RESEñAS
La negación
RUNA
Fogwill
Interzona
Buenos Aires, 2003
144 págs.
POR ARIEL SCHETTINI
Es imposible decir qué es Runa, el último libro de Fogwill. Porque es uno de esos libros que solamente se pueden comprender muchos años después de su creación. Para eso está escrito, para la duración potencialmente infinita de su cuasi-relato. Y por eso está escrito en un tono ceremonioso y distante, como si se tratara de un relato bíblico o de una profecía. Se puede, sin embargo, decir todo lo que no es.
Runa está escrito como una narración antropológica de una civilización perdida o futura (vaya uno a saber), o como una crónica de viajes. En el prólogo hay una modesta explicación para la exposición de semejante cosmogonía: la invención. Y seguramente la invención sea el motor primero de toda utopía, pero Runa no es una utopía.
Desde hace muchos años, Fogwill, que es sociólogo y trabajó como publicista, escribe relatos que funcionan como tesis antropológicas argentinas, como crítica social o registro literario del espanto. Desde el descubrimiento de nuevos "tipos" sociales hasta la descripción minuciosa de la nueva clase media menemista, siempre hay en sus narraciones reflexiones acerca del lugar que ocupa en el hecho la narración misma del hecho: aquello que vuelve literaria la vida. Eso le da un tono experimental a su narrativa que sus poemas no desmienten.
Los libros del poeta Fogwill son versiones y reversiones de un mismo poema, como si en cualquier acontecimiento hubiera un núcleo verdadero e importante que lo volviera literario. Lo cierto es que se lo puede nombrar como uno de los últimos escritores argentinos que tratan de darle coto a su obra reflexionando siempre sobre las condiciones del relato.
Este libro, que no es narración ni es poema, tampoco es una excepción. Sin duda tiene antecedentes en Gulliver, la ciencia ficción y el "Examen de la obra de Herbert Quain" de Borges, pero también en fábulas y utopías tanto como en moralidades filosóficas y metafísicas como La República de Platón.
Como se trata de un escritor experimental, el libro da por sentado todo conocimiento sobre las utopías y procede a partir de su negación. Se habla de un pueblo o de un conjunto de pueblos (de un universo inventado) y se lo describe a partir de todas las imposibilidades, las faltas, las negaciones, las leyes que lo limitan y las diferencias que los niegan: esos pueblos no hacen, no cuentan, no pueden, no hablan, no saben, no cazan, no pueden armar un relato, no creen, no miran y no piensan. Con la consigna de que todas las acciones posibles sean negadas, Fogwill se propone, entonces, inventar una civilización. El resultado es una contrautopía inenarrable, fragmentaria, imposible. Una parábola sin moraleja, una antropología que no deriva en conocimiento, el relato de una sociedad que no puede contarse. El resultado final es una especie de crítica a toda antropología y también a toda narración.
Para completar ese cuadro impracticable, el texto viene ilustrado con una serie de imágenes rupestres, que no hacen sino introducir una variable más a la confusión de temporalidades que plantea un texto que, sin dudas, fue planteado para discutir sobre lo que el prologuista del relato llama "la escala humana" de las medidas de espacio y tiempo.
Éste, que es el primer texto en prosa de Fogwill que parece escrito con la lógica de sus poemas, tiene además como valor el hecho de que permite leer su libros anteriores (Los pichiciegos o Restos diurnos) bajo unanueva luz. Como si se tratara de un entomólogo que pudo hacer en sus narraciones una disección científica sobre el comportamiento de esos insectos a los que se decidió llamar seres humanos.