Domingo, 24 de junio de 2012 | Hoy
Paul Celan, Ingeborg Bachmann y la pintora Gisèle Lestrange llegaron a constituir un núcleo condensador de lo más trágico y ardiente de toda una época. Y lo curioso es que sus vidas se narraron con hondura y lirismo a través de un conjunto de cartas mucho más elocuentes que cualquier biografía planificada.
Por Carolina Marcucci
En 1951 Paul Celan tenía treinta años y llevaba cuatro viviendo en París. Sus padres, judíos, habían muerto en el campo de concentración de Transnistria. El ya había pasado más de un año en el campo de trabajo forzado de Moldavia. Había comenzado sus traducciones y reunido noventa y tres poemas que, a través de una amiga en Bucarest, dio a leer al poeta y traductor Alfred Margul-Sperber, quien los envió a Max Rychner, del periódico de Zurich Die Tat, donde se publicarían siete de las poesías del libro La arena de las urnas. Más tarde, Petre Solomon traduciría al rumano la primera publicación de su poema más difundido: Todesfuge, por entonces llamado Tango de la muerte. En noviembre de ese año, un miércoles de otoño, Celan entró al café Royal Saint-Germain. En la mesa estaba su amigo Isac Chiva con dos hombres y una joven, la pintora Gisèle Lestrange. Ella tenía veinticuatro años, venía de una familia de la aristocracia católica francesa y había terminado el estudio de dibujo y pintura en la Académie Julian de París y aprendido grabado con Johnny Friedländer.
Al mes empezaron a escribirse: “Debe ser dificilísimo amar a un poeta, a un bello poeta”, le escribiría Gisèle. Al año se casaron. Y tuvieron dos hijos: François y Eric; el primero murió a los días de nacer.
El clima amoroso de las cartas está atravesado, desde el comienzo hasta el final de los días de Celan, por el conflicto con Claire Goll, la viuda del poeta Yvan Goll. No se sabe del origen del conflicto. Yvan Goll y Celan se conocieron por casualidad y entablaron una relación de admiración mutua. Yvan murió al poco tiempo de leucemia y Claire Goll, también poeta y escritora, le encargó a Celan la traducción de tres poemarios. Qué pasó en ese año que trabajaron juntos es una incógnita que esconde la causa del suicidio de Celan.
En tanto, en 1958 Celan había retomado su relación amorosa con la poeta Ingeborg Bachmann. A Gisèle no le pasó inadvertido: “Oh, querido mío, vaya a verla, por supuesto que irá, pero no me mienta, sabe bien que prefiero la verdad”. Y: “Ayer avanzada la noche leí los poemas de Ingeborg. Me impresionaron. Lloré con ellos. Ahora me he acercado a ella, acepto que vuelvas a verla, me quedo tranquila”. Poco después le escribía a Bachmann: “He leído sus poemas. Me han conmocionado. Entiendo muchas cosas a través de ellos y tengo vergüenza de las reacciones que pude tener cuando Paul volvió con usted”. La historia de ambas no fue una simple amistad. Las unió la comprensión y admiración mutua. La correspondencia que mantuvieron hasta después de la muerte de Celan es conmovedora.
A comienzos de los ’60 Celan publicó el poemario Reja del lenguaje. El crítico Günter Blöcker reseña el libro y, entre otras cosas, tilda la poesía de Celan de “filigrana verbal” e “inodora”. El poeta leyó la reseña y le escribió al dramaturgo Max Frisch (en ese momento ya en pareja con Bachmann): “Hitlerío, hitlerío, hitlerío. Las gorras de visera. Vea, por favor, lo que escribe el señor Blöcker”. Indignado, el poeta escribió otra carta a Sartre contándole que era objeto de difamación para convertirlo en un nuevo caso Dreyfus. Nunca llegó a enviarla. Aunque las acusaciones de plagio no habían tenido una total recepción en la comunidad literaria alemana, Celan desconfiaba de todos, incluida Bachmann.
La noche del 19 de abril de 1970, Celan decidió arrojarse al Sena desde el puente Mirabeau. Poco tiempo antes una revista de Bucarest había publicado el poema El de Immanuel Weissglas, poeta que había sido su compañero en la universidad. El poema compartía temas de Todesfuge. En el libro Poesía contra poesía de Jean Bollack, se pueden leer todas las hipótesis al respecto. Pero en el interior del poeta, en conflicto y agraviado una y otra vez, ¿temió, acaso, una nueva acusación de plagio?
Las cartas no son explícitas en las escenas de crisis: dos veces Celan intentó matar a su mujer. Su última internación, en 1967, duró más de un año. Las cartas de ese período están llenas de silencios y miedos. Bachmann ya no le escribiría. Como en las imágenes de los poemas de Celan, como en las abstracciones de los trazos en los grabados de Gisèle, o como el silencio en la escritura de Bachmann, dieron cuenta de lo que no se podía contar: las “heridas de realidad”.
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