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Domingo, 27 de julio de 2003

ENTREVISTA

Un viaje de ida

Todos los días de vacaciones de invierno permanecerán abiertas las puertas de la 14ª Feria del Libro Infantil y Juvenil. A continuación, Radarlibros habló con su directora para saber qué pueden encontrar allí los chicos y sus padres.

Por Jonathan Rovner

Niños martillando, ensamblando piezas de madera; niños pintando sobre pequeños bastidores montados en pequeños caballetes; niños que le escriben un mensaje a otro niño, desconocido y conjetural, llevándose a cambio el mensaje de un tercero que antes ocupó su lugar. Niños cocineros, niños murgueros, niños escritores. Niños que, bajo la excusa de disfrutar su infancia, se apasionan por los frutos de la imaginación y el desarrollo de sus facultades intelectuales. En definitiva, un mundo casi inconcebible, en el que los adultos parecen estar allí sólo a los efectos de promover el asombro y, en el peor de los casos, controlar sus desbordes.
En un contexto en el que la infancia parece cada día más obnubilada por los límites de la educación y las extralimitaciones del mercado, puede resultar extraña la idea de una Feria del Libro Infantil y Juvenil, en la que, a diferencia de de lo que ocurre con la de los adultos, el protagonismo lo lleven, finalmente, los libros. Y no obstante, por inimaginable que resulte, esa situación y ese espacio existen de hecho y durante estas vacaciones, todos los días de 14 a 20, en el ex Centro de Exposiciones de la Ciudad, en Figueroa Alcorta y Pueyrredón.
En gran parte, la responsable de este evento es Ana María Miller –Kuki para todos los que la conocen–, una señora pelirroja, de impactante contextura física y mirada intimidante. Muy reconocidos en el mundo editorial, Kuki y su marido, Daniel Divinsky, dirigen la ya mítica Ediciones de la Flor. Kuki, a su vez, preside desde hace años la comisión de la Fundación El Libro encargada de organizar la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Con ella dimos la vuelta completa al recorrido que allí se plantea. “La feria del libro, desde hace unos tres años hasta el día de hoy, ha dado un salto tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. Hoy contamos con más de 80 expositores y se espera una concurrencia de trescientas mil personas para este año.”
Organizada casi a la manera de un parque temático, la Feria tiene por eslógan la frase “viajar en libro”. Por eso la mesa de informes se parece al mostrador de una aerolínea, con la chica vestida de azafata y las paredes aparecen pintadas con motivos alusivos al viaje en tren. El recorrido se inaugura con la imagen de un gigantesco libro abierto, en el que, con fondo de mapa, puede leerse la inscripción: “Había una vez un libro, érase una vez un viaje”.
La presidenta nos explica el porqué de esta homologación: “No es fácil hacer que los chicos se interesen por el libro. El libro es para ellos, chicos, una cosa densa que les recuerda más a lo escolar, lo obligatorio y que, encima, tanto en la casa como en la escuela, se los obliga a tratar con un excesivo cuidado. Que no se doble, que no se rompa, etc. Entonces es difícil que un chico se acerque a los libros por su propia iniciativa. Por eso, lo que aquí tratamos es de lograr que los chicos recuperen el interés por los libros, a partir de generarles una situación más distendida y lúdica, en la que puedan jugar, divertirse y, entre una cosa y otra, acercarse a los libros por su propia curiosidad y no porque los están obligando”.
En efecto, el paseo que ofrece la 14ª Feria del Libro Infantil y Juvenil responde a un diseño que alterna las actividades recreativas con la oferta editorial y las propuestas de distintas instituciones públicas y privadas que brindan su apoyo al evento. Así, hay un stand de la AFIP, en el que se ofrece el Tribukit, un juego en el que se aprenden las ventajas de la puntualidad tributaria y los peligros de la evasión. Edenor, en cambio, ofrece constantes talleres de “ciencia divertida” y Maggi brinda auspicio e infraestructura al stand de Pequeños Chefs –uno de los más concurridos de la Feria– en el que los niños aprenden a amasar y hornear panes que luego llevan a la casa para beneplácito de su familia. Preguntada sobre su propio gusto por los niños, Ana María Miller, luego de trabajar durante todo el año para lograr estas tres semanas de Feria, no pudo ser más sincera: “Un ratito, creo que la naturaleza es sabia, por eso es que hay un momento de la vida para cada cosa. Yo fui maestra, hace ya unos cuantos años y fui sarmientina, durísima”. Hoy ese rigor aparece puesto al servicio de la organización de un evento ejemplar.

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