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Domingo, 18 de enero de 2004

PERFILES

Norberto Bobbio (1909-2004)

Hace cuatro años Norberto Bobbio escribió su última voluntad: “funerales simples, privados, no públicos”; allí afirmaba no considerarse “ni ateo ni agnóstico”. Esencial: debería escucharse La Pasión según San Juan de Bach. Así se hizo el sábado 10 de enero, el día después de su deceso.
“Cumplí 90 años el 18 de octubre”, decía en aquel texto de hace cuatro años, “La muerte debe estar cerca, pero para decir la verdad, la sentí cerca durante toda la vida. Nunca pensé que llegaría a vivir tanto. Me siento muy cansado, a pesar de los afectuosos cuidados que me prodigan mi mujer y mis hijos. A menudo me sucede que uso en las conversaciones o en las cartas la expresión ‘cansancio mortal’. El único remedio para el cansancio mortal es el reposo de la muerte. Requiem aeternam dona eis Domine. En el último y bellísimo coro de La Pasión según San Juan de Bach, el coro, inmediatamente después de la muerte de Cristo, canta: ‘Ruth wohl’ (reposa en paz).”
Mucho se escribió en estos días sobre el hombre, el filósofo de la política, el maestro de la libertad y de la democracia, el escritor exitoso. La lección de Bobbio tal vez podría resumirse en el respeto por la propia conciencia. Bobbio fue uno de los maestros de la “conciencia”, entendida en sentido socrático, como la única voz autorizada a la que puede y debe apelar el hombre que desee “desperdiciar” su vida en la busca incesante de la libertad, la verdad y la justicia. No creo, no encuentro que haya mucha gente a la que se le pudieran aplicar aquellas palabras de la Apología de Sócrates: “Una vida sin examen propio y ajeno no merece ser vivida”. En realidad, todo en Bobbio suena socrático, como esa afirmación, recurrente en sus escritos, “sólo sé que no sé”. A Bobbio le gustaba llamarse a sí mismo “religioso”, porque para él la religiosidad significaba, simplemente, tener claros los propios límites, saber que la razón del hombre es apenas una débil luz que no ilumina, o que ilumina un espacio ínfimo comparado con la inmensidad del universo. “Lo único de lo que estoy seguro es que vivo el sentido del misterio, este profundo sentido del misterio que nos circunda y que es eso que yo llamo sentido de religiosidad”. No sería correcto entonces considerar agnóstica esta posición.
Fue ese examen propio lo que le valió en dos ocasiones ocupar el centro de una corta serie de reproches, no sólo por parte de la izquierda sino también de la derecha italiana. En junio de 1992 el periodista Giorgio Fabbre publicó en la revista Panorama una carta de Bobbio dirigida a Mussolini en julio de 1935. Fabre había encontrado esa carta revolviendo en los archivos de Seguridad Pública, y en ella Bobbio se disculpaba ante el Duce y se confesaba “un buen patriota y un buen fascista”, para concluir expresando su “total devoción”. Bobbio incluyó esa carta en su Autobiografía (págs. 48-51 en la edición de Taurus), especificando que “En esta carta me he encontrado de pronto cara a cara con mi otro yo, que creía haber derrotado para siempre”. A Bobbio le molestó menos la polémica que se desató entonces como la carta en sí y el hecho de haber tenido que escribirla, como parte de un trámite burocrático, siguiendo el consejo de la policía fascista (también Pavese y Giulio Einaudi escribieron en su momento cartas de “sumisión” al Duce). La carta no ensució el pasado de Bobbio, sino que más bien ayudó a corroborar su propia teoría: las dictaduras corrompen el ánimo de las personas, fuerzan a la hipocresía, a la mentira, al servilismo.
En octubre de 1999 Pietrangelo Buttafuoco, un periodista de 36 años de extracción fascista, consiguió que Norberto Bobbio “confesara” la fascinación que había ejercido el fascismo en su juventud, algo que a esta altura Bobbio era capaz de hacer. Y lo hizo. La confesión fue tildada de “operación política”. Bobbio se mostró entonces demasiado severo consigo mismo, y probablemente lo fue delante de la persona equivocada. En cualquier caso, nadie, nadie, puso en duda la calidad moral de uno de los”padres de la patria”, aun cuando su nombre pasara a engrosar el remolino autobiográfico del fascismo.
Muchos comenzaron a escuchar a Bobbio hace muchos años. Otros comenzarán a hacerlo ahora. Para ambos es una suerte inmensa que haya vivido.

Guillermo Piro

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