Domingo, 29 de diciembre de 2013 | Hoy
Aprovechando los viajes y la recopilación de información por tres lustros, Jorge Carrión cumplió un proyecto tan íntimo como preciado: un ensayo sobre librerías famosas, acogedoras, cosmopolitas, verdaderos refugios de los libros y los lectores. Librerías revela mundos nuevos y viejos, cada una de ellas un universo particular e irrepetible.
Por Mara Laporte
Hay libros que parecen haber estado años suspendidos en el aire esperando a que alguien los escribiera. Esta es la sensación que se tiene después de leer Librerías, el último libro de Jorge Carrión, finalista del 41º Premio Anagrama de Ensayo. El material estaba ahí: decenas de miles de librerías diseminadas por el planeta a lo largo de la historia, con sus diversas formas y particularidades, desde los primeros puestos ambulantes y barracas de la Antigüedad hasta las recientes librerías virtuales. Del papiro al libro electrónico. De lo palpable y manoseado a lo intangible.
“No hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”, reflexiona Borges en “El idioma analítico de John Wilkins” a propósito del criterio de sistematización de cierta enciclopedia china. Y es cierto: en toda ordenación subyacen componentes subjetivos y arbitrarios. Carrión es consciente de ello, y cumple en advertir al lector, ya en las primeras páginas del libro, acerca de sus seguras digresiones o contradicciones, recordando que su obra sólo viene a presentar “una serie de ejemplos, de excepciones de un mapa y una cronología de las librerías imposible de reconstruir” del todo.
El lugar desde el que parte el autor catalán es sin embargo empírico y contundente. Y, por qué no decirlo, envidiable: su experiencia personal de más de tres lustros de viajes y recorridos por cientos de librerías alrededor del mundo. Quince años que fueron conformando su particular archivo de historias y testimonios, pero también de souvenirs –tarjetas de visita, postales, folletos, catálogos– de todas las tiendas de libros que ha ido visitando. Dice Carrión al respecto: “Apenas hay libros de no-ficción sobre la materia. Alguien tenía que escribir un monográfico de la historia de las grandes librerías y de los libreros, que uniese la tradición textual con el archivo de viajes”. Desde esa certeza parte Carrión, y en su declaración radica una de las claves de su trabajo: Librerías podría considerarse un libro de viaje en formato de ensayo o, lo que es lo mismo, un ensayo que bien podría leerse como crónica de viaje.
Estructurado a partir de una muy interesante introducción cuyo punto de fuga es un cuento de Stefan Zweig, seguida de trece largas secciones y un epílogo, Librerías plantea un recorrido histórico, geográfico y emocional a través de las tiendas de libros más representativas de los cinco continentes. Porque si los libros existen, en palabras de “Mendel el de los libros”, protagonista del cuento que abre este ensayo, “para unir a los seres humanos por encima del propio aliento y así defendernos frente a la fugacidad y el olvido”, Jorge Carrión viene a rescatar de ese olvido al mayor número posible de librerías, no sólo en su carácter de distribuidoras y comercializadoras de textos, sino también en tanto espacios apátridas, centros de resistencia política o lugares de introspección y encuentro.
De esta manera, con la convicción de que “cada librería condensa un mundo”, nos invita a transitar un centenar de mundos posibles, delineando un mapa determinado por su propia biografía. Y en su experiencia de viajero cultural, que se va sirviendo de apuntes y recuerdos personales para reconstruir su historia de viaje, comienza un recorrido ecléctico a través de la geografía y el tiempo. Portando, como él mismo sugiere, un pasaporte invisible, inicia su viaje a finales de los ’90 en la Librería del Pensativo, de Guatemala y continúa por decenas de librerías de viajes europeas para acabar retrocediendo a los primeros alfabetos de la Grecia Antigua y el Imperio Romano y, desde allí, a la Edad Media. Y aquí es cuando el lector percibe que adentrarse en el libro de Jorge Carrión es como hacerlo en una librería de viejo, en un laberinto que en el fondo es racional, pero cuyo tránsito se vuelve por momentos caótico e imprevisible. Entonces surge el mérito del autor: generar en el lector la duda de si se trata este desorden de una fisura estructural o, por el contrario, de la verdadera fortaleza del libro.
Los datos son numerosísimos; las anécdotas, ricas y variadas: toda la información se va desplegando, en las más de trescientas páginas del ensayo, como una topografía incierta que aúna en su trazado a las librerías desaparecidas con las sobrevivientes, y a todas ellas con el destino de muchos escritores. Están las emblemáticas, como la Shakespeare & Company, de París, canonizadora de la generación beat, que luego recaló en la Librairie des Colonnes, de Marruecos, para conformar junto a Bowles y Goytisolo, entre otros, el “mito de Tánger”. También las más antiguas, como la Bertrand, de Lisboa, o la de Avila, de Buenos Aires, ambas del siglo XVIII. O la Foyles, de Londres, con sus 50 kilómetros de estanterías, célebre por sus almuerzos literarios, en los que se dejaban ver T. S. Eliot, Bernard Shaw o John Lennon. Porque las librerías son sobre todo espacios relacionales, de los libreros con los escritores, de éstos con sus lectores, de los lectores entre sí. La Shakespeare & Co. se atreve a lanzar el Ulysses, de Joyce; Steiner descubre la obra de Borges en una pequeña librería de Lisboa; en el local de Chichinadze, Stalin accede a los textos de Marx; Bolaño recita en la Gandhi de México el “Primer Manifiesto Infrarrealista”.
Librerías es también un homenaje al librero, probablemente el ser más consciente de la futilidad del libro, tanto como de su importancia. Y es, por supuesto, una declaración de amor al propio libro. Nostálgico y desmitificador, romántico sin llegar a la ingenuidad, crepuscular sin ser apocalíptico, este ensayo de Jorge Carrión mira hacia atrás con afecto y con pragmatismo hacia adelante. Consciente de que las culturas “no pueden existir sin memoria, pero tampoco sin olvido”, acepta que las librerías seguirán mutando a otras realidades, pero nunca dejarán de ser esos espacios rituales, trincheras y refugios poco menos que sagrados a los que siempre podremos acudir a nutrirnos para intentar construir nuestro lugar en el mundo.
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