Todo comenzó con un pequeño encargo: un prólogo para el Diario que Marie Curie escribió en los meses posteriores a la muerte de su esposo. La conmoción frente al texto fue tal que Rosa Montero decidió convertirlo en otra cosa, un libro propio, un espacio propio. Así, La ridícula idea de no volver a verte se presenta como un ejercicio de libertad literaria, lejos de convenciones y lleno de reflexiones, en el tono íntimo que caracteriza a esta destacada escritora española.
› Por Claudia Piñeiro
A Rosa Montero, novelista y periodista española leída prácticamente en todo el mundo, un día le muestran un pequeño libro y le hacen un encargo. El libro es el Diario de Marie Curie, un texto muy breve escrito durante los doce meses posteriores a la muerte de su marido, aplastado por un carro de caballos a los cuarenta y siete años. Un diario que está dedicado a él en cada palabra, a quien Madame Curie se dirige como su “Querido Pierre”. Montero –ella misma lo dice en La ridícula idea de no volver a verte– leyó el texto, se impresionó y se sintió fuertemente atrapada por la historia. De inmediato salió a comprar media docena de biografías de Madame Curie. Al poco tiempo, lo que había sido el pedido original de escribir un prólogo para una pequeña colección de biografías, perdía sentido ante lo que la autora notaba que crecía en su cabeza: “Ganas de contar la historia a mi manera. Ganas de usar su vida como vara de medir para entender la mía, y no estoy hablando de teorías feministas sino de intentar desentrañar cuál es el #LugarDeLaMujer en esta sociedad en que los lugares tradicionales se han borrado (también anda perdido el hombre, desde luego, pero que ese pantano lo explore un varón). Ganas de merodear por las esquinas del mundo, de mi mundo, y de reflexionar sobre una serie de #Palabras que me despiertan ecos. Palabras que últimamente andan dando vueltas por mi cabeza como perros perdidos. Ganas de escribir como quien respira. Con naturalidad, con #Ligereza”.
Dejemos de lado por un momento el signo numeral sobre el que volveré más adelante, para hacer una afirmación: todas las ganas enunciadas por Montero en este párrafo están plasmadas en su libro; de eso, de lo que quería hablar, habló, y de una manera entrañable. Porque como le pasó a Sartre con el prólogo a la obra de Jean Genet que se abortó para convertirse en el voluminoso Saint Genet, comediante y mártir, el texto de Curie se quedó sin prólogo, ya que surgió la necesidad de escribir un texto de otra especie, y así apareció este libro difícil de encuadrar en un género específico.
Mucho más cerca de La loca de la casa que de ninguno de sus otros trabajos, La ridícula idea de no volver a verte es una conversación literaria. La autora conversa allí con el Diario de Madame Curie, y a partir de eso conversa con ella misma. Conversa también con el lector, apelando a él, trayéndolo siempre al núcleo de sus palabras, consultándolo. Leer a Montero es sentir que ella está allí, hablándonos. Si uno conoce su voz casi que se la escucha. Es como si se hubiera sentado en nuestra mesa, café de por medio y nos contara esta historia en privado, en una cita íntima con cada uno de sus lectores. Pero además de conversar con el diario de Marie Curie, con ella misma y con sus lectores, Montero conversa con el dolor, busca las palabras que perdió, intenta narrarlo y lo logra. “El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la #Palabra.” Y buscando esas palabras arrancadas es que la autora logró la síntesis necesaria para poder encerrar el duelo por un ser querido en una sola frase, la que le da nombre a su libro: La ridícula idea de no volver a verte.
Más allá de este libro, no hay dudas de lo interesante que es Madame Curie como personaje. Sin embargo, la pericia de Montero lleva el texto a esos lugares donde la historia duele, por sufrimiento, o por sacrificio, o por entrega; allí donde una vez leída será difícil de olvidar. Primera mujer que recibió un Premio Nobel, la única que lo recibió dos veces, primera mujer que se licenció en Ciencias en la Sorbona y primera en doctorarse en Ciencias en Francia. También la primera mujer que fue enterrada por sus méritos en el Panteón de Hombres Ilustres de París, que aún hoy sigue llamándose así, de “hombres ilustres”. Pero no todo fueron reconocimientos por sus logros: “Además su fama pasó por todo tipo de avatares: primero fue considerada una santa, luego una mártir y después una puta, y todo ello de una manera ardiente y clamorosa”. Varios años después de enviudar, Madame Curie tuvo la mala suerte de enamorarse de Paul Langevin, un discípulo de su marido que estaba casado, un mal matrimonio que él no se atrevía a desarmar. Y aunque ella era una mujer libre y el comprometido era él, la sociedad la repudió sin más. La mujer de Langevin amenazó con publicar las cartas de amor entre los amantes, y el deshonor de Marie llegó a lugares impensables.
La ridícula idea de no volver a verte es un texto íntimo, conmovedor, difícil de pasar por alto. El dolor de la autora se encontró con el Diario de Madame Curie y gracias a ello Montero dio con las palabras justas para poder contar el suyo. Con esas palabras narra también preciosas imágenes que alivian la conmoción que provocan otros pasajes, como la de esa niña que canta bajo una higuera madura para ahuyentar a los pájaros que vienen a comer sus frutos, una imagen que el lector casi podría oír y oler.
Por último, los numerales. Rosa Montero, activa participante de las redes sociales, encontró en esa dinámica la forma de hacer confluir las palabras fundacionales de su texto en un mismo lugar, usando el código de los hashtags de Twitter. Atraídos como por un imán por el signo numeral van a parar allí: #HacerLoQueSeDebe, #HonrarAlPadre, #Intimidad, #Palabras, #Palabra, etcétera. Un guiño para quienes conocen el código, la confirmación de pertenecer a una cofradía que sabe cómo funciona ese imán. Y para quién no, una duda y, tal vez, una invitación a esa nueva herramienta que pronto excederá a la red que la creó para conquistar otros sitios, como por ejemplo este libro.
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