Dom 09.02.2014
libros

CAPACIDADES DIFERENTES

En la novela de Pablo Melicchio se aborda el tema de los desaparecidos a partir de un elemento sobrenatural, pero que lleva a una indagación social sobre las heridas que no cierran y los duelos que finalmente sobrevendrán.

› Por Martín Kasañetz

Lejos de permanecer pasiva en los libros de historia –y a pesar de algunos sectores de la sociedad que intentan ocultarla– la temática de los desaparecidos en la Argentina existe, de manera activa y en forma creciente, desde los últimos treinta años. Esta especie de zombie histórico que tristemente habita en nuestro país mantiene su supervivencia –más allá de la crueldad de cualquier genocidio– debido a múltiples condiciones pero fundamentalmente a dos, las cuales determinan que su impronta vuelva una y otra vez de (y hacia) la sociedad argentina. En primer lugar, esta temática tiene el componente trágico de imposible resolución que toda muerte tiene, pero además, la situación de injusticia de un Estado ejerciendo violencia sobre su propio pueblo, generando una deuda social inagotable. En segundo lugar, la falta de información que las desapariciones generaron, obligando al horror que proviene de no poder cerrar la historia de una vida. Esta grieta (ésta sí real, no ficticia) se sigue manifestando continuamente en la cultura argentina por medio del cine, la música, y los libros como una forma de buscar respuestas que encuentren algo de comprensión a lo irresoluto.

En Las voces de abajo, Pablo Melicchio aborda esta realidad argentina, pero por medio de una situación sobrenatural: Chiche es un joven con un retraso mental leve que permanece internado en un centro de atención para personas con capacidades diferentes. Un día, trabajando en sus tareas –tiene a su cargo la supervisión de una pequeña granja de animales a los cuales, a modo de terapia, cuida y alimenta– siente una pequeña vibración bajo sus pies que da comienzo a un sonido humano que proviene de bajo la tierra. Chiche comienza a escuchar las voces de un grupo de desaparecidos que fueron asesinados y enterrados bajo lo que hoy es una institución de salud mental. En lugar de alejarse, Chiche toma esta comunicación como algo normal y comienza a dialogar con ellos para luego intentar resolver, a su manera, ciertas necesidades –en especial la de cómo conseguir noticias de actualidad– que ellos le manifiestan. Así comienza su relación con Ernesto, Fernando, Juan y en especial con Dolores, quien busca a su hijo, al que le robaron al momento del parto en un Centro de Detención Clandestino. Chiche también tiene una historia familiar violenta que no logra recordar del todo, sin embargo se siente muy identificado con la voz de Dolores, que le recuerda a la de su madre ausente. En paralelo con esta historia, otro texto más lírico –una especie de reflexión introspectiva en forma de prosa poética– va acompañando la historia de Chiche mientras cuenta la vida de Roberto, que acaba de salir de la cárcel y se encuentra signado irremediablemente por su pasado violento.

Las voces de abajo cruza la tragedia personal que proviene de la violencia que el personaje principal carga en su pasado con la violencia que habita en el pasado reciente de nuestra sociedad y que llega hasta hoy de innumerables formas que necesitan una reparación definitiva por medio de la Justicia. Como puede leerse en la novela: “Ser desaparecidos no es ni una cosa ni otra. Una vez descubiertos va a cerrarse un tiempo profundamente doloroso, para abrirse otra temporalidad, pero más lógica, la del duelo”.

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