Domingo, 3 de agosto de 2014 | Hoy
¿Qué quedaba de la herencia hippie y punk en la apertura democrática y los años que le siguieron? ¿Cómo salvaguardar el diálogo entre generaciones que habían conocido ideologías y sexualidades diferentes? ¿Cómo reivindicar la libertad y el amor libre sin ser patéticos en un tiempo de búsquedas de eficiencia y yuppismo? Estos y otros interrogantes vuelven a emerger, recuperando más contextos que nostalgias, en Cerdos & Porteños, la recopilación de artículos que Osvaldo Baigorria trae desde los años ochenta sin tocarles ni un punto y coma.
Por Juan Carlos Kreimer
Algún día de 1984 Osvaldo Baigorria tipea en su Olivetti: “Los participantes de la revuelta contracultural de hace veinte años no logran presentar hoy un desafío a la mayoría silenciosa, que no elige, solo vota”. Otro, de 2014, rematando doce artículos escritos entre aquel año y 1987 para las seminales revistas El Porteño y Cerdos y Peces, que seleccionó para su nuevo libro, le confiesa a su compu que en “el pasaje de un siglo a otro pareció evaporarse aquella contracultura casi libertaria, bastante pluralista, en cierto modo pacifista o impermeable al militarismo, que nacía en una Argentina recién despierta de la pesadilla.”
Este salvataje de notas publicadas propone más que un mero reciclado de materiales indemnes al paso del tiempo, más que una mera pintura de esos años puente entre la dictadura militar y la deforestación que el neoliberalismo sembraría en los ’90. Baigorria, que las hace tipear por una amiga para no tentarse en corregirle la menor coma, da una vuelta de tuerca a lo que hizo en su momento adentro de cada texto y cuenta en qué condiciones los escribió, entre qué otros artículos aparecieron y quiénes fueron sus autores; en esas generosas intros y reflexiones posteriores, aplica la misma actitud que viene dándole un sello propio a toda su producción, periodística, ensayística, de ficción e incluso como docente: lo que importa es la manera de “intervenirle” a lo que se tenga entre manos. Prosa prístina para ideas molestas. Entrar directo al núcleo del conflicto, cruzar los bordes, recorrer esos más allá desde diversas perspectivas. Evitar adjetivos. Observar y contar cuanto cruza la mente.
Lo orgiástico, el feminismo. El vacío producido por el poshippismo y el pospunk, la reiteración de los ciclos. Jugarretas y simulacros meta y paraculturales. Qué hacer con las libertades, la sexual entre ellas, el sida como anatema, hiperrealismo llevado a la descripción, sea para confrontar belleza y deseo como para describir el aburrimiento de un grupo de anarquistas (afiliados a grupos de una sola persona) reunidos en un convento. Cosas así. Registros distintos para temas que no figuran en la agenda de ningún medio de la época, ni salen de ninguna reunión de sumario; en todo caso las desafían desplazando el foco de por dónde también se corta lo alternativo y las realidades emergentes empiezan a configurarse. Denominador común: el cuerpo. Poner el cuerpo, lo que fluye de él, desde qué paradigmas lo acompaña la cabeza, a qué confrontaciones lo somete el permiso y el no.
Se impone decir que Baigorria, a los 36, era uno de los tantos hijos pródigos de los ‘60 que volvían a casa. El, tras once de on the road que abarcaron ocho de vivir en una comunidad en las montañas de Columbia, Canadá. Y que se comprometió con su “viaje” a seguirlo a través de su escritura. Quería ser escritor, vivir para y de ese cruce de las percepciones que no podía dejar de tener y de la artesanía con que abordaba lo que hoy es su oficio. Eso sí: sin tentarse de “acompañar” lo que ocurre en apariencias. Ni creerse que con escribir es suficiente. Si fuese necesario sería el aguafiestas de los mismos anfitriones que le abrían las páginas.
Vía su amigo Néstor Perlongher, con quien tiene el diálogo iluminador (“El espacio de la orgía”), llega a la invitación a la barbarie que propone desde Cerdos y Peces. Y vía el efecto que produce su prosa, a El Porteño. Ambas revistas rebosantes de contenidos no condescendientes, salen a jugarles fuerte –publicidad, kioscos, cierta regularidad– a los medios institucionalizados. En un período en que todavía no se sabía hacia dónde crecer. Una busca sacar a la superficie lo que el establishment quiere tapar para siempre (Baigorria lista colaboradores: Jorge Lanata, Ernesto Tiffenberg, María Moreno, Daniel Molina y siguen las grandes firmas de la renovación periodística). La otra provoca y da tipografía a los aún dispuestos a volver a entregar su vida por la freackura que mejor o peor les calce. Ambas, volviéndose faros para treinta y cuarentañeros a quienes los ’60 y ’70 se les pasaron de largo mientras miraban para otra parte y especialmente para los que entonces tenían 20 –o sea. estaban en plena flor de su permeabilidad– y durante las dos décadas de gloria previas todavía curtían jardín de infantes.
De ese cóctel de postergados y nuevos disconformes surge una generación de transición, a la que las consignas setentosas les saben a arroz hervido: ellos tienen hambre de su propia “diferencia”. De otra fiesta: crear su propio under. Difícil: la anterior se había ido demasiado lejos. Ya no alcanza con romper y denostar los modelos existentes para liberarse de ellos. Pero: ¿cómo ir más allá del sin salida que aún flota sobre la democracia “concedida”? El desafío es hacer uso de las libertades emergentes, cambiar las estéticas, mostrar que no se trata de sobrevivir sino de explotar (autorrealizarse). Las puertas del placard ya están abiertas. Descareteate. Desmediocrisate. Osa de una vez. Sin otra red que el Meimporta un carajo lo que pienses de mí.
El problema no es entonces el cómo sino el qué. Y, como Baigorria señala en “Metafísica del asco”, se abusa del recurrir “al hacer que van a hacer”. Antes de preguntarse verdaderamente de qué se trata y buscar respuestas en investigaciones-reflexiones sobre el amor, las diferentes sexualidades, lo perverso, lo insano, las “bellezas fuera del buen gusto” y otros delirios materializables, Baigorria demarca el campo reproduciendo fragmentos de un debate entre dos ex ídolos de la política contracultural de los años ‘70, Habbie Hoffman y Jerry Rubin, autores de Steal this book y Do it! respectivamente. Los líderes del Young International Party (de donde sale la expresión yippies) discuten sobre quién le hace más el juego al sistema. Uno acusa al otro de haberse vuelto un hipócrita consciente, como todo yuppie (de Young Urban Professionals), el otro le achaca al primero reproducir viejos vicios en nuevos esquemas. Sin proponérselo, a cerdos y porteños Baigorria les tira por la cara un concepto emergente en ellos mismos: el venderse, el dejarse cooptar, las concesiones que hacemos a lo que pensamos de veras con tal de cubrir ciertas necesidades básicas, y otras más. Y, entre tanto, contribuir con “una sociedad que produce nuevos mecanismos de control: de la supresión a la normatización, de la internación a la terapia, de la marginación al reciclaje de ciudadanos obedientes y homogéneos”.
Las controversias que plantea no son ingenuas: en los siguientes artículos seleccionados reaparecen una y otra vez a través de máscara, conflictivas y guirnaldas diversas. Líneas que cada uno traza, escribe Baigorria en “Feminismo y pornografía”, “para separar lo que nos permitimos de lo que nos prohibimos.” Políticas, como le responde Perlongher al dialogar sobre las conductas anormales, que no plantean la abstinencia: están destinadas a “estimular a la monogamización y la familiarización de los perversos” e impiden asumir “la promiscuidad como un punto de resistencia”. La resignificación de otras superficies de piel en busca de roces cercanos a las fantasías llevan a Baigorria a confrontar: “¿Por qué los pelos deben excitar alrededor de la vagina y no en las piernas? ¿Por qué las arrugas tendrán permiso en los testículos y no a ambos lados de los ojos? ¿Por que se alienta la gordura de las nalgas y no en los rollos de la cintura? ¿Por qué se acepta la superficie granulada alrededor de los pezones y no en las mejillas?”. Guattari, Deleuze, Bataille y minorías en disidencia, de parabienes ante tanto reclamo de desarreglo.
Como Correrías de un infiel (2005), Sobre Sánchez (2012) o cualquiera de los otros diez libros que Baigorria viene publicando y reeditando desde 1989, Cerdos & Porteños también pertenece a su inatrapable género literario, el vale todo. La liebre puede saltar en cualquier párrafo.
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