Domingo, 10 de marzo de 2013 | Hoy
Por Angel Berlanga
De arranque en el libro, de arranque en el tren que sale desde Constitución hacia el mar, queda clara la incomodidad de Marcos Ostoot, narrador y protagonista de Las reglas de Burroughs. Es que al toque aparecen señales varias de una normalidad dislocada: con su mujer, Julieta, que acaba de perder un embarazo; con el andar de ese tren, en el que un milico ordena cerrar las ventanas metálicas para resguardarse de los piedrazos que salen de una villa de los suburbios, y algo más adelante, ya en medio del campo, con los sorpresivos cascotazos que provocan que la formación se detenga y, más inesperadamente todavía, tientan a la chica a bajarse a perseguir a los tirachinas por un sembradío de girasoles. Para nuestro héroe, entonces, la incomodidad pasa de castaño oscuro, porque allá sale a buscarla y se encuentra con que a la señorita, en realidad, le dan curiosidad los fugitivos y la seduce quedarse por ahí. Así que allá se va el tren, y acá se quedan ellos, pues.
Esta novela de Sebastián Chilano, nacido en Mar del Plata en 1976, trabaja con mucha sutileza sobre esto del “dejarse llevar” a partir del humor y del absurdo, un juego de espejos deformantes que circula sus imágenes entre la normalidad-dislocada y la otra, la normalidad-normalita. La trama se delira cuando la pareja se encuentra, en medio del campo, con una extraña comunidad-secta (de la que no se sabe muy bien en qué anda), a la que ella se incorpora fascinada, en la que él se queda para seguir con ella. En esta comunidad hay un viejo líder ciego con cara de conejo, Ge, que cada tanto tira una frase lírica, enigmática, acaso sabia, al que acompaña su mujer, que reproduce ceremoniosamente lo que él dice; también hay tres ex testigos de Jehová, una nena de once años y una tropa de personajes un punto estrambóticos. El grupo trabaja en la cosecha y tiene sus ceremonias de iniciación, que habilitan a cascotear a los trenes desde los girasoles. Algún detalle, que conviene no revelar aquí, hace pensar en una clave de lectura del sistema literario argentino. Pero eso puede ser una interpretación del comentarista, que tuvo más que suficiente con el crescendo de la trama, con la vitalidad y el absurdo de los diálogos y con la coexistencia de humor y tensión, algunos de los componentes que pueden disfrutarse en la escritura de Las reglas de Burroughs, último premio de novela en el certamen “Laura Palmer no ha muerto”.
Las reglas de Burroughs
Sebastián Chilano
Gárgola
176 páginas
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