Domingo, 17 de febrero de 2013 | Hoy
La publicación de El macró del amor permite dar a conocer uno de los libros inéditos más destacados de Leónidas Lamborghini. Aquí se revela algo nuevo y también se continúa con la pasión según el poeta que releyó la gauchesca, con un Cristo que nos deja abandonados en el reino de la vida cotidiana y un humor que, como reverso de la tragedia, recupera la gran divisa que mantuvo Lamborghini a lo largo de toda su obra, comenzada en 1955: asimilar la distorsión y devolverla multiplicada.
Por Susana Cella
Desde El saboteador arrepentido, de 1955, Leónidas Lamborghini fue configurando en copiosa obra una poética nunca desligada, para decirlo en términos del autor, de “la experiencia de la vida”. Experiencia múltiple, desde el lugar del descolocado (el Solicitante descolocado), que reclama y protesta frente a un estado de cosas que, en la política y en la poesía, significan no aceptar lo que se impone. Encontrar el modo de referir la época implicaba hallar la palabra capaz de nombrar sin retaceos ni atajos, lo que se grababa conjuntamente como trabajo material e intelectual. Entre oficios varios quedó acopiado un amplio espectro de lecturas, desde los clásicos antiguos y modernos occidentales, juntamente con el fuerte anclaje en la lengua y la literatura nacionales, la gauchesca, Discépolo, La razón de mi vida, así como las voces de la calle. Lamborghini echó mano de tal diversidad para configurar su voz.
Clave de su poética es la idea de reescritura, a partir de registros de lenguaje diversos donde lo culto y lo popular se enlazan y potencian y donde es posible la parodia como vía para cumplir con esa premisa que muchas veces enunció: “Asimilar la distorsión y devolverla multiplicada”. Asimiladas, metabolizadas, las heterogéneas palabras, en combinatorias y contextos diferentes, aumentan su espesor significante en múltiples ecos diagramados según una sabia ley paradójicamente distorsiva que pone a dialogar los textos, abre el espectro de la risa, la inversión, la ironía y, no menos, la importancia de lo parodiado.
Estos rasgos, además de soslayar idealizaciones o tonos sublimes, evaden el clisé, las simples descripciones o el uso naturalizado de la lengua, y en cambio muestran la extrema lucidez y conciencia que caracteriza la poética lamborghineana. La risa es mueca amarga, arma crítica, que ve lo cómico de la tragedia humana, y las palabras espesadas, potenciadas al remitir a otros usos y significados, exploran una realidad cruel y dolorosa, desconcertante, absurda. Horrirrisa, sintetizó Lamborghini, lo alto y lo bajo, lo serio y lo cómico quedan entreverados en los textos como en la misma vida.
Que Lamborghini proclamara una actitud antilírica no tiene que ver con el desprecio por la tradición letrada, no implica una defensa de un tipo de expresión anclada en la transparencia comunicativa, en vacuas enumeraciones que tienen como presupuesto la inmutabilidad de lo existente o la mera confirmación de que no más que eso hay y sólo queda el posibilismo de mencionarlo con prosaicas y chatas palabras desligadas de historia. Al contrario, se trata, en el poeta peronista, de ahondar en las capas de la lengua, pasada y presente, para lograr un máximo de sentidos, de ahí, “multiplicar” y “distorsionar”, evidente en el contracanto paródico moviéndose libremente en los linajes literarios. Así, por ejemplo, usar la terza rima del Dante en Commedieta, y otras formas de versificación regulares, en una actitud que encara y desafía los recovecos de las palabras buscando exprimirle sentidos en la repetición diferencial, o cortajeando y recomponiendo según parámetros que muestran la faz cómica en lo trágico, la risa en la amargura, y viceversa, para habilitar el lugar desde donde se habla, donde el tono complaciente o la imagen apacible no pueden caber según la ética y la estética lamborghineanas.
Sin el sustrato que provee la tradición, las citas ocultas, las alusiones, los cortes de palabras, la sintaxis dislocada, los neologismos, las mezcolanzas, la misma reescritura, serían imposibles. Por tanto el rechazo a lo lírico tiene que ver con la negación de embellecer, sublimizar o soslayar lo horrible e injusto en palabras vacuas netamente divergentes del mundo carnal, tangible y material, rasgos estos que definen la lengua de Lamborghini en oposición a una poesía desasida de la realidad o renuente a encarar el lenguaje como materia prima, sea en una estética de lo bello o de lo costumbrista y meramente coloquial.
La suya es una lírica otra, una palabra poética similar a la alegoría barroca, donde se desnuda el tiempo, asoma la calavera y se exhiben los fragmentos en extremosidad, por eso pudo enunciar: Carroña última forma. Lamborghini continuó incansable hurgando en las palabras y así surgieron, póstumos, Following the rabbit, Ultimos días de Sexton and Blake y el más reciente, El macró del amor. Hay en los dos primeros la experiencia del diálogo; en el primero, Lewis Carroll y Alicia rondan en castellano y en inglés la cuestión del tiempo figurado en el conejo con su reloj marca De pronto. Moviéndose entre lenguas, muestran disimetrías, imposibilidad de equivalencia plena, sonido y sentido entran en disputa, en tanto el tiempo va agotándose. Esta idea de finalización también surge en lo que hablan Sexton y Blake. El nombre de un autor de historias de misterio, Sexton Blake, queda transformado en dos personajes, cuyas aventuras recuerdan a Lucky y Pozzo de Samuel Beckett, fuerte referencia para Lamborghini, y llegan también a un desenlace máximo al enfrentar la misma nada.
En otra inflexión, el macró, con el sello lamborghiniano, reafirma la reescritura en máxima apuesta, apelando a las Escrituras (Sagradas). Dividido en tres partes —”Galilea”, “El Redentor” y “Teoría del Pesebre”—, el poemario diseña un retablo, en el cual la primera y más extensa vista es el mundo en su indiscernible mezcla de bien y mal, de justos y réprobos, de sabihondos y suicidas, de demonios, de gente conocida, nosotros mismos y nuestros próximos, sufrientes e hipócritas.
El cierre de esa serie —el “Aviso crucificado” pidiendo “Redentor, necesitamos”— da paso a la siguiente. Y aquí lo que se solicita no es sino amor y quien solicita —en el poema que da título al libro— en acuciante inversión crística es el macró, el proxenta santo que elige a las mujeres “para que se dieran/en el amor/por amor”. La Pasión de Cristo según Lamborghini (como bien podría llamarse a esta saga del amor del macró) apela a una entrevisión salvadora. Pero siempre aquí, sin trascendencias, según enuncia la tercera parte. El tema de la mayor virtud de Cristo, la de hacerse hombre, sirve para formular una reflexión donde la voz del Padre y el misterio de la Trinidad surgen en clave cómica, paraíso de Commedia, que a la inversa del de Dante no culmina en la felicidad espiritual del Empíreo sino en ese Hijo tan humano que “se adueñó de la empresa” del padre, o sea, nuestro mundo cotidiano.
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