Dom 25.05.2003
libros

RESEñAS

Hombres en la picota

ArqueTipos
Diccionario de varones disponibles
Sandra Russo

Sudamericana
Buenos Aires, 2003
152 pág.

Por Martín De Ambrosio

No siempre la agudeza consiste en la elaboración de grandes sistemas de pensamiento, de grandes relatos o epopeyas históricas, sino también en advertir cómo funcionan las pequeñas cosas, las cosas cotidianas, aquellas que no necesariamente trascienden a la época. Esta segunda definición es la que mejor le cabría a la sensibilidad de Sandra Russo, que en este libro les toma el pulso a los hombres de la posmodernidad periférica argentina, o simplemente porteña. Así, desfilan en rápida sucesión desde los fracasos de un separado (“el recién separado es un sujeto en tránsito que se resiste a lo acolchado, a lo tibio y a lo rico, y que navega en las metáforas domésticas del fracaso”) hasta las formas de ser un hombre “ausente” (“son esos que de tener un hijo de nueve años pasan a tener uno de catorce, porque en el ínterin estuvieron muuuuuuuuy ocupados, atendiendo cosas taaaaaaaan importantes que un día advierten que aquel tesoro que clamaba por su Cajita Feliz se convirtió en un ricotero tatuado”).
Los “Arquetipos” de Sandra Russo —directora de Las/12 y editora de la sección Placer de Página/12— eran una columna semanal que se publicaba los viernes en la contratapa del suplemento “con mirada de mujer”. Y esa buena idea de definir —y reírse sin piedad de— peculiaridades, manías y exabruptos del hombre, siempre con una mirada femenina, se convirtió en un libro que logra captar con sutilezas las diferentes personalidades masculinas, y se constituye en un capítulo de la historia de la vida privada de estos tiempos.
En sesenta capítulos, sin siquiera “un miligramo de objetividad”, según confiesa, la autora destruye a “falsos candidatos”, “boy scouts” y “lights” por igual, a la vez que advierte sobre sujetos peligrosos como “el psicopatón”, que inocula temores que no existían, con elogios aparentes y arteros. Todo esto, además, con el efecto (político) secundario de que los hombres, habitualmente los analistas, los sujetos de cualquier análisis, se convierten en meros objetos, en referencia, en tema de conversación para el “sexo débil”. El menú, además, está sazonado con mucha madre culpable o causante de los traumas y complejos masculinos, mucho Superyó latente, y hasta alguno que otro reproche a Freud por postular aquello de la envidia del pene —sin ninguna “envidia inversa” para los hombres–.
Sandra Russo, como un Arlt posmoderno (o “post posmo”, como define el prólogo), tiene como gran virtud no renegar de su condición. Mientras en Arlt estaba claro su perfil urbano, miserable y producto del régimen conservador de la Década Infame, en estas “aguafuertes femeninas” de Sandra Russo no hay dudas de su carácter urbano, burgués (a veces en beligerancia) y con el menemismo cultural como karma e innegable herencia. Y hace de todo eso, junto con la inteligencia y la gracia, su gran virtud.

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