Domingo, 14 de abril de 2013 | Hoy
El libro Tangos cultos, compilado por el musicólogo Esteban Buch, aborda un campo fundamental en la música argentina y mucho menos recorrido –o por lo menos mencionado– que su contracara simétrica. Por un lado estaban las pretensiones del tango de volverse “serio” y rodearse del aura de prestigio de la tradición académica, que pueden detectarse aquí y allí en algunos “camellos musicales” (paráfrasis libre de los de Borges) como los trinos escritos por Piazzolla para el piano, en sus arreglos para Troilo, los vivaldismos y floreos de Bach de Atilio Stampone o el gershwinismo explícito del pianista Osvaldo Berlingieri. Por otro, allí está aquello que es el objeto principal de este libro: las maneras en que compositores de tradición académica, en distintas épocas, se sintieron atraídos por el tango o por sus sombras y evocaciones.
Un abanico que va de Juan José Castro y Alberto Ginastera a Gustavo Beytelman –que fue músico de Piazzolla, pero también cuenta con una sólida formación en los recoletos arcanos de la música contemporánea–, el compositor Pablo Ortiz, que trabajó sobre aspectos rítmicos y del fraseo del tango junto al cellista finlandés Annsi Karttunen, y los enigmáticos Postangos de Gerardo Gandini (tal vez el más fronterizo de los ex músicos de Piazzolla y el que llevó al bandoneonista más cerca de alguna frontera), es analizado con rigor por varios autores, entre ellos Federico Monjeau, Marina Cañardo, María Laura Novoa y Omar García Brunelli. Buch, actualmente director del Centre de Recherches sur les Arts et le Langage en Francia y profesor titular y director de la especialidad Música del Master de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, autor de libros esenciales como El caso Schönberg, The Bomarzo Affair, La novena de Beethoven y O juremos con gloria morir –notable estudio sobre el Himno Nacional, de López y Planes, de Charly García, y de las relaciones entre música y poder político en la Argentina, que acaba de publicarse, en versión corregida, por Eterna Cadencia–, aporta además dos textos: la brillante introducción y una reveladora entrevista a Mauricio Kagel, a partir de su Tango alemán, una pieza cantada en un lenguaje inventado que, según aclaraba el compositor en la partitura, debía sonar argentino en Europa “y en la Argentina, protogermánico”.
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