En Fuera de temporada, Pinamar en octubre es el escenario para el nuevo policial de Alicia Plante, después del Tigre en Una mancha más. Clasicismo, estilo intimista y también una mano privilegiada para el asesinato como una de las bellas artes vuelven a confluir en esta segunda entrega de una trilogía.
› Por Carolina Marcucci
¿Cómo describir el mundo visto sin el propio yo? ¿Cómo describir o decir algo, otra vez, con palabras con significado? Estos interrogantes formulados hacia el final de Las olas, de Virginia Woolf, bien podrían responderse con Fuera de temporada, de Alicia Plante. La autora no sólo retoma el género policial, sino que, como en su novela anterior Una mancha más, lo desborda magistralmente. Verde oscuro –novela en la que actualmente está trabajando–, terminará de conformar un tríptico donde la presencia del agua, sea en forma de río o de mar, funciona como metáfora de la corriente vital de los vínculos humanos, torrente de contradicciones que cada conciencia alberga en su interior, y que sólo a fuerza de decisiones puede reafirmar o no la condición humana. Y Plante no sólo lo hace posible, sino que además desentraña la esencia de los personajes en esa singularidad capaz de representar lo universal.
¿En qué momento surgió la idea de escribir Fuera de temporada?
–Unas amigas, que son las que en el libro aparecen como las turistas porteñas, efectivamente viajaron a Pinamar. Volvieron con tantas historias e imágenes de ese lugar fuera de temporada sin turistas, que fue ahí que empecé a maquinar esta idea. Curiosamente nunca viajé fuera de temporada. Todo fue imaginación, es fantástica la imaginación. Conozco Pinamar en los veranos. El departamento, el juez y la portera son reales. Quien nos prestó el departamento se llama Victoria efectivamente, y en la descripción tomo su perfil. El asesinato y el resto de los personajes son imaginarios.
¿Por qué el agua es un elemento común en los tres libros que conforman el tríptico?
–Adoro nadar. El agua es la vida. Un verano en Miramar estaba en casa de la familia de una amiga. Cuando nos fuimos, ya sentada en el auto, me di vuelta, miré el mar por la ventanilla y sentí un dolor en el pecho. Como si fuera una cuna, un lugar que me lo quiero comer, me lo quiero abrazar. La sensación de querer meterme y que el mar se meta dentro mío. Hay una potencia que me despierta el agua. Con los bosques me pasa a la inversa, me despiertan una serenidad extrañísima. Quizá me vengan de mis ancestros irlandeses que aman los bosques.
Después de El Círculo imperfecto comenzaste a escribir policiales. ¿A qué se debió el cambio?
–Me había trabado con El círculo imperfecto y pensé: voy a escribir otra cosa para salir del pantano, algo que fluya. Yo siempre de chica fui lectora de policiales, es un género que siempre me gustó apasionadamente. Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Sherlock Holmes, los clásicos. Por supuesto cuando era más chica discriminaba menos. Agatha Christie, P. D. James, Ellery Queen. Me acuerdo siempre de esos finales donde te decía: ya tenés los mismos datos que Ellery Queen, resolvelo ¿quién es el asesino? Para esa edad era un desafío fantástico. O sea, eso me marcó, esas lecturas de la pubertad, ese deslumbramiento del pensar. El policial tiene el enigma, y el enigma te obliga a pensar de una manera que no te podés distraer. En un policial te perdés y perdiste el buque.
Teniendo en cuenta el detallismo y la alta dosis de estética que transmiten, ¿cómo trabajás las escenas de los crímenes?
–En este caso, con Fuera de temporada, fue fundamental mi amigo Leo, que es juez y escritor. Y además es un buen juez. Un juez como deberían ser todos. Lo conocí cuando teníamos con mi mujer el local de muebles viejos, venía antes de ir al taller de Diana Bellesi, y a veces volvía después. Un día le conté lo que estaba escribiendo y le pregunté si le molestaría que lo usara como perfil, no para retratarlo sino para usar su perfil hasta donde me viniera bien para el personaje. También me ayudó mucho para adentrarme en personajes como los fiscales, los policías o abogados. Con el libro anterior, Una mancha más, también trabajé con una amiga que me interiorizó muchísimo en casos policiales. Así que en Fuera de temporada trabajé un poco con los dos, cuando cansaba a uno, llamaba al otro. Son los dos muy buenos amigos.
¿Por qué los vínculos amorosos, en tus novelas, suelen salir de lo convencional?
–Creo que las rupturas de lo convencional están en la mente humana. Uno constantemente se hace esas preguntas. Es absolutamente necesario que los personajes tengan esas dudas, esas búsquedas, si no, no escribas. Hacé otra cosa. ¿Qué necesidad hay de escribir si no vas a ser sincero, si no vas a buscar con sinceridad en vos misma? Y desde ese lugar los personajes toman decisiones. Por ejemplo, hay una escena que me gusta mucho en mi primera novela, Un aire de familia, cuando Clarita toma la decisión de ir al campo para acostarse con el hermano. La imagen de los mocasines del hermano. Están los dos ahí tirados al lado de la chimenea. Cuando ella se levanta y él duerme, mira los mocasines en el suelo, y ve la forma de los pies de su hermano. Los zapatos muy usados tienen la forma de los pies de cada persona. Creo que no hay ninguna otra ropa que uno se pueda poner, que le suceda eso de tomar la forma. Cada persona moldea los zapatos.
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