RESEñA
Busco mi destino
Vuelo triunfal
Miguel Vitagliano
Tusquets
Buenos Aires, 2003
348 págs.
Por Lautaro Ortiz
En la portada del libro, la imagen de Evita presenciando un luminoso amanecer establecería una primera dirección de lectura para abordar la última novela de Miguel Vitagliano que, además, transcurre en la Argentina de la posguerra bajo la impronta de un peronismo que lleva adelante una suerte de impulso tecnológico, a través de la creación de la Fuerza Aérea, la industria aeronáutica y la investigación de materiales atómicos.
Pero esa mirada inicial terminaría resumiendo la historia de tres jóvenes (Eduardo Salviatti: piloto de la flamante Fuerza Aérea; Lucio Tranjo: periodista incipiente de una célula opositora al gobierno, y Elena Navarro: una joven madre, atrapada entre el amor de los dos adolescentes), en el simple relato de una lucha de opuestos: peronismo vs. antiperonismo o régimen versus nueva sociedad.
La novela de Vitagliano –profesor de Letras y autor, entre otras, de Posdata para las flores, El niño perro y Los ojos así, esta última ganadora del premio Anna-Seghers-Preis en 1996– es antes que nada la historia de una iniciación. A golpes de realidad, tres adolescentes descubren, simultáneamente, el verdadero rostro del amor y el campo ideológico donde se mueven.
Vuelo triunfal propone un ida y vuelta entre lo privado y lo social: la comprensión de los discursos políticos son puerta de acceso para discernir el destino personal. El futuro de un país también depende de la claridad de pensamiento de sus hombres.
A medida que los tres personajes comprenden el papel que les ha tocado jugar en la historia, abren los ojos a sus propias vidas y la exploran. El piloto que realiza viajes desde Buenos Aires a Bariloche (donde se ha instalado un laboratorio de energía nuclear) traslada, sin saberlo, cargamento para los experimentos atómicos que Perón impulsa y proyecta para el país. Descubre los motivos de sus misiones a través de las enseñanzas de Mauro Cepeda, instructor de vuelo, encargado de transmitirle al piloto la visión peronista. Sus enseñanzas, a modo de un brujo, son siempre simbólicas. A bordo de una flamante nave aérea creada por el gobierno (un DL “con la bandera nacional, y el sol fuerte pintado en el centro de la deriva”), el primer contacto del maestro con su discípulo es frente a la imponencia de un eclipse (un cruce de fuerzas): “No se quite las antiparras y disfrute”, aconseja Cepeda. “Es sólo un instante, un soplo, un regalo de Dios para que contemplemos aquello ajeno a la vista de los mortales. Vamos a tener que esperar casi veinte años para ver el próximo y quien sabe si tendremos una posición tan privilegiada, es lo más cerca que un hombre puede estar de Dios y de su secreto infinito”.
Lucio entenderá el mundo de la mano de Merino, director de la Biblioteca Obrera Almafuerte, quien encabeza los ideales de una nueva sociedad pensada por grupos antiperonistas. Será el anciano quien aproxime a su joven ayudante a las bases teóricas de los opositores. Ambos maestros -Merino y Cepeda– funcionan como llaves para que los dos jóvenes accedan a la compresión de la realidad.
En el medio está Elena, una joven madre, testigo de los discursos ideológicos que representan sus hombres. En esa contradicción, en esa grieta de los opuestos, el personaje femenino descubre su verdadero lugar y vislumbra –como la Evita de la portada– el futuro. Frente a losideales y a los discursos de poder, ella encarna el verdadero conflicto humano: la posible realización de los sueños. Su aprendizaje, solitario y basado en la observación de sus pretendientes, es un lento viaje hacia el pasado y el presente buscando descifrar su identidad.
Equilibrada, sin grandes sorpresas, previsible por momentos, ingeniosa por instantes, Vuelo Triunfal corre detrás de una enseñanza, de una comprobación: ser dueño del destino tiene un precio, vivir.