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La voz de los sin voz
Raudamente y de mal humor, Gayatri Chakravorty Spivak pasó por Buenos Aires para hablar de poscolonialismo y estudios sobre subalternidad, las áreas de las que es reconocida autoridad.
Por Verónica Gago
¿Qué percepciones invaden a una mujer hindú, como la teórica Gayatri Chakravorty Spivak, cuando ingresa a una ciudad europea, realizando el trayecto que va de las afueras hacia el centro, mientras el color de los cuerpos se va “emblanqueciendo”, hasta hacer desaparecer aquellos colores que teñían los suburbios? ¿A qué naturaleza responde esta particular disposición urbana que distribuye a los hombres y las mujeres según dinámicas de centro-periferia, de exclusión-inclusión?
La pregunta de Spivak se vuelve otra: ¿cómo explicar, ante esa política de invisibilización, la resistencia de los cuerpos que logran volverse inevitables?
Este manojo de interrogantes fueron los que expuso esta reconocida intelectual en la única conferencia que dio en su breve paso por Buenos Aires, en el encuentro organizado por el área Queer del Rojas y el grupo feminista Ají de Pollo en el Museo Roca. El relato era el de su propia mirada, consagrada, como conferencista invitada en uno de sus tantos viajes. Imagen que, volcada sobre sí misma, Spivak intentó problematizar: ¿qué significa para una académica de una de las universidades norteamericanas “más poderosas del mundo” hablar sobre los sujetos subalternos?
Spivak nació en Calcuta en 1942, durante la guerra de independencia. Hija de una familia india de clase media alta y educada en un colegio cristiano –una formación no convencional para la India–, ella recuerda de manera decisiva su participación en una organización popular de teatro que combatía la presencia de una estética colonial tras el proceso de descolonización. Estudió Artes en la Universidad de Calcuta y más tarde siguió su carrera en Estados Unidos. A mediados de los 70, Spivak tradujo al inglés el libro de Jacques Derrida De la gramatología (1967), lo cual la ligó con su método deconstructivo que ella ha llevado a la crítica literaria y a sus estudios feministas. En 1985, Spivak escribió un artículo titulado “¿Puede hablar lo subalterno?”, donde analizaba los comentarios realizados en Europa y Estados Unidos sobre el suicidio de una joven que se arrojó a la pira funeraria de su esposo siguiendo un rito tradicional hindú, para demostrar el imperialismo de los discursos filosóficos occidentales. La crítica alcanzaba a autores tales como Gilles Deleuze y Michel Foucault.
Desde entonces hasta ahora aparece clara una de sus preocupaciones: ¿mediante qué procesos los estudios post coloniales pueden reinscribirse y devenir en un neocolonialismo? O como lo dice uno de los comentaristas de Spivak: ¿es el post colonialismo un discurso académico e institucionalizado del primer mundo que clasifica e indaga con modos coloniales similares a los cuales pretende desmantelar?
Los trabajos de Spivak no han sido traducidos al castellano, aunque puede encontrarse una traducción realizada en Bolivia y que circula por internet de un extenso artículo suyo que presenta una compilación de trabajos del Grupo de Estudios de la Subalternidad, del cual ella participa.
Más recientemente, Spivak sostiene una polémica con el marxismo autonomista italiano que aparece reseñada en el libro Imperio, de Toni Negri y Michel Hardt. Spivak cuestiona que figuras productivas y subjetivas tales como la de “obrero social” no abarcan al tercer mundo. En términos más amplios, Spivak objeta a las categorías que intentan homogeneizar procesos radicalmente diversos. De hecho, esta crítica la extiende a la “resistencia global”, cuando ésta confía en un “gesto único y espectacular” como el de interrumpir un encuentro mundial más que en un “sabotaje minucioso” y en “formas de resistencia micro”.
En una entrevista reciente publicada en Italia, Spivak asocia esta estrategia a la “parabasi” del teatro griego antiguo: el término designa la astucia de una figura al margen de la escena que intenta correr la atención de la escena principal y sabotearla. Un sabotaje que no viene de la “circunferencia externa” del centro, sino del suelo, de la base de la escena. Spivak dice allí que confía en una “parabasi” subalterna.