Dom 21.12.2003
libros

Campo intelectual

› Por Daniel Link

La historia de Punto de Vista. Revista de cultura ha sido contada muchas veces, incluso desde estas páginas, de modo que mejor sería celebrar su permanencia desde otra perspectiva.
Sería difícil dar cuenta de un proyecto colectivo a partir de lo que piensa uno de sus integrantes. Sobre todo en el caso de un colectivo como el que hace Punto de Vista, porque sus miembros dicen que si algo caracteriza a esa redacción es la diversidad de puntos de vista y la tendencia a confrontarlos.
Así, a la hora de saber qué ha significado Punto de Vista en la historia de la cultura argentina y cómo evalúan sus integrantes su posición dentro de ese colectivo, Radarlibros pidió reunirse con el actual consejo de dirección de la revista: Beatriz Sarlo, su directora, Carlos Altamirano, Adrián Gorelik, Hilda Sábato y Hugo Vezzetti. María Teresa Gramuglio, de viaje, estuvo ausente, lo mismo que José Aricó (1931-1991), cuyo espíritu integra el colectivo desde hace más de diez años. A continuación, fragmentos de una larga conversación sostenida en la redacción de la revista sobre cómo y por qué Punto de Vista es la decana de las revistas culturales independientes.

Sus orígenes
¿Qué pensaban que hacían cuando empezaron con la revista?
Hugo Vezzetti: La idea de qué es lo que estábamos construyendo era muy difícil de pensarla en la medida que tampoco sabíamos muy bien qué es lo que iba a suceder. Por lo menos, hablamos del ‘78...
Carlos Altamirano: ... hasta el ‘80...
Beatriz Sarlo: ‘80, digamos. Después, efectivamente, ya había un rumbo diferente. Entonces el elemento defensivo, el elemento de resistencia, cede un poco y se impone lo que sería la revisión de nuestro propio pasado político (todos veníamos del marxismo revolucionario) y de nuestra propia formación.
Altamirano: Yo creo que, hasta 1980, la percepción que tenemos colectivamente es que la dictadura iba a durar mucho más de lo que duró. Por lo tanto, la estrategia era a largo plazo. Lo que ocurre en el ‘81 es que el cambio de Videla por Viola nos hizo decir a nosotros: “mirá, acá, simplemente por la necesidad que tiene la dictadura de establecerse un poco más en la sociedad, va a abrir un ámbito de mayor tolerancia”. En ese contexto, Beatriz escribe el primer editorial de la revista, una declaración más explícita de identidad y de establecer una genealogía. Y eso más o menos dura hasta la debacle de 1982, hasta Malvinas, ¿no? El otro momento, antes de entrar en la era alfonsinista, fue ese período en el cual nos planteamos si Punto de Vista continuaba o no en democracia.
Sarlo: Para nosotros fue siempre muy claro: nosotros no queríamos una financiación universitaria para Punto de Vista, porque pensábamos que era importante mantener esa independencia, que es la independencia del campo intelectual. Creo que de esa época quedan pocas revistas verdaderamente independientes. La revista de Castillo, que cada tanto resucita, El ojo mocho, el Diario de poesía, una revista con la cual Punto de Vista tiene muchísimas relaciones de amistad. Eh... Hay algo que es difícil de comunicar, pero... Punto de Vista podía estar en riesgo en los años de la dictadura, la podían sacar en cualquier momento, era bastante peligroso hacerla, en el sentido de que requería que por lo menos los que la hacíamos de manera más directa viviéramos en condiciones de clandestinidad, porque si no hubiera sido impensable. De hecho, a quienes financiaron los comienzos de Punto de Vista (integrantes del Partido Vanguardia Comunista), los mataron a todos en agosto del ‘78, o sea que... sin duda, eso podía pasar también con nosotros. Pero mantener la idea de que la revista tiene un sentido hoy es más complicado. En un campo donde, por un lado, los medios han tenido una enorme transformación, y que son medios que interpelan de manera muy activa a los intelectuales –es difícil recordar un momento histórico en el cual los intelectuales hayan sido tan activamente convocados por los medios–, y por otro lado donde la Universidad se ha convertido en una plataforma donde también se desarrollan desde los intelectuales más viejos a los más jóvenes. Pero yo creo que la cuestión es hoy mantener abierto ese lugar público, no institucional que es Punto de Vista, y sobre todo demostrarse a uno permanentemente que tiene sentido mantenerlo. La revista cumple 25 años, y yo tengo la sensación de que su supervivencia tiene que ver con su independencia respecto de la academiay de los medios masivos. Yo creo que éste es el problema de la revista, creo que es el mismo problema que encara El ojo mocho, por nombrar otra revista con la cual uno podría decir que hay como una especie de diálogo polémico implícito.

De cultura, ni hablar
La primera y la última parte de la charla tuvo como eje la política argentina. La dictadura (que pese a haber sido el contexto de apenas una quinta parte de la vida de Punto de Vista, le da un nítido perfil hasta hoy), la democracia y los debates que desencadenó y, sobre todo, la relación de tenso optimismo que mantiene Punto de Vista con la actual gestión presidencial. Pero un poco por lo que venía diciendo Sarlo, y también por otras consideraciones de Vezzetti a propósito de la revalorización de la autonomía de la cultura, nos pareció oportuno preguntar qué idea de la cultura tiene Punto de Vista, qué es lo que Punto de Vista piensa que es hoy la cultura...

(Silencio)
¡Vaya!
(Risas)
Sarlo: Vos creías que nos íbamos a atropellar...
Altamirano: Yo creo que, digamos...
No me vengan a decir “yo lo sé pero no lo sé explicar”.
Vezzetti: “Yo sabía pero me olvidé”.
(Risas seguidas por un silencio)
Sarlo: Yo creo que si se examinan los últimos 10 años, yo diría desde la incorporación de Adrián (Gorelik) y un poco hacia atrás, unos años hacia atrás, uno puede ver cuáles son los campos que la revista contribuyó a fortalecer como campos de pensamiento en la cultura. Yo creo que la revista ha sido muy fuerte en lo que tiene que ver con la reflexión de cultura urbana, por ejemplo. Creo que en los últimos 5, 6 años, rodeando la revista hay gente muchísimo más joven que nosotros (o no tanto), que está desarrollando una forma de pensar el cine que me parece que no se confunde ni con la crítica académica de cine ni con la reduplicación que hace la crítica de los medios. O sea que ahí uno podría decir que hay dos zonas, como son la cultura urbana por un lado y el cine por el otro, que no fueron clásicos de la revista en su comienzo, y que son, en principio, la obsesión personal de algunos miembros, es decir, de Adrián (Gorelik), muy fuertemente, de Rafael (Filippelli) que acerca a toda una cantidad de gente más joven y que sensibiliza la revista hacia dos áreas, digamos, que me parecen importantes. Es decir, la revista arma ahí una especie de sintaxis con algunos temas que me parece que la van marcando. Eso me parece fundamental; si la revista no estuviera en condiciones de generar nuevas relaciones intelectuales, la revista envejecería de manera lamentable. De ahí que, para mí, la incorporación de Adrián es una incorporación capital, en el sentido de que genera nuevas relaciones intelectuales, la ampliación del consejo de redacción, donde está Federico (Monjeau), donde está Rafael (Filippelli), Ana (Porrúa)...
Una de las obsesiones de Punto de Vista, tiene que ver con el problema de la autonomía de la cultura. Es decir, tratar de encontrar herramientas que permitan describir la cultura como un universo autónomo (Bourdieu, Williams, etc.). Y paralelamente la revista parece, también, permanentemente obsesionada por la política, es decir: al límite, ¿no? Entonces, ¿cómo se da esa relación entre cultura y política?
Vezzetti: En principio no se da de un modo programático. Me parece que el silencio (se ríe) que se hizo ante la pregunta de qué es la cultura algo quiere decir, ¿no? Y bueno, no tenemos una respuesta. Digamos, no tenemos respuesta porque no tenemos tampoco una aproximación global.
Lo que aparece son ciertos núcleos muy fuertemente ligados con lo que los integrantes de la revista, digamos, han ido encontrando, haciendo, produciendo. Y yo diría que en esos núcleos se encuentra una relación con la política que tampoco parte de una definición global o de una posición programática. Yo puedo poner en mi caso lo que significó el trabajo sobre los temas de historia y memoria, ¿no? De algún modo la revista –no sólo yo– empieza a trabajar sobre esa temática, a partir del Juicio a las Juntas, ¿no? Pero fijate que, por ejemplo, para mí, una toma de posición sólo la consigo con mi libro (Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en Argentina), muchos años después.
Altamirano: No me resulta fácil contestar la pregunta, porque hay algo que se desprende..., cuando en Punto de Vista se habla de cultura, se refiere a la cultura intelectual, a la cultura del mundo intelectual, del mundo de los intelectuales. Quiere decir que hay una cosa que está excluida de manera sistemática, ¿no? La cultura de masas no entra ni como objeto de segregación siquiera. Ese es un rasgo que caracteriza a Punto de Vista desde su nacimiento hasta la actualidad.
Vezzetti: El alto modernismo...
Altamirano: En lo relativo a la cuestión política, que ha sido una de las razones de discusiones dentro de la revista, en general, la persona inclinada a sostener que Punto de Vista tiene que tener una palabra y una posición sobre todo es Beatriz, y la persona que piensa que no, soy yo.
Insisto en señalarles algunas contradicciones. Por ejemplo, Sarlo insiste en destacar la cultura urbana, y Altamirano dice: “pero no la cultura de masas”. Pregunto: ¿cómo se puede hoy disociar cultura urbana y cultura de masas?
Gorelik: En la práctica que hacemos unos cuantos de cultura urbana, efectivamente enfocamos fuertemente la cultura urbana como un problema de la cultura intelectual. Y si vos seguís, digamos, los análisis que hacemos, lo que está puesto en el foco son hitos centrales de la cultura intelectual... Los hechos materiales se abren, digamos, a un mundo mucho más vasto que el de las representaciones, pero de todas maneras, en la cúspide de ese diálogo hay hechos intelectuales, hay hechos de la cultura intelectual.
Hilda Sábato: En el momento de la transición salieron algunos artículos vinculados a cultura popular, pero la visión o el recorte era, de nuevo,la representación intelectual de esos procesos, ¿no?
Parecería que ahí hay como una confianza en las representaciones de los intelectuales, cuando, por lo menos desde mi perspectiva, más bien habría que desconfiar por principio de las representaciones de los intelectuales, ¿no? La cultura urbana de hoy parece ser otra cosa que las representaciones de los intelectuales...
Gorelik: Más o menos. También es otra cosa; siempre es otra cosa, pero el análisis no es un análisis que va, digamos, en la corriente y en la ola, para decir que lo que dijeron los intelectuales sobre la ciudad está bien. Sino, justamente, el análisis busca entender eso, busca entender particularmente que la ciudad, digamos, como un hecho mucho más vasto, suele permanentemente desmentir y cuestionar esas representaciones, pero no puede ser representada sin ellas, incluso en esos términos más vastos.
Sábato: Además, lo que vos ponés en términos de confianza, también puede ser puesto en términos de reconocimiento de nuestros propios límites, es decir, yo creo que hacemos lo que creemos que mejor podemos hacer.
Sarlo: Yo diría que más que en términos de confianza, hay que pensar en términos de desconfianza. Especializarse en representaciones intelectuales, desde la perspectiva que de alguna manera se hace en Punto de Vista, lo que marca es la desconfianza frente a esas representaciones, la idea de que deben ser sometidas a crítica, a análisis. Seguramente esto sí uno tenga que reconocerlo como un rasgo de la revista: la revista renuncia a la etnografía cultural. Algunos de nosotros practicamos la etnografía cultural en otros ámbitos, periodísticos o incluso en libros. Pero la revista en sí misma renuncia a esa perspectiva de etnografía cultural. Quizá porque la revista se examina permanentemente en relación con esa categoría ideológica que ha atravesado la historia argentina, que es la del populismo. Y la etnografía cultural viene como permeada y atravesada con esa disposición ideológica de buena voluntad que se ha llamado populismo.
Ya que hablamos de esto, así como parece haber un debate explícito con el populismo, o como dijo Sarlo antes, un debate implícito con El ojo mocho, ¿con qué otros grupos o con qué otras revistas se podría establecer vínculos de parentesco o de disidencia?
Sarlo: En toda una etapa, Punto de Vista estuvo marcado por un debate con el nacional-populismo, porque es lo que Punto de Vista traía desde atrás... Incluso yo creo que llevamos ese debate hasta los primeros años de la democracia, cuando de alguna manera la forma, la primera forma de ese debate ya estaba saldada. Teníamos la idea equivocada de que teníamos que terminar de clausurar el debate con esas posiciones, cuando en realidad esas posiciones iban a aparecer transformadas en la transición, en una especie de populismo de mercado, populismo masmediático, que no era la forma que tenía en los años ‘70.
En lo que se refiere a sus intervenciones en el campo estético (literario, cinematográfico, musical), las intervenciones de Punto de Vista se hacen desde la perspectiva que Carlos (Altamirano) decía: una cultura de intelectuales, y yo diría del arte de los letrados, del arte, efectivamente, que circula en los medios más específicos y mejor preparados para su relación con él. Y yo diría que sucede lo mismo en el campo literario. O sea que ahí habría como una múltiple sustracción al efecto de igualación populista en el campo de la cultura. Por la cual, sin duda, Punto de Vista es criticada con justicia; quiero decir, si se la critica por esto, es criticada con justicia.
Claro, a eso iba, a la pregunta sobre cómo sobrellevan ustedes la posibilidad de que se los tilde de “conservadores” por sostener ese Punto de Vista.
(Silencio)
Sarlo: En particular, para mí, el conservadurismo no pasa por allí, por la colocación de Punto de Vista en términos estéticos..., yo no podría decir que es conservadora. Yo no... no aceptaría la definición de la revista conservadora. Aceptaría perfectamente que fuera calificada como una revista elitista.
Sábato: Elitista, claro.
Vezzetti: Sí, son ese tipo de cuestionamientos que uno encuentra más, ¿no? Y en relación con eso, tenemos una posición, yo no diría cómoda, pero en todo caso resignada (se ríe).
Sarlo: Yo ni cómoda ni resignada, yo diría que la posición tiene que ser ofensiva. Así como uno dice: “desconfío de las ideas intelectuales”, uno tiene que decir “desconfío de las ideas estéticas que están circulando, voy a examinarlas y voy a examinar otros objetos, y los voy a examinar desde otra perspectiva”. Es decir que la posición tiene que ser ofensiva, en ese punto (ver recuadro aparte). Puede que la de Punto de Vista sea una posición extremadamente minoritaria, pero no es una posición melancólica. No hay nada en el pasado hacia lo cual volver, yo no quiero volver al pop art ni al expresionismo abstracto de los años ‘60. La revista tiene que salir afuera y salir a una batalla. En lo que yo coincido con todos los compañeros es que el adjetivo “elitista” puede ser fuerte, pero a nosotros no es un adjetivo que nos aterrorice. Del mismo modo yo podría decir que “en la Argentina habría que construir una elite política”. No me aterrorizaría decir esa frase. La Argentina tendría que construir una elite política. Democrática, progresista, con todas sus fracciones, etcétera.

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