GUILLEM MARTí
La Guerra Civil Española ha recibido en los últimos años la atención de escritores e historiadores, abordando aspectos pendientes o desconocidos de los hechos. En esta línea se inscribe ¡Quemen Barcelona!, un caso bien curioso: el parentesco de su autor, Guillem Martí, con su tío, el responsable de cumplir una ominosa orden del Komintern para dejar la ciudad incendiada antes de caer frente a los nacionales. Con este punto de partida, el libro transmite el vivo retrato de una ciudad que quiere seguir adelante aun en las peores circunstancias.
› Por Juan Pablo Bertazza
Varsovia, Londres, Nápoles y Hamburgo son algunas de las ciudades europeas que –además de las pérdidas humanas, por supuesto– más sufrieron las consecuencias de los bombardeos que nazis y aliados se intercambiaron durante la Segunda Guerra Mundial. En el otro extremo aparece, por el contrario, el histórico gueto de la ciudad de Praga, el único que sobrevivió por una causa realmente siniestra: los nazis dejaron intactas tanto sus sinagogas como el cementerio judío porque Hitler tenía la intención de conservarlos con el propósito de crear, en ese mismo barrio, lo que él mismo llamaría el “museo exótico de la raza extinta”. Tanto es así que, durante muchos años, los nazis fueron trasladando a la ciudad de Praga muchos objetos de valor que provenían de la cultura judía y que saquearon a lo ancho de todo el viejo continente.
Además de constituir una especie de prólogo o primer capítulo de la Segunda Guerra, la Guerra Civil Española no se queda atrás en cantidad de libros y películas que inspiró a lo largo de los años. Y también parece ser una gran caja de Pandora de donde salen siempre nuevos episodios y perspectivas, como el que sucedió en enero de 1939, días antes de la entrada del ejército nacional en Barcelona, una ciudad plagada de bombardeos que exhibía, con su rendición, la derrota de la república, el resultado de la guerra y sus nefastas consecuencias. En definitiva, cuando estaba todo perdido, surge aun algo peor: llega una orden del Komintern o Internacional Comunista de arrasar aún más la ciudad, aniquilando con toneladas de dinamita subtes y otros medios de transporte y, sobre todo, cortar de un tajo los centros de energía para estorbar un poco al enemigo, aun cuando el costo de esa sospechosa estrategia implicara la muerte de miles de civiles.
Apenas se enteró de semejante historia, el joven catalán Guillem Martí (que no es escritor sino licenciado en administración de empresas) supo que tenía que convertirla en libro: no sólo por lo atractiva que era sino porque el responsable de acatar esa decisión no era otro que su tío abuelo, Miquel Serra i Pàmies, miembro del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) y consejero de la Generalidad de Cataluña, el sistema institucional en que se organiza políticamente el autogobierno de la comunidad autónoma de Cataluña en España, y que existía antes del comienzo de la Guerra Civil.
Así las cosas, el sobrino nieto logró su cometido y pudo hacer realidad ¡Quemen Barcelona!, con la colaboración de Jordi Soler, que sí es escritor y quedó fascinado con la historia.
“Dicen que cuando las personas sienten que su tiempo se acaba, sus ganas de vivir crecen a medida que notan acercarse el momento final. Las ciudades no son muy distintas. A pesar del mal tiempo y de las pocas ganas de salir a la calle que han estado demostrando los barceloneses los últimos días, el domingo por la tarde, cuando las taquillas de los teatros levantan la persiana y la música empieza a sonar en el interior de los bailes y los cabarets, los locales se llenan aun más deprisa de lo que lo hacían en tiempos de paz”, cuenta la novela dando cuenta de ese clima digno del Titanic que hace sonar la música cuando el hundimiento empieza a pisar los talones.
Además de Miquel Serra, que abre y cierra la novela diez años después de los hechos narrados en el libro, en una fantasmagórica estación de micros de la ciudad de México, es cierto que la gran protagonista del libro es aquella ciudad mediterránea, con su Parque Güell y la zona portuaria y el barrio de La Barceloneta escurriéndose de las bombas, pero también brindando con sus laberínticos escondites un inmejorable refugio para dilatar y desviar la orden de los soviéticos.
En ese sentido, hay casi una humanización de Barcelona, ciudad que crea en algunos de los personajes de este libro un dilema difícil de resolver: “Si para salvar Barcelona tuviese que perderla a ella, ahora es más consciente que nunca, dejaría que la ciudad entera ardiese hasta los cimientos” y se convierte además en símbolo de los matices y complejidades que significaron los años de la Guerra Civil Española, sobre todo teniendo en cuenta la hostilidad con que los soviéticos trataron a muchos republicanos que habían dejado la vida en el conflicto bélico sólo por desobedecer algunas de sus órdenes.
Novela extensa y atractiva, de esos libros que conviene disfrutar de a poco, puede achacársele una rara contradicción: es cierto que trata con altura ciertos matices de la guerra civil pocos profundizados, aunque lo hace a partir de personajes demasiado lineales, como si hubiera una separación demasiado evidente entre buenos y malos. Dicho de otra manera, el libro busca evitar los reduccionismos a la hora de contar ese episodio de la Guerra Civil Española, aunque sucumbe a ellos para narrar las vicisitudes de Miquel, su esposa Teresa y Corbacho, un sargento desertor de Madrid que viene de ver morir de un tiro a su novia Paloma y que “siempre cuando está a punto de tocar el cielo algo le quita la tierra debajo de los pies”. Protegido por la pareja de Miquel y Teresa, poco después Corbacho conoce a Trini, una cantante que trata de huir a toda costa, a su vez, de los designios de su novio Lazarev, que la quiere llevar a Rusia.
Por el contrario, al ser muy poco conocidos tanto el episodio relatado como su héroe (al día de hoy el Ayuntamiento de Barcelona analiza bautizar una de las calles de la ciudad con su nombre), ¡Quemen Barcelona! logra un contraste atractivo entre la presencia continua de Miquel y la de otras personalidades emblemáticas de la época que aparecen casi a manera de sombras: Hemingway, Robert Capa, el periodista de The New York Times Herbert Matthews –que pasaría a la fama años después, al publicar, en 1957, una entrevista a Fidel Castro en Sierra Maestra– e Imperio Argentina, la actriz, cantante y bailarina cuya belleza es “una de las pocas cosas que consigue poner de acuerdo a las dos Españas irreconciliables”.
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