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Domingo, 17 de marzo de 2013

Detrás de las paredes

Con su nueva novela Siempre será después, la escritora uruguaya Marisa Silva Schultze –narradora, ensayista, poeta– vuelve a uno de sus temas más visitados, los vínculos familiares, poniendo el foco en la violencia vista desde los ojos de un niño y la claustrofobia de los espacios. Desconfiada de los rótulos –la han llamado escritora feminista y escritora política en diferentes momentos de su carrera–, Schultze prefiere hablar de su exploración de la naturaleza humana, del duelo que la invade después de terminar una novela y de cuánto influye en su trabajo Clarice Lispector.

 Por Ana Fornaro

Empezó a escribir poemas a los nueve años, hasta que rondando los treinta el género la encorsetó y se lanzó a la novela. Pero la poesía sigue presente en la narrativa de la uruguaya Marisa Silva Schultze; en su escritura las palabras parecen hacerse añicos y volver a armarse dotadas de una materialidad que las resignifica y potencia. Silva Schultze puede abordar distintas temáticas, pero hay un hilo que lo atraviesa todo: los vínculos, en particular los familiares. Debutó como novelista con La limpieza es una mentira provisoria (1997) y la catalogaron como una escritora feminista. Luego siguió con Qué hacer con lo no dicho (1999), Apenas 10 (2006) y el ensayo Aquellos comunistas (2009), pasando a ser considerada una escritora política, porque transitó lo que pasó antes y después de la dictadura. Su última novela Siempre será después, que le valió en Uruguay el primer premio nacional de novela inédita, pone el foco en la violencia familiar a través del miedo de un niño que ve derrumbarse su entorno. Pero a Schultze, que además es profesora de Historia, no le gustan los rótulos, ni cree que sus novelas tengan “temas”, sino que buscan una permanente exploración de la naturaleza humana.

Hay algo muy sensorial en tu prosa, no parece haber habido un corte abrupto entre tu poesía y las novelas. ¿Cómo fue el proceso de pasar de un género al otro?

–No lo veo como una etapa, ni una evolución. Fue simplemente una necesidad. No considero que la novela sea el logro, la culminación del escritor. Lo he escuchado mucho y me choca. Yo tengo un respeto total por la poesía y creo que los géneros son posibilidades y que todos tienen sus propias dificultades. Incluso hay algo de lo que me di cuenta no hace mucho y es que en mi poemario Las casas son una ilusión necesaria ya estaban todos los elementos, los materiales que aparecerían en las novelas.

¿Te referís al tratamiento de los espacios? En esta última novela, tu personaje trabaja en una inmobiliaria y a su vez recuerda el infierno de su propia casa.

–Sí, totalmente. Yo siento el espacio y los objetos como si siempre fueran símbolos de algo. Frente a los objetos tengo casi una sensación de extrañamiento. Me pasa en lo cotidiano, es sensorial. Por otra parte, hay algo con la idea de casa que siempre me obsesionó. Esa ambigüedad entre lo seguro y lo inseguro. Creo que representa el anverso y el reverso: nos separa del mundo y a su vez adentro se reproduce el afuera. Las puertas y paredes son porosas, dan una idea de protección que al fin y al cabo es una ilusión. De hecho fue cuando decidí que Alvaro iba a trabajar en una inmobiliaria que la novela tomó forma.

Siempre será después es una novela densa y muy dura, el lector puede sentir en el cuerpo el miedo de Alvaro cuando era niño. ¿Cómo trabajaste eso?

–Eso que decís les ha pasado ha varios lectores. Incluso algunos me dijeron que no pudieron terminarla, que era demasiado. Eso me ha hecho pensar mucho en el valor único de la palabra. Porque estamos tan acostumbrados a ver películas violentas, imágenes violentas y sin embargo hay cuestiones que conmueven, que trastruecan sólo a través del lenguaje. Eso es muy fuerte, da cuenta del valor que tiene la literatura. No estoy muy segura de cómo lo trabajé, yo no viví nunca algo así. Pero sí me pasó que sufrí escribiendo la novela, estaba totalmente compenetrada con el personaje.

Tu escritura, y en particular esta novela, hace pensar en Clarice Lispector, en la manera de utilizar el lenguaje, en la subjetivización de lo cotidiano. ¿Te sentís cerca de su literatura?

–Sí, muchísimo. Pero me di cuenta tarde. Cuando la descubrí, hace más de veinte años, quedé fascinada. Jorge Arbeleche la mencionó cuando salió mi primera novela, y ahí me acordé que sí, que justo en esa época la estaba leyendo muchísimo. Sobre todo los cuentos. Felisberto Hernández también fue capital. Pero hay mucha inconciencia cuando escribo, no estoy pensado en tal o cual referencia. A veces tardo muchísimo en escribir una novela, pero cuando escribo las imágenes y metáforas fluyen solas, aunque después venga todo el proceso de reescritura. Hay algo de trance, no quiero decir sagrado, pero sí algo de ritual en el momento de escribir, por eso tampoco puedo escribir todo el tiempo. Después de cada libro viene un duelo, un momento de vacío, hasta que viene otra idea, otro impulso que me hace volver.

Siempre será

después

Marisa Silva Schultze

Alfaguara

124 páginas

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