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Domingo, 16 de octubre de 2016

MARGARET DRABBLE

FUERAS DE SERIE

En La niña de oro puro, su novela número 19, publicada a los 75 años, la escritora y crítica inglesa Margaret Drabble aborda la situación de una “niña especial” en una comunidad cerrada. Y lo hace con un énfasis expositivo que traspasa los límites de la ficción, buscando interesar al lector en su tema y sus notables personajes, basados en hechos y personas reales.

 Por Laura Galarza

Nunca resulta fácil decidir si en agua helada hay que zambullirse o ir entrando de a poco. En este caso, Margaret Drabble (Sheffield, 1939) opta por la segunda opción para escribir sobre “niños especiales”, como se los comienza a llamar en la década del 70 aunque con mayor popularización del término ya en los años ochenta. Y más difícil resulta el tema después de que el Nobel Kenzaburo Oé escribiera sobre Hikari, su amado hijo hidrocefálico, en su abrumadora y sublime Una cuestión personal (novela que es citada por Drabble). O después de que Mark Haddon diera vida a Christopher Boone, el chico tan disruptivo como lúcido de El curioso incidente del perro a medianoche.

Basada en un hecho real y cercano a la autora, la diferencia crucial de aquellas obras con La niña de oro puro, es que no está contada desde una primera persona protagonista, sino desde el punto de vista de una amiga de Jess, la madre de Anna, la niña especial, y vocera de un “nosotros” de la comunidad donde viven. “Todos veíamos a Anna como una cosita preciosa, cariñosa, de buen carácter, con un conmovedor espíritu generoso y solícito. A una edad en que casi todos los niños pequeños se vuelven violentamente posesivos y codiciosos, ella estaba dispuesta a entregar sus juguetes”. La “niña de oro puro” es Anna, que como tantos niños especiales, no tiene un diagnóstico cierto una vez descartadas anomalías genéticas comunes, Síndrome de Down o Autismo. Lo que empieza a observarse en la comunidad en la que crece, un pueblo al norte de Londres, es que no hace lo que la mayoría de los niños. Anna no evoluciona. “Se quedó inmóvil. No se podía hacer un relato de su vida, no había trama. La idea de la evolución no era aplicable a Anna. Sucedían cosas pero no le afectaban”. En cambio, a Anna le gustan las cosas simples, de afectos directos y palpables. No capta las sutilezas ni tiene maldad. Se muestra extremadamente amable con los otros y rara vez se angustia. Como si ella misma fuera un estanque de aguas calmas.

El nosotros de la narración que representa a la comunidad opera muy efectivamente en la novela como un nosotros social. Y de este modo la vida de Anna y Jess, antropóloga y madre soltera, es vista desde afuera con una omnisciencia incompleta. En algunos tramos el lector sabe lo que siente la madre de “la niña que no creció jamás” y es capaz de experimentar empatía ante situaciones que le tocan atravesar como por ejemplo, el día en que ella se enferma, no puede levantarse de la cama y Anna queda a la deriva. Otra veces, la novela propone un derrotero más intelectual y distante, donde se analizan los hitos a favor de la integración de los enfermos mentales, como los avances de la antipsiquiatría; la ley de Penrose para “desencarcelar el alma idiota”; R.D. Laing el liberador que redefinió la locura; y el informe Warnock <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Informe_Warnock&action=edit& redlink=1> de 1978 a partir del cual “toda persona deficiente tiene derecho a la educación”.

En su entrevista para The Paris Review, Drabble, nacida en Sheffield en 1939, aceptó que sus obras son más de temas que de personajes y que tienen visos político-filosóficos. “No creo que la misión de la novela sea enseñar, pero no creo que sea simplemente entretener tampoco. Sí la de explorar nuevos territorios para ampliar el conocimiento del mundo. Y para iluminar lo que se ve”. La niña de oro puro es la novela 19 de Drabble y publicada a sus 75 años. La primera, A Summer Bird Cage, la publicó en1963 a los 24, luego de dejar la Royal Shakespeare Company, a la que había ingresado a los 20, para dedicarse a escribir. Por su producción literaria -que también incluye relatos, guiones y ensayos - recibió en 2008 la condecoración de Comandante de la Orden del Imperio Británico y en 2011, el Premio Golden Pen.

Nos enteramos por Drabble que Jane Austen tuvo un hermano que nunca fue integrado a la familia y vivió más de setenta años junto a un tío materno que también padecía problemas mentales en una aldea vecina. También la Nobel de literatura en 1938, Pearl Buck, tuvo una única hija, Carol, con fenilcetonuria y de la cual declaró que había deseado su muerte antes de que ella la sobreviviera. “Habría aceptado de buen grado la muerte de mi niña, y todavía hoy la aceptaría, pues entonces estaría a salvo por fin”. Arthur Miller, internó para siempre a su hijo con Síndrome de Down en un hogar al que ni siquiera menciona en su autobiografía. Doris Lessing (a quien no le gusta la obra de Oé, aclara Drabble que además es fan de Lessing) dejó a sus dos hijos cuando abandonó África pero se llevó al menor que padecía una discapacidad mental y escribió (es necesario traer a colación aunque Drabble no lo haga) El quinto hijo, una novela donde ese hijo nace deforme y amenaza con romper el idilio de una familia feliz y conservadora.

La niña de oro puro. Margaret Drabble Sexto Piso 293 páginas

Si bien La niña de oro puro está construida más en relación al tema de las diferencias que a la tensión dramática que se desprende de ella, hay un devenir de Anna y su madre. La niña se hace adulta y sus amigos de la infancia ya van a la universidad mientras ella apenas puede cuidarse sola. Jess ve condicionada su vida a la de su hija, y a pesar de que tiene diferentes parejas (luego del profesor casado con quien tiene a Anna) no logra armarse por fuera de la atención a su hija. Uno de los pasajes más logrados de la novela es cuando Jess visita Wilbletts, un centro lujoso mantenido por filántropos ricos, para decidir internar a una Anna ya adulta. En la ceremonia de bienvenida a esas familias especiales, en medio de un discurso bien pensante, los niños fuera de serie deambulan por allí oficiando de siniestros espejos. De repente alguien grita: “Todo esto es una puta mierda. No es más que un contenedor de pirados”. Entonces Jess se quiebra, “como si toda la fuerza que la había mantenido entera durante tantos años difíciles, colapsó y la abandonó”. Y el lector, que espera secretamente que ese quiebre no sea definitivo, se ve tentando de traer los versos de William Blake que cada vez cita Oé para darse fuerza frente al crecimiento de su hijo: “Si yo muero me alzaré de nuevo y tú conmigo”.

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