JORGE REPISO
Pródiga en historias insólitas y secretas, la política argentina tenía reservada aun una más. Esta vez ligada al radicalismo y el golpe de 1930 contra Hipólito Yrigoyen. Los Kennedy, de Jorge Repiso, reconstruye la vida de tres hermanos entrerrianos, descendientes de irlandeses, que hicieron lo imposible por reponer al presidente derrocado.
› Por Juan Pablo Bertazza
Podría decirse así: hay una relación directamente proporcional entre el talento de escritores argentinos poco conocidos de diversas épocas y la existencia de hechos históricos que, pese a su importancia, prácticamente se los ignora, incluso más allá de cuestiones de revisionismo, reescrituras de la historia y otros cambios de timón. Esa también quizás sea parte constituyente del ser nacional, algo así como una gran casa en desorden, plagada de pasillos, recovecos y habitaciones de cajones convulsionados en los que no paran de aparecer historias y personajes de toda calaña.
Hace algunos años ya, por poner solo un ejemplo, Eduardo Sguiglia –finalista del Dublin Literary Award y primer embajador argentino en Angola– contaba en Los cuerpos y las sombras el frustrado intento de ataque, en febrero de 1977, de un comando del ERP contra Videla y gran parte de su gabinete. Basta leer ese libro para sentir algo así como el escalofrío contrafáctico de la historia, al detectar aquellas pequeñas fallas que abortaron el operativo y evitaron, así, lo que hubiera sido un radical cambio en la historia argentina.
Y a propósito de radicalismo, si hasta hace poco se creía que el único hecho político digno de la década infame había sido la inspiradora actividad subterránea de FORJA, el periodista Jorge Repiso –autor de la biografía Kerouac para principiantes y jefe de investigaciones de la revista Veintitrés– trae novedades al frente: en Los Kennedy, una obra que complementa el trabajo periodístico con una escritura propia de la novela, logra contar la impresionante historia de tres hermanos oriundos de la Provincia de Entre Ríos (“un lugar que calló algunas historias a las que se llevó el tiempo”, tal como la define el libro) que dejaron casi todo por devolver al poder al derrocado presidente Hipólito Yrigoyen, primero apuntando a Uriburu y luego a quien resultaba aun más astuto y difícil de doblegar, su sucesor, Agustín Pedro Justo.
“Aunque no llegué a profundizar en ese sentido, el grado de parentesco es probablemente alto y a pesar de que por ahí no existan demasiadas relaciones a simple vista, quizás la semejanza entre las dos familias se pueda percibir en la tozudez y la voluntad que manifestaron para lograr sus objetivos” responde Jorge Repiso, cuando se le consulta acerca de la relación de parentesco (y, en ese caso, las eventuales relaciones que podrían establecerse) entre los hermanos de su libro y la familia que atravesó de lleno el poder y la tragedia estadounidense.
La primera vez que Repiso escuchó algún indicio de los Kennedy locales fue en la sala de maquillaje de un estudio de televisión, de boca –y a los gritos– del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín antes de entrar al aire, en respuesta a una serie de reproches que el periodista venía de hacerle a ciertos pactos y leyes aprobados durante su gestión, contrastando su decisión de plantarse, junto a otros tantos ciudadanos, contra los carapintadas: “Usted no me defendió a mí sino a la democracia. Pero sepa que no fue el único, jovencito. Cuando tumbaron a Yrigoyen, muchos salieron a defender el sistema. Pregunte por unos hermanos que pelearon en Entre Ríos”, bramó Alfonsín y, según recuerda quien a la sazón se desempeñaba como productor televisivo, luego de soltar esa frase Alfonsín volvió al sosiego, como si esa réplica hubiese tenido el valor de un vómito.
A pesar de esa aparente tranquilidad, por algún motivo Repiso no se atrevió o no quiso indagar demasiado en ese “hermanos” a tal punto que la frase constituiría para él cierto enigma que iba a revelarse muchos años después, cuando en la sobremesa de un encuentro con un amigo en la ciudad de Paraná, el periodista escuchó la historia de una revolución provincial llevada a cabo por tres hombres de apellido Kennedy. Ahí no solo hizo falta unir cabos y empezar a desandar la historia.
En esa considerable lista de ilustres argentinos de familia irlandesa (Guillermo Brown, Camila O’Gorman, French, Che Guevara y Rodolfo Walsh) habrá que hacerle un lugar, ahora, a estos tres hermanos patriotas cuyo abuelo, Henry Kennedy, se afincó en Paraná en 1836, proveniente de Filadelfia, en una época en que la provincia de Entre Ríos era tan fértil como accesible.
Tres hermanos que, siendo adultos precoces, se complementaban a la perfección pese a sus claras diferencias: uno tenía facilidad para las tareas campestres, otro para la oratoria y el último para la logística.
Y a pesar de su acomodada situación, no les importó arriesgarlo todo en honor a esos principios heredados de su madre Rufina, que coincidían con lo que ellos consideraban la lucha por la democracia. En concreto: contra la injusticia que había sufrido el viejo y peludo Hipólito Yrigoyen tras el derrocamiento que lo volvió prisionero en la Isla Martín García.
Hubo más de un intento –y, por supuesto muchos errores, que no pudieron evitarse– a través de los cuales los hermanos Kennedy quisieron devolverle el poder al Peludo, a tal punto que tuvieron que exiliarse del otro lado de la orilla, en Uruguay, donde poco antes de morir llegó a visitarlos especialmente Yrigoyen para agradecerles su heroica labor.
Además del inmenso valor documental que presupone, Los Kennedy es una novela muy bien escrita que sabe mantener el interés. Quizás porque no sólo ofrece la novedad de estos tres impensados hermanos sino que además, esa misma noticia, sirve para resignificar algunos aspectos de ese momento de la historia argentina.
Dicho de otra forma, está claro que Jorge Repiso recurrió también a la ficción para aproximarse lo mejor posible, por ejemplo, a las palabras que fueron encadenando ese brillante discurso contra el golpe de Estado que dio Eduardo Kennedy en París (“pude reconstruirlo en base a testimonios de descendientes, pero no fue difícil agregarle probables tramos habiéndome metido tanto en la personalidad y la manera de hablar de cada uno de ellos”, aclara el autor).
Pero no es menos cierto que su minuciosa investigación logra dar cuenta, además, del cruce entre estos tres hermanos y personalidades descollantes como Atahualpa Yupanqui, Carlos Gardel, Natalio Botana (que si bien desde la redacción de su diario Crítica fomentó el golpe, terminaría muy enemistado con Uriburu), Arturo Jauretche, Juan Domingo Perón (que les ofreció a los hermanos distintos cargos en el gabinete de su gobierno) y el propio Alvear que, pese a haber mantenido siempre una clara rivalidad con Yrigoyen, se terminó acercando. “Cada paso del libro me sorprendió, más teniendo en cuenta que en esa época muy pocos podían enterarse de lo que sucedía en la política y en la vida social del país porque, debido a la falta de comunicación, era una sociedad mucho menos homogénea que la actual, donde los chacareros se prendían en una insurrección al mismo tiempo que un cantor mostraba ante el mundo una cara totalmente inesperada del país. Los individuos, las clases y las familias estaban más compartimentadas y era muy raro que llegaran a cruzarse, pero en este caso sucedió y fue una excepción”, afirma el autor de este libro que viene a confirmar, una vez más, que vivimos en un país de excepciones.
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