Dom 13.07.2003
libros

ENTREVISTA

Aquello que no está

Acaba de distribuirse El bien, la primera novela de Jorge Consiglio, premiada en España como mejor opera prima en el 2001. Una historia donde el mal está en el centro de la escena (política y social) y el bien hay que buscarlo en otra parte.

POR MARTIN DE AMBROSIO

A poco de andar en El bien –primera novela de Jorge Consiglio que por estos días Norma distribuye en la Argentina–, el lector advierte que precisamente el bien es aquello que no está. En la novela, los personajes deambulan entre la sordidez suburbana posmoderna y la violencia gratuita, en la que caen sin saber muy bien qué están haciendo, víctimas, a la vez que –de algún extraño modo– inocentes victimarios. Se golpean y se matan, con desgano, casi por hastío existencial, como sacudiéndose el tedio. Consiglio (Buenos Aires, 1962, Licenciado en Letras por la UBA), en diálogo con Radarlibros, asegura que en el tratamiento que eligió hacer de la violencia hay dos instancias. “Una violencia discursiva, un poco soterrada, que pasa por dos personajes que buscan constantemente la palabra artera que pueda dañar al otro. Y una violencia mucho más concreta, como cuando torturan a un perro, o la muerte del alemán, o el enfrentamiento a puños de Eamon y Bodart. Quise reflejar las dos instancias de lo que sucede en Argentina; por un lado la violencia discursiva por parte del poder, la mentira y la coima, y por otro lado la violencia muy clara en las calles: robos, miseria y policía reprimiendo”.
Consiglio también ha publicado dos libros de poesía –Indicio de lo otro (1986) y Las frutas y los días (1992)– y un notable libro de cuentos -Marrakech (1998). Con El bien obtuvo el IV Premio Opera Prima Nuevos Narradores (España). En 2001, navegando por Internet, Consiglio se enteró de la existencia del premio español Opera Prima y decidió enviar por correo electrónico su obra sin pensarlo demasiado. Tres meses después, a vuelta de mail, le llegó la noticia de que había resultado ganador y que le daban la posibilidad de hacer algunas correcciones antes de la edición española.
Consiglio no es un escritor de tiempo completo: “Más que nada trabajo en la fisura, levantarme a las 6 y escribir hasta las 8 y media, que es cuando me tengo que ir a trabajar”. O entre cliente y cliente, porque Consiglio es vendedor de un laboratorio farmacéutico. “La novela fue escrita por la mañana en mi casa y por la tarde en infinitos bares. Mi escritura es fragmentaria, porque las condiciones en las que produzco lo son.”
¿Dentro de qué tradición literaria ubicaría a la novela?
–El bien fue tomada como una novela negra, pero no es del todo una novela negra porque también tiene otros ingredientes. Por un lado, hay elementos de la novela negra, como el tratamiento de la violencia, el clima de pérdida o personajes que son perdedores. Pero también hay otros elementos. Creo que por haber trabajado mucho en poesía volqué algún peso lírico en la novela; no en el tratamiento del discurso sino en la inserción de ciertas imágenes que a veces no tienen resolución y sólo sirven para mostrar un mar de fondo. Por otra parte, a mí me gustan mucho los existencialistas franceses, o la literatura de Onetti y Arlt, y norteamericanos como Faulkner y Carver. Por eso me parece que esa cuestión existencialista también está igual de presente o más que la literatura negra americana. Además, me parece que el género policial está para ser transgredido. Me parece que no se pueden escribir hoy cuentos policiales tradicionales... o al menos a mí no me salen.
Si hay algo que no está presente en la novela es el bien, pese al título (que supongo que se debe a una busca irónica).
–No lo pensé como un título irónico, sí contradictorio. El bien, como título, sirve como contrapeso a lo que es la novela, como una especie de justicia poética. De algún modo, la intención es darle alguna entidad al bien. Uno define por ausencia.
¿Se puede lograr una definición meramente negativa de algo? ¿Se puede conocer el paraíso, sólo con una definición precisa del infierno?
–Creo que no. En realidad, el bien también está en la novela. Y de este modo: a pesar de la incomunicación, lo azaroso y la violencia, en algunamedida los personajes guardan utopías todavía. Creo que no es una novela totalmente nihilista o pesimista. Además quedó el final abierto, y eso es un escape que muestra una salida posible. O sea: no se define totalmente por lo negativo. Lo bueno está guardado, recóndito y secreto, necesita búsqueda. Hay que raspar, explorar sobre la superficie de lo malo. El bien no es una cosa obvia, ni que se pueda dar por sentada. Lo obvio, lo natural quizás son las conductas perversas. Y ahí tal vez estén los elementos de la realidad.
Los personajes no están definidos de ninguna manera, les pasan cosas que no pueden manejar, son como títeres manejados por quién sabe qué o quién.
–Sí, de hecho los nombres de los personajes son nombres que dan la idea de vacío de significado: Eamon, Grace, Bodart, son como especies de señor X, o señor K de Kafka. Son muñecos que se mueven a la deriva. Son personajes apocalípticos.
La novela plantea a la violencia urbana como una consecuencia de la posmodernidad globalizadora.
–Sí, incluso me parece que lo que muestra la novela (paisajes suburbanos, decadentes, de mucha chapa, de construcciones grises) tiene mucha más belleza que las postales posmodernas de shopping, que reprimen la violencia... o la ejercen de otro modo. Por otro lado, lo suburbano me parece cargado de magia, cargado de literatura. Creo que eso es lo que tengo que incluir en mi literatura, lo escondido, lo mágico, lo íntimo que guarda una otredad que toda esta globalización suprime, deja sin tonos.

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