Domingo, 16 de junio de 2013 | Hoy
Condenado a la marginalidad nada desagradable del under literario, el español Manuel Vilas logró un éxito inesperado con España, lo que lo llevó a las primeras ligas editoriales. A pesar de todo, sostiene una férrea defensa de la cultura pop, la única que para él está con vida. Y así lo confirma en Aire nuestro, su nueva e inclasificable novela.
Primero fue con su poema “MacDonald’s”, que se multiplicó a través de Internet. Un poema whitmaniano y desprejuiciado, que aseguraba que si Lenin volviese a la vida, un local de comidas rápidas sería su palacio sin luna. Después fue con su novela España, editada sorpresivamente por Mansalva. Suerte de Exhibición de atrocidades, el libro de Ballard, pero bien español –epígrafe de Juan Carlos II incluido–, el volumen supo terminar en la mesa de luz de las últimas lecturas de Fogwill. La tercera debería ser la vencida, así que Manuel Vilas ha vuelto a cruzar el charco que divide su Zaragoza natal con Buenos Aires de la mano de la edición de su segunda novela, Aire nuestro, por parte de Alfaguara (que también acaba de reeditar España en formato de bolsillo).
“Yo vengo del submundo de la literatura. En España me editó un indie total que se atrevió a publicar una novela que ningún otro se hubiese atrevido, como fue España. Pero como terminó teniendo éxito dentro del mundo literario, ahora estoy en Alfaguara, donde me tratan como si fuese Pérez-Reverte o Javier Marías, y ya llevo cuatro novelas publicadas”, bromeó Vilas sentado en un bar de comidas rápidas a la vuelta del coqueto hotel donde lo hospedaron durante su visita, coincidente con la Feria del Libro. Aire nuestro es la segunda de esas novelas, y la segunda también en llegar a las librerías locales, pero con cuatro años de atraso. La tercera, una suerte de continuación de Aire nuestro, se llama Los inmortales y todavía no se editó en Argentina. Pero en España, Vilas acaba de publicar la cuarta, El luminoso regalo, con la que –asegura– ha pegado un volantazo que lo ha alejado de sus compañeros de ruta generacionales, como Eloy Fernández Porta, Juan Francisco Ferré, Jordi Carrión y Agustín Fernández Mallo.
“Somos escritores que hemos intentado crear otro discurso literario”, dice de los After Pop, como se los denominó en su momento en España. De todos ellos, sin dudas Vilas es el más imprevisible. En su último libro de poesía, Gran Vilas, se luce su personaje de San Vilas, que no es otro que él, convertido en un santo. “Mi literatura es la construcción de grandes ironías, grandes parodias, el humor delirante, y sobre todo tocapelotas. Y San Vilas es tocar las pelotas. Porque creo que es lo que hay que hacer”, se ríe Vilas, que asegura amar Aire nuestro, un libro sorprendente, hilarante y desfachatado, por el que se pasean toda clase de personajes literarios, musicales y cinematográficos.
¿Hay algún personaje que sea tu preferido de todos los que reviviste para Aire nuestro?
–Elvis, sin dudas. Yo siempre hablo de Elvis. Aire nuestro es un himno a Elvis Presley, y también al Che Guevara. Es una mezcla de la cultura pop latina y la cultura pop anglosajona, el producto de la fricción y el enfrentamiento de esas dos culturas, a través de dos iconos universales como son la foto del Che y las miles de fotos de Elvis. Me ha pasado que hay gente que cuando lee Aire nuestro y ve que aparece el Che, me preguntan si soy comunista. ¡Es que no se enteran de nada! No se dan cuenta de que si yo lo pongo es porque es un icono pop. ¿Cómo voy a ser comunista? ¿Cómo va a ser comunista alguien hoy en día?
Vaya uno a saber lo que puede pensar esa gente ante la escena en la que Johnny Cash muestra su sexo durante su viaje por España...
–A ver, yo siempre estoy al límite. Siempre estoy produciendo ficciones que están al límite, como cuando sale la polla de Johnny Cash. Me parece una escena maravillosa. Lo mejor que he escrito en mi vida es cuando Cash le enseña su sexo a Mariscal, su amigo español, para decirle: “Esto es lo que yo soy”. Me parece radiante poder hacer eso, y sin embargo hay gente que se lo toma a mal. Pero también construye fans. El problema es que no son tantos.
¿Aire nuestro es una respuesta o una continuación de España, tu libro anterior?
–Es una continuación festiva de España. Porque aquél era muy pesimista, una parodia cargada de ironía oscura, mientras que Aire nuestro es celebratorio, optimista y vital. Su tesis es que la única cultura que está viva en este mundo es la cultura del pop. Por eso mi pasión por Elvis, Cash, Beatles, el que sea. Soy un poco retro en mis gustos, lo admito. Pero el pop es el latido de este tiempo. Elvis cambió el mundo. Lo dijo Lennon: antes de Elvis no existía nada. Y también es el latido de este tiempo el cine, no hay que olvidarse de eso. Hay escritores que conciben sus novelas sólo como literatura, donde no dejan entrar ninguna otra cosa. En cambio yo genero una literatura de mestizaje, donde se entrelazan el cine, la música y la literatura.
Ese mundo propio que creaste en España y celebraste en Aire nuestro y después en Los inmortales es el que se rompe en tu nueva novela, El luminoso regalo, ¿no es cierto?
–Es que yo creo que El luminoso regalo es el inicio de algo nuevo. Me he dejado la piel allí. Porque antes me preocupaba mucho la alienación del capitalismo. A ver, es que el capitalismo aliena en muchos planos. Yo he tratado esa alienación en los planos políticos, sociales y culturales, pero no lo había tratado en el terreno del erotismo. Yo sabía que era algo que me rondaba, y finalmente ha salido. Porque hay dos sustentos en la vida occidental, que son el sexo y la política. Y ahora son el sexo y el dinero, porque la política, al menos en España, ya no existe. Sexo y dinero son los constituyentes básicos de la estructura de la civilización occidental. Ya había tratado la política, me faltaba el sexo.
¿Aire nuestro es política sin sexo?
–Aire nuestro era otra cosa. Era felicidad. Era lisérgico. Era hippie. Cuando escribí Aire nuestro era una persona muy feliz. Ojalá pudiera volver a ser quien fui cuando escribí Aire nuestro.
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