Dom 04.01.2004
libros

RESEñA

Cosa nostra

EL OLOR DE LA NOCHE
ANDREA CAMILLERI

Trad. María Antonia Menini Pagés
Salamandra
Barcelona, 2003
224 págs.

por Max Gurian

El comisario Salvo Montalbano, protagonista de la exitosa serie de novelas policiales escrita por Andrea Camilleri, enfrenta en su sexta presentación a un enemigo por demás escurridizo: el tiempo. La financiera Rey Midas estafa a los crédulos jubilados de Vigàta, y sus respectivos años de ahorro y privaciones previsionales huyen raudos en las valijas de un contador arribista. Un delito ordinario que le señala a Montalbano su perentoria vejez, la evidencia dolorosa e irrefutable de su solitaria existencia. La nostalgia puebla entonces las meditaciones del sabueso italiano; sus horas presentes se cargan de referencias a intrincadas historias (y novelas) del pasado; las mismas estaciones intermedias, arguye, parecen haber desaparecido sin dejar más rastro que sus templados sosias. Mientras reformula su calendario personal, Montalbano se inmiscuye en la investigación del fraude que, por supuesto, no le compete, y junto con sus adláteres Augello y Fazio arma y desarma variadas hipótesis hasta dar, por sí solo, con la solución del caso. En rigor, una solución literaria: la reescritura confesa del cuento de Faulkner “Una rosa para Emily” cierra la novela.
El olor de la noche tiene un ritmo ligero, carente de dramatismo, y suscita la mínima tensión necesaria para que el lector siga dando vuelta sus páginas hasta el final. El texto ameniza el raudal de información y de especulaciones detectivescas a través de un eficiente hilvanado de diálogos de oficina y conversaciones pueblerinas. Un recurso narrativo que Camilleri ha sabido aprovechar y perfeccionar en sus libros tras décadas de labor como guionista de, entre tantas otras producciones, las andanzas catódicas del comisario Maigret, la célebre creación del belga Georges Simenon.
Toda pesquisa en Camilleri despliega el escenario móvil por el cual circulan, morosos, los personajes, luciendo hablas y costumbres propias. De hecho, es el “diseño humano” de Montalbano el que, desde la publicación de La forma del agua en 1994, y más allá de cualquier trama, seduce masivamente al público lector. Apellidado en homenaje al hoy fallecido Vázquez Montalbán, el comisario se transformó en el epítome imaginario del investigador a la siciliana: un policía sarcástico, amante de la naturaleza, culto como la enciclopedia e insaciable aficionado al arte culinario de su región; un hombre atento a la verdad (discursiva) que, como corresponde a su oficio, odia los lugares comunes y las frases hechas. El mayor logro de Camilleri es la invención de una lengua propia que fusiona el dialecto local con el italiano oficial y rescata del olvido lingüístico el vocabulario campesino. Lamentablemente, la traducción española no logra dar cuenta de ello, salvo como remanente costumbrista en los dichos de algún personaje menor.
En tierras de la “Cosa Nostra”, tan lejos del policial negro como del enigma de salón, Camilleri fragua una versión mediterránea del género en la que hasta los peores crímenes huelen a aceite de oliva extra virgen.

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