Domingo, 5 de abril de 2015 | Hoy
En su último libro, El impostor, Javier Cercas cuenta la historia (real) de Enric Marco, un sindicalista español que decía ser víctima de campos de concentración nazi, mentira que fue descubierta en 2005. Para Cercas, la impostura de Marco es un reflejo de la España posfranquista que tuvo que crearse un pasado heroico durante la transición democrática.
Por Violeta Serrano
Enric Marco está enojado: Javier Cercas escribió sobre él. Han pasado años desde que el historiador Benito Bermejo desenmascarase su impostura. Exactamente nueve. Ese fue el tiempo que tardó Cercas en decidir publicar este texto. Uno de los que más insistió fue Vargas Llosa quien, cayendo en la cuenta de la trayectoria de la obra de Cercas, se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “¡Javier, tienes que escribir sobre este hombre!, ¿no te das cuenta? ¡Es un personaje tuyo!”. Atormentado por la duda y el miedo, ya que este libro no es nada fácil de afrontar, al final cedió: El impostor se publicó en noviembre de 2014 en España. Dice su autor que antes se lo pasó a Marco para que pudiera leerlo. Asegura que lo hizo y que entendió, lo cual no quiere decir que le gustara, aclara Cercas. De hecho, el mismo mes de la publicación de la obra, Gemma Nierga invitó al “impostor” a su programa de radio de la Cadena Ser Hoy por hoy, uno de los más escuchados del país. Los acompañaba, vía telefónica, un fascinado Juan José Millás que insistía en un dato crucial: “Enric, ¿tú te das cuenta de que esta es quizá la primera vez que estamos entrevistando no al autor, sino al personaje de una novela? Es maravilloso”. Pero Enric insistía en su bronca. “Parece usted más preocupado incluso que cuando le desenmascararon en 2005, Enric”, le advierte Nierga. Si fuese así, tal vez habría que darle la razón a Javier Cercas en su concepción de la literatura cuando afirma, una y otra vez, que ésta es más efectiva que la historia misma. Más aún, está convencido de que es imposible vivir sin ficción, porque forma parte de toda vida humana.
Pero, ¿quién es Enric Marco? Nació en un psiquiátrico en 1921: su madre, diagnosticada de esquizofrenia a los 32 años, nunca salió del manicomio, Enric, por su parte, creció como un pícaro: buscándose la vida. Se inventó varias, de hecho, y con su carisma y astucia le fue muy bien en lo que más anhelaba: no dinero, sino atención. Necesitaba patológicamente salir en la foto, aplausos, amor. Así, llegó a ser primero secretario general de la CNT, en el momento en que éste era uno de los sindicatos anarquistas más importantes de España; más tarde miembro de la Fapac, la federación de padres y madres de alumnos de Cataluña y, finalmente, presidente de la Amical de Mathausen, la asociación más relevante de ex deportados de campos de concentración de la Alemania nazi y su personaje más conseguido. Tanto es así que a punto estuvo de hablar delante del entonces presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, como sobreviviente de aquella infamia. Pero no pudo ser: le descubrieron. Llevaba años asegurando que había estado en Flossenbürg, en Baviera y que, antes de eso, había sido un ferviente combatiente anarquista en la guerra civil. Pero nada era cierto. O, al menos, nada lo era absolutamente: dice Cercas que toda mentira, para triunfar, debe estar edificada sobre porciones de verdad. Era cierto que Enric Marco había estado en Alemania, sí, pero en una cárcel, y en una circunstancia poco heroica: había viajado allí aprovechándose del convenio de trabajo que firmaron Franco y Hitler. Pero a Enric lo liberaron. Y no pasó mucho más. Sólo que volvió a su barrio tranquilo de Barcelona, algo que una personalidad como la suya no podía tolerar. Por eso se inventó un pasado heroico, un personaje de víctima que casaba muy bien, según asegura Cercas, con la industria de la Memoria Histórica, porque así la llama él: industria. Y si se lo apura, industria kitsch.
La novela El impostor quiere ser, además, un ensayo. Y doble. Por un lado, el autor insiste en su idea acerca de la fuerza de la literatura, de la capacidad de la ficción para construir dinamita en quienes la consumen, como de hecho ocurrió con la historia de Enric. Por otro lado, argumenta en contra de lo que en España sucedió con la Memoria Histórica. Dice Cercas que Enric Marco es el paradigma de esa España posfranquista en la que nadie quiso asumir que el dictador había muerto tranquilo en su cama. En vez de eso, cada cual se inventó una suerte de pasado heroico o, como mínimo, digno, y no indagó demasiado en lo que unos y otros dijeron que habían estado haciendo en ese tiempo. Enric exageró este comportamiento. Hizo creer que fue una víctima heroica, no sólo a su círculo más cercano, sino incluso al Congreso español, donde dio un emotivo discurso rememorando su estancia en Flossenbürg –ficticia, claro–. Enric Marco es, según Cercas, esa España que tuvo que inventarse un pasado falseado. Y luego, tras ese chasco que fue la transición donde, entre otras cosas, se optó por ocultar la mierda debajo de la alfombra, llegó el rédito político de la memoria histórica. Hubo un momento, opina Cercas, en el que traer al presente el pasado se convirtió en un negocio, se hizo kitsch, falso. Y Enric es la prueba viva de ello.
Siguiendo su ya tradicional forma de escritura, Cercas no le evita al lector el viaje hacia la propia construcción del libro. Transmite así la aventura de crear esta novela, con todo el trabajo de investigación que requiere. Esta vez inserta también a su familia: su hermana, su mujer, su hijo Raül y hasta a su psicoanalista, pero éste únicamente para explicarnos que ha dejado de ir, que ya se encuentra mejor o que, en todo caso, la literatura va a salvarlo. Como un mantra, durante todo el libro repite: “la ficción salva, la realidad mata”. Enfermo de realidad entonces, decide centrarse en Enric Marco, un hombre de carne y hueso cuya vida, sin embargo, es una ficción llevada a las últimas consecuencias. No duda Cercas en establecer un paralelismo con El Quijote; convirtiéndose él en una suerte de Miguel de Cervantes, piensa que, tal y como le pasó a Alonso Quijano El Bueno, así Enric Marco quiso salir de su vida fútil para inventarse otra llena de aventuras. Convertido a su vez en un intelectual, como el bachiller que convence a Don Quijote en su lecho de muerte de que en realidad es Alonso Quijano, así intenta Cercas poner a Enric Marco frente a los vericuetos que creó para idear a sus personajes. Toda una serie de astucias que Cercas esgrime frente a los ojos de un Marco destruido que llega a implorarle: “Por favor, déjame algo”. Cervantes decide salvar a su personaje: devolverlo a la realidad antes de morir. Para Cercas es imposible: Enric vive. Hoy tiene 93 años y aún afirma que si él no hubiese construido esa ficción a muchas personas le hubiese costado empatizar con el calamitoso pasado de Europa. Dice que sus “adornos” a la realidad fueron una suerte de énfasis. En suma, justifica los medios para llegar al fin. Para Cercas, esto es inadmisible. Pero, si es tan alto su sentido de la justicia, tan claro para él que la literatura es una bomba y que hay que tratarla con máximo respeto, ¿no ha sobrepasado él mismo los límites del pacto de ficción? Alonso Quijano existía en Cervantes, era fruto de él, pero Enric Marco no es producto de Cercas y, por lo tanto, éste no puede redimirlo antes de morir. La polémica está servida.
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