Domingo, 3 de febrero de 2013 | Hoy
Por Sergio Kisielewsky
Es una joya de carne la Galga, está recostada sobre un sillón y es una pantera a punto de dar el zarpazo que sólo al hombre que la mira desde la cama le cuesta atrapar. Mira su estirpe, le cuenta las costillas y sus ojos danzan sobre sus curvas sin fin. No puede dejar de observar ese animal en celo que lo amenaza con esgrimir el sexo como un puñal pero su cuerpo es impronunciable, lo deja sin palabras. Es un espectáculo la gata de zinc caliente, y resulta por cierto su primer amor. La Galga se da por aludida pero no vencida y el hombre no sabe cómo encarar el trámite. La chica tiene una quietud eléctrica, las sábanas están por prenderse fuego y el hombre con un sombrero hecho de papel de diarios en la cabeza encara a la mujer de sus sueños en la realidad más cruda; serán parte de una banda de asesinos que no se detendrá ante nada ni ante nadie. Entre hombres armados, la trama gira hacia estallidos de otro tipo. Encargos mafiosos, ejecuciones rápidas como entrar y salir de las casas y no dejar nada en pie. Así se arma una tropa de mercenarios que no dejan títere con cabeza.
La banda de la Galga y su amante conocen el lujo de los hoteles cinco estrellas a cambio de un precio muy alto donde los encuentros románticos que inaugura el texto se dan en el medio de balaceras, fugas y búsquedas de amigos en situaciones límite. Todo en el libro es vértigo, sacos que se ganan en pulseadas, anteojos negros en forma de flor y las venganzas que siempre se devoran en platos fríos, desolados. En el thriller se bebe de los usos del lunfardo y la expresión marginal astilla la creación de un estilo para describir la violencia de pandillas enfrentadas. Ariel Williams (Chubut, 1967) reside en Puerto Madryn, es docente y publicó varios libros de poesía, uno de ellos Los fronterantes, que obtuvo Mención de Honor en el Concurso Olga Orozco.
El cementerio de cigarrillos comienza con un grupo de amigos que van a tomar cervezas y fumar a metros del camposanto. Sólo en las primeras páginas la sangre será la que dicta la ley de la vida y no la que obligan un puñado de gangsters dueños del destino de personas y bienes.
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