Rescates > La obra de Juan Carlos Martini Real reúne suficiente volumen y sustancia como para ser tomada en cuenta y, sin embargo, fue cayendo en el olvido después de la muerte de su autor en 1996. Desde una novela imprescindible y potente como Copyright publicada en plena dictadura, la nouvelle Macoco, sobre un connotado playboy porteño, hasta los relatos de 1975, ahora reeditados, de La conquista del imperio ruso, se encuentran en sus textos fuertes dosis de ironía en el uso del lenguaje coloquial y un aire de parodia que se adelantaron a su época.
› Por Hugo Salas
Los parnasos se construyen con tanto olvido como memoria, pero a pesar de lo trillado de esta comprobación, algunas omisiones todavía resultan desconcertantes. En la literatura argentina, llama a todas luces la atención el caso de Juan Carlos Martini Real, hecho que vuelve por demás significativa la reedición de uno de sus libros de cuentos más importantes, La conquista del imperio ruso, a cargo de la editorial Mil Botellas. Nacido en 1940 y fallecido a comienzos de 1996 –fecha, convengamos, bastante reciente–, el autor dejó una cantidad considerable de obra: cinco libros de relatos, la nouvelle Macoco (1977, a partir de anécdotas reales e imaginarias de uno de los playboys más célebres de la clase cajetilla porteña), la impactante novela Copyright (1979), entre las más audaces que se hayan publicado durante la dictadura, y ensayos críticos de relevancia. En su momento, ganó premios, tuvo a su cargo la sección libros de Confirmado, coordinó los diecinueve primeros volúmenes de La Historia del Tango, de Corregidor, organizó dos monumentales antologías de cuento y de poesía, formó parte del grupo El Traje del Fantasma, junto a Saer y Piglia, y a veces solo, otras en colaboración, dirigió las revistas literarias Meridiano 70, Macedonio, Latinoamericana, Pierre Menard y una publicación que aunque llegó a sacar un único número, La Revista (de poesía), tuvo una secuela imprevista: sirvió, junto a la italiana Alfabeta, de modelo gráfico al ineludible Diario de Poesía.
Por si estos pergaminos fueran pocos, debemos a su trabajo periodístico una de las explicitaciones más contundentes del pensamiento literario y político de Haroldo Conti, como resultado de un extenso trabajo de entrevista, publicada en 1974 en la revista Crisis; hasta la fecha, lectura obligada para todos aquellos críticos e investigadores que se acercan al autor de Sudeste. El vínculo no es casual. Al leer los distintos relatos que componen La conquista del imperio ruso, publicado en 1975, se advierte la confluencia entre un interés por contar lo específico del paisaje urbano porteño, en particular el epigramático café de los setenta, y la irrupción de la militancia y la violencia política (que en su literatura no se confunden).
Lo inusual en Martini Real es el tono, descarnadamente paródico. La mesa de café, por caso, está lejos del acogedor y cálido espacio de la bohemia romantizada por Cortázar, mientras que su mirada sobre algunas formas de la militancia y la acción política se aparta del panegírico. Así, por ejemplo, puede leerse en el cuento “Diario de un insurrecto” este pasaje que vale la pena reproducir: “El viernes 22 de septiembre a las 21 horas y 01 minuto, luego de un análisis intuitivo de la realidad, escozor en la piel, horizontes apócrifos, comprendí que se daban las condiciones subjetivas para hacer la Revolución y que no había tiempo que perder (...) Inmediatamente me fui a La Paz, entregado de lleno a las meditaciones. Entré por la puerta de la esquina, con un libro debajo del brazo, la campera beige con la capucha caída, la mirada distante, un poco despeinado y la barba sin arreglar. (...) Saqué, al instante, la pipa italiana, un arma de bolsillo útil para esas sonoras ocasiones en que alguien se propone, por fin, cambiar el mundo, como dice Marx, y busqué una mesa central y cómoda. Pedí un café, pero cortado con una gota de leche, pensando en la úlcera”. La subversión humorística llega al cenit en el relato que presta su título al libro, narrado desde la óptica de un exitoso jugador de fútbol, el Bambi, que emprende la desmesurada epopeya de conquistar a la “rusita” Esther Socolovsky, desdeñosa estudiante de Filosofía y Letras.
La veta satírica que anticipa, dicho sea de paso,varias de las perspectivas que la literatura actual despliega sobre los setenta se conjuga con personajes cuya mirada, por alucinatoria, hiperbólica o sencillamente descabellada, ofrece un retrato del mundo que se traza en esa falta de coincidencia con el mundo, delicada y filosa, de una línea asíntota como el adolescente que se reinterpreta a sí mismo y a la experiencia que lo rodea a partir de la serie televisiva Kung Fu en “Pequeño Saltamontes”, o el obrero fabril Palópoli que estalla en “El iniciado”. Cinco años después, el procedimiento llegará al paroxismo en el notable, doloroso y perturbador relato sobre las formas de la clandestinidad que despliega la enorme Copyright, no casualmente su último libro de ficción.
¿Intentaba decirles algo a sus contemporáneos y lo desalentó no ser escuchado? ¿Lo abrumó el despliegue alucinatorio, hiperbólico y violento de la realidad misma? Es parte del enigma, cuya resolución tal vez se encuentre entre las páginas y las dedicatorias firmadas de los 4000 ejemplares de su biblioteca personal que hoy conforman el anexo Colección Juan Carlos Martini Real de la Biblioteca Benito Lynch, en el barrio de Mataderos. No deja de resultar llamativo que tras el retorno a la democracia se haya dedicado a la historiografía (del tango) y a la crítica de inspiración psicoanalítica, línea en la que se inscribe Notas sobre el padre en Facundo (1991), evocación de la sombra terrible de otro Quiroga, el propio padre de Sarmiento, en el texto más consagrado del sanjuanino. Por aquellos años lo conoció Liliana Heer, mientras compartían tareas como miembros del jurado del premio Boris Vian (Martini Real lo había ganado en 1980 por Copyright, ella en 1984 por Bloyd). La amistad desembocó en un trabajo en colaboración, que dio a luz artículos como “Guía erótica de la literatura” o “Borges, Freud: instancias del bien y del mal” y el delicioso Giacomo El texto secreto de Joyce (1992), ficción crítica sobre un manuscrito inédito del célebre irlandés, descubierto por su hermano después de su muerte y publicado recién en 1968. Consultada acerca de su colega, Heer rescata de su archivo personal un documento directo de aquellos días, un papel en el que garabateó, adoptando una práctica joyceana, catorce adjetivos sustantivables que a su juicio definían a su compañero: “Entusiasta, creativo, político, intenso, agudo, leal, estratega, apasionado, lúcido, memorioso, seductor, sagaz, intuitivo, brillante”. Para quienes no lo conocimos, resulta difícil saber si aciertan a definir la persona, pero es innegable que todos ellos relucen en las páginas que se conservan de su literatura.
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