Domingo, 30 de noviembre de 2014 | Hoy
Referente de la poesía argentina contemporánea, Rodolfo Edwards dio a conocer este año un libro ensayístico tan ineludible como incómodo en los terrenos de la crítica: Con el bombo y la palabra recorre los lazos entre peronismo y literatura, proponiendo un nuevo derrotero desde una perspectiva que no deja de lado ni su historia familiar ni sus adhesiones sentimentales.
Por Andrés Tejada Gómez
Hay textos arduos de reseñar. Lecturas que nos atraviesan y nos ponen contra un muro inasible. El muro de nuestros propios prejuicios. Suelen llevar su tiempo porque tienen su propio ritmo en el cosmos de las letras, de una envergadura urdida de hilos tan sinuosos que parecen escapar a nuestra comprensión. Escabrosos en todas sus aristas, abigarrados en todos sus pliegues. Difíciles de encontrarles la vuelta y poder sugerir una hipótesis de sentido que no sea la más ramplona literalidad. Esos textos tienden a ser los más interesantes. Son las escrituras que nos atrapan porque nos despiertan un espíritu belicoso. Es la dimensión de pensamiento que pone en tensión nuestros valores. Por lo general suele ser tarea sencilla enumerar los aciertos de tal narrativa o imponer el acento laudatorio en los argumentos que coinciden con nuestros intereses estéticos o políticos. Marcar el límite y resguardarnos bajo el marco menos astillado. Complacer y complacernos es lo más parecido a las nobles costumbres que se estilan en el pulcro barrio de la literatura. No comprometer la palabra; posar de mordaz mordiendo a la nada con fruición. Resulta demodé discutir o desagradar y mucho más, hacerse de rivales con aseveraciones tajantes. Mejor es no ponerse a nadie en contra. Repetir como sermones las nobles verdades que no convencen a nadie.
Rodolfo Edwards es uno de los referentes más relevantes de la poesía contemporánea argentina. Puede escribir sin solemnidades ni falsas poéticas. En su generosidad discursiva late el talismán de versos con la firme belleza de arrabal. Sus cruces son nobles, dislocan la retórica y hacen de la sobrevalorada experiencia otra cosa: barbarie literaria.
Con el bombo y la palabra no es un texto para tibios ni timoratos; su apuesta intenta encauzarse en la tradición ensayística, apelando a todo tipo de figuras retóricas para tratar de dar cuenta de ese lazo imposible e imprescindible que se teje entre lo político y lo literario. No es una sociología de la cultura política a través de las representaciones literarias; en todo caso podríamos proponerlo como un texto donde el amor por la reivindicación y la polémica muestran su rostro más incauto. Siniestras siluetas de nuestras letras vuelven a ser puestas en un juego en donde perder no importa tanto como volver a ver las cartas sobre la mesa. El peronismo es una constante de la realidad que no parece debilitarse un ápice con el paso del tiempo.
Desde el vamos el autor es sincero y apela a la fibra íntima del lector. Nos narra su temprana y “familiar” cercanía con el movimiento peronista. A partir de esta apelación de cercanía, digamos, que barre de un plumazo varias cuestiones de verdadera relevancia. En principio, una definición medianamente seria de qué es el peronismo.
El autor de este panfleto, de manera elegante y perspicaz, nos pide que suspendamos nuestras certezas estético-políticas. ¿Será eso posible? ¿Plausible? Edwards lo reclama de una forma exagerada o voluntariosa. Una petición de principios que roza lo metafísico o se hunde en lo religioso: “Lejos está de mi intención separar el polvo de la paja, porque no haré una valoración literaria ni siquiera estética de los textos aquí mencionados, tampoco me ocuparé de especificidades discursivas sino que me detendré en sus efectos, en la manera que impactaron en ciertas comunidades de lectores, generando adhesiones y rechazos, vivas y muertes”. ¿Realmente será de esta manera como debemos enfrentar los artefactos literarios ligados al peronismo? ¿El plano estético se encuentra desligado por propio voluntad de su matriz política? Lean ustedes el texto y sientan el mismo desvelo.
No es que el texto nos engañe: es que su objeto de estudio se dibuja tan inasimilable para el presente, que sus propuestas de lectura nos resultan un pretexto incauto. ¿A qué clase o tipo de lector apunta? ¿A quién busca herir o interpelar? Seguramente a cualquier lector que tenga la ferviente necesidad de repensar las articulaciones taimadas y barrocas que existen entre la política y la cultura. Sin embargo, en algunos capítulos el texto parece perder su orientación de irrupción o escándalo y devaluarse en la soberbia de dictarse a sí mismo, o para tenues militantes desorbitados.
Más preguntas: ¿Son realmente Perlongher, Copi o Gamerro autores que escriben sus pesadillas a partir de la incapacidad de comprender el peronismo? ¿Son gorilas? ¿Todo aquel que no admira y ensalza con su narrativa, ensayo o poemas, al General y Evita, es un rabioso contrera? ¿Es ése nuestro más lejano horizonte político? La plataforma que considera que un autor de ficciones o ensayos debe necesariamente estar del lado de las buenas intenciones –o de lo que hemos llegado a creer que son políticas acertadas– es por lo menos baladí. ¿Por qué Edwards insiste en refutar lo que ya fue refutado y a su vez pedir lo que se tendría que brindar de manera natural? Hasta el presente, la descendencia del General no ha dejado de funcionar como síntoma evidente de nuestros aciertos y equivocaciones. Clave y enigma que arrincona a las palabras de la nación contra las cuerdas de la ficción, intentando meterle golpes certeros a la literatura de estirpe elitista.
“El peronismo usa el método sentimental para contar su historia.” Puede ser que sí. También puede ser que no. En esa fricción, en esa ida y vuelta, la literatura se expone y vuelve a repensar –desde ella misma– lo que supuestamente se debería conservar –¿en el nivel político?– para beneficio del conjunto. ¿Por qué la literatura debería respetar figuras, emociones, posturas políticas o elecciones populares? ¿Por qué razón el peronismo necesita su propia literatura para justificarse o brindarse una narración de origen? ¿Por qué la parodia, la ironía o el pastiche son perspectivas negativas para diagramar cierto sector de la narrativa?
Peronismo y literatura: relación inquietante y abarcadora. Su proyección de sentidos muchas veces recorre caminos contradictorios que estamos obligados, una y otra vez, a repasar. Su historia es un laberinto de praxis, mitos, sangre, voluntad y renuncias. El peronismo es cuento, novela, ensayo, poema y diatriba. Escenario de nuestras felicidades y padecimientos. Un misterio que respiramos como artificio que nos mantiene vivos y nos ahoga a la vez.
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