lucina, o Lina, por momentos, como si se tratara de una suerte de espejo donde reverbera lo autobiográfico, o acaso un modo de recordarle al lector que al fin de cuentas se trata de una ficción, escrita de pronto por una joven a la que pronostican, debido a un mal congénito en la zona de la retina, la posibilidad de un desprendimiento venoso que podría generarle una hemorragia interna hasta quitarle por completo la visión. “Ya no habría recomendaciones posibles. Que dejara de fumar, lo primero, y segundo, que no aguantara la respiración, que no tosiera, que por ningún motivo levantara paquetes, cajas, maletas. Que jamás me inclinara ni me lanzara al agua de cabeza. Prohibidos los arrebatos carnales porque incluso en un beso apasionado podían romperse las venas.” Y finalmente ocurre, una noche, en una fiesta, lo peor. “Era sábado por la noche o más bien domingo y no había cómo ubicar al oculista. Y de todos modos qué podría decir él que no supiera ya, ¿que tenía litros de rencor dentro del ojo?”
A partir de entonces comienza un viaje introspectivo en el más cabal y nada metafórico sentido del término; a un ritmo intenso que se mantiene hasta la última página, Sangre en el ojo se convierte así en una novela de carácter existencial cuya epopeya se da en sentido contrario al mundo tangible, o como diría el poeta español Juan Ramón Jiménez: no corras, ve despacio, que al único lugar al que tienes que ir es ti mismo. Eso es exactamente lo que hará Lucina una vez que la ceguera se convierta en una manera distinta de estar en el mundo, sin golpes bajos ni lamentaciones, sino ahondando en esa zona donde la conciencia se empecina en darles un orden nuevo a las cosas o resignificarlas. Irónica por momentos y con un notable ritmo narrativo, Lina Meruane logra por medio de un exquisito lenguaje poético que el lector experimente sin concesiones esa realidad que poco a poco se va desmembrando a su alrededor, en esos días intensos donde todo parece acumularse de manera caótica, generando la sensación de un futuro desbaratado que sólo podrá ser tolerable si realmente existe ese refugio pensado como amor incondicional de un hombre. Junto con la ceguera, se pierde, naturalmente, la noción del tiempo. El presente huye. Ahora tendrá que separarse de Ignacio, su novio, dejar el departamento en Nueva York donde planeaban iniciar una vida juntos y viajar a Santiago para reencontrarse con su familia, que la espera como se aguarda la negación en el lugar exacto donde sólo cabe la esperanza. El pasado con todas sus implicancias. “Ayudarme, digo, terminando su frase. Ayudarme a hacer las cosas como las harían otros. Como yo misma las hacía antes. ¿Pero no entiendes?, sigo yo con heredada insolencia. No sé si vaya a recuperarme. Tengo que aprender a estar ciega. No me estás ayudando. Pero hija, musita mi madre como a la sombra de sí misma, sabiendo que todo lo que diga podrá y será usado en su contra. Tu ayuda me invalida, repito, sin darle tregua a mi madre que es inocente pero también, en alguna medida, culpable.”
Nacida en Santiago, Chile en 1970, Lina Meruane es escritora y ensayista. Su obra de ficción incluye los relatos Las infantas y tres novelas: Póstumas, Cercada y Fruta podrida. Fue galardonada con el premio Anna Seghers 2011. Sangre en el ojo es una novela profunda y conmovedora, donde la preocupación por el rigor estilístico se encuentra a la par de la necesidad imperiosa de reflexionar sobre la condición humana frente al advenimiento de lo trágico.
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