Domingo, 21 de septiembre de 2014 | Hoy
Entre el 10 y el 13 de septiembre, Córdoba Mata, primer encuentro internacional sobre literatura negra y policial, coordinado por el escritor Fernando López, reunió en el Cabildo Histórico y en el Centro Cultural España de Córdoba a nombres como Kate Quinn, Gustavo Forero, Alicia Plante, Mercedes Giuffre, Juan Sasturain, Mempo Giardinelli, Rodolfo Palacios, Lucio Yudicello y María Inés Krimer, entre otros. Y además de debatir sobre el género, los escritores se aventuraron a las sierras, comieron delicias locales y pensaron sobre la popularidad de la literatura criminal y los espacios de intercambio que abre este tipo de festivales en distintas ciudades del país.
Por Javier Chiabrando
Como aceptando que la vigencia del género negro incluye el duro trabajo de sumar lectores, estén donde estén y por esquivos que sean, la veintena de escritores no dudó en subirse al pequeño bus para tomar por asalto las localidades serranas de Mina Clavero y Cura Brochero. La aventura se dio en el marco de Córdoba Mata, que se realizó por primera vez en La Docta, ciudad de larga tradición en crímenes históricos y levantamientos populares devenidos con el tiempo en un ramplón y visible, aunque no menos peligroso, estado de connivencia entre delito, policía y política.
Los primeros tres días se dieron con calma y dentro de lo previsible, donde se pudo ver y oír una larga lista de escritores locales y del resto del país, de Uruguay, España y a una académica irlandesa. Pero el viaje a las sierras era otra cosa: una aventura.
La tarea no era menor, porque la promocionada vigencia del género negro, o novela policial, exige también la aparición de nuevos lectores que además sean compradores de libros, y que no siempre están tan a mano como en otros géneros. Según Juan Sasturain: “No sé si han cambiado los lectores, pero lo que sí ha cambiado es la proliferación de la conversación sobre el género; si bien no sabemos cuántos libros se venden, sí sabemos cuántos se editan y se autoconsideran literatura negra. La categoría literatura negra ha tomado un carácter integrador de un montón de producciones y es lo que los autores digan de ella. No es lo mismo que pasa con la literatura romántica o histórica; el género negro es un fenómeno no traccionado desde las editoriales grandes, e igual se ha popularizado. Cuando se populariza algo, significa que aparece en los medios”.
La ceremonia de subirse al ómnibus para trasladarse a las sierras fue tomada con toda seriedad por los escritores, que siempre con buenas intenciones, emulando al inocente de Graham Greene, parecía que además de ir a un encuentro cultural eran los destinatarios de cierta verdad que podía aclarar las deudas pendientes de la historia con el hombre, algo que en la zona de Córdoba va desde la muerte de Facundo Quiroga en Barranca Yaco hasta los menos visibles crímenes de gatillo fácil y aprietes a la prensa que se dan hoy.
Dicen que para convencerlos, el organizador de Córdoba Mata, Fernando López, tuvo que hablarles larga y repetidamente de un chivito al asador, que a medida que pasaban las horas, y bajo la excusa de que era época de parición del mundo caprino, se iba transformando en lechón primero y en sanguchitos después. Pero ya era tarde para quejarse, porque al rato de abandonar el hotel se estaba más cerca del destino que de regresar a casa. Y ya se sabe que retroceder en camino de sierra es tan peligroso y difícil como hacerlo en chancletas. Entonces, como la epopeya se construye en la realidad, y si no se puede, en el relato, todos simulaban que el chivito era lo que menos importaba, o que no era nada comparado con la tarea de buscar y encontrar lectores dispuestos a dejarse conquistar por la literatura criminal.
El viaje incluyó apunamientos, amenazas de nevada y tránsito a paso de hombre en medio de nubes negras que apenas dejaban ver el imponente paisaje. En algunos casos se notaba que, como buenos escritores de novela negra, estos hombres y mujeres eran tan urbanos que a esa naturaleza la conocían por fotos e incluso le temían. Si quedaban dudas, se aclararon al pasar por una pared de montaña donde algunos temerarios escalaban como si el mundo estuviera torcido. Aunque paganos, varios escritores se persignaron sin dejar de reconocer que el peligro tiene múltiples caras y que escribir novelas es apenas uno de ellos.
Ese mismo día a la tarde, los desconcertados habitantes de Cura Brochero vieron pasar una caravana a pie hacia el Centro Cultural Comechingones. Los ciento cincuenta metros cordobeses que había que transitar desde las cabañas al centro cultural, según indicaciones del dueño de casa, el escritor Lucio Yudicello, se transformaron en casi un kilómetro que los peregrinos recorrieron con alegría que parecía verdadera.
El resultado del encuentro fue una variopinta mirada sobre el género, desde las complejidades de su escritura hasta las relaciones con el mundo editorial. Algunos, como Raúl Argemí, hablaron de una literatura con “cojones como para pisárselos”. Otros defendían lo lúdico del género, o al menos no exigirle un carácter utilitario como no se les pide a otros. La uruguaya Mercedes Rosende recordó que a veces se escribe sin saber que se está en camino de crear una novela policial. Tanto el uruguayo Pedro Peña como Kike Ferrari coincidieron en que este género les permitía contar aspectos tenebrosos de la sociedad. Martín Doria aportó una mirada complementaria que no por escuchada dejó de conmover: sirve también para escribir tragedias personales. Para cerrar, como queriendo dejar en claro que el género abarca casi todos los aspectos del hombre en la Tierra, el canario Alexis Ravelo cerró el encuentro contando un chiste sobre hienas.
La diversidad de lectores también fue tema en las charlas y sobremesas. Según Alexis Ravelo, reciente ganador del premio Dashiell Hammett con La estrategia del pequinés: “Los lectores argentinos, uruguayos o chilenos son grandes lectores; en España tenemos mucha gente que compra libros, pero no muchos lectores; tenemos que acostumbrarlos, no pillan los guiños a la primera. Un lector argentino, un colombiano, se dan cuenta enseguida de los guiños metaliterarios de mis textos. El lector canario, en cambio, así como está a mitad de camino entre América y Europa, está a mitad de camino entre estas dos realidades, el lector español y el hispanoamericano”.
Esa noche, como si desearan ser premiados por haber hecho bien la tarea, los escritores cenaron pizza y relajaron tensiones viendo boxeo por televisión como hombres duros que son, lo que le permitió a Juan Carrá mostrar sus conocimientos sobre el tema, que además se ha trasladado a su obra.
El día siguiente amaneció frío, al punto de que los cordobeses pronosticaron una nevada que no se concretó, pero alimentó el mito de las exageraciones locales, largamente transitado por los contadores de chistes.
¿Qué tienen de bueno estos eventos que proliferan en casi todas las ciudades importantes del país? Lo aclara Fernando López: “Yo creo que estos festivales impactan de manera muy positiva en los lectores porque tienen la posibilidad de encontrarse frente a frente con autores que les han llamado la atención. Una de las ideas motoras de Córdoba Mata es también el intercambio de los autores locales que escriben novela negra con los de otros lugares. Córdoba necesitaba un evento así. El género negro está en expansión en el mundo, y si aceptamos que no es solamente una cuestión de marketing, hablamos de que es el género más leído en el mundo, y Córdoba debe ser parte de eso”.
Para terminar, la promesa de chivito se convirtió en cordero, suficiente para calmar las aguas y, excepto los que tenían que manejar en las peligrosas curvas y contracurvas del camino de regreso, el resto brindó con vino. Al menos tres de los escritores se animaron a tocar la guitarra. El griterío de las canciones que se sabían todos retumbó en la calma.
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