La comunidad futura
La creación del mundo
o la mundialización
Jean-Luc Nancy
Trad. Pablo Perera Velamazán
Paidós
Barcelona, 2003
150 págs.
Por Diego Bentivegna
En la Argentina conocemos a Jean-Luc Nancy fundamentalmente como coautor, junto a Philippe Lacoue-Labarthe, de uno de los más lúcidos análisis de la poética del romanticismo y de sus proyecciones a lo largo de la modernidad, Lo absoluto literario (1978), donde se piensan las articulaciones entre arte y política, entre filosofía e historia, entre técnica y metafísica, que ambos autores retoman en El mito nazi.
En La creación del mundo o la mundialización, que recoge tres artículos principales y otros tantos textos breves en apéndice, Nancy despliega el concepto de mundialización y postula la necesidad de pensar lo específico de la política a partir del concepto de creación. En principio, la referencia obligada es Marx, sobre todo el Marx de La ideología alemana: la mundialización es el proceso mediante el cual el mundo deviene categoría absoluta, un proceso urbi et orbi, en el que la ciudad como categoría política se expande, y se disgrega, en el orbe. Un proceso que es inseparable, en Marx, de la expansión universal del capital y que constituye, al mismo tiempo, la condición de posibilidad de una comunidad futura.
Con el concepto de creación –tensado con la categoría de “trabajo libre” en Marx y, aun cuando su presencia en el aparato de citas sea mucho menor que la de éste, con las categorías de exceso y de derroche en Bataille– Nancy se instala en una tradición teológico-filosófica que va desde ciertas modalidades del pensamiento cabalístico hasta la inevitable referencia a la especialidad del filósofo francés, profesor en Estrasburgo: el idealismo alemán. Creación se opone a fabricación planificada y es, en este sentido, un acto sin una direccionalidad predeterminada. La creación es, de esta manera, la desnaturalización de lo social (otra vez encontramos aquí las huellas de Marx) y la deconstrucción de la unicidad monoteísta (en la línea del pensamiento teológico-filosófico).
En un gesto que debe mucho a las operaciones del Heidegger de ¿Qué es metafísica?, Nancy plantea el lugar del pensamiento mismo como desnaturalización del mundo en términos de técnica y de historia. Lo hace, significativamente, en el texto de una intervención en homenaje al filósofo Alain Badiou nada menos que en la heideggeriana Friburgo de Brisgovia. Pensar la filosofía en términos de técnica supone pensarla no sólo en términos de logos, de abstracción, sino también en términos de ethos. El sendero del bosque heideggeriano conduce a Nancy a la otra gran presencia de la filosofía contemporánea: al Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas, de los juegos de lenguaje y, sobre todo, de las formas de vida.
En la introducción, Nancy explora las valencias del coordinante “o”. Si por un lado la creación se entiende como el contrario de la mundialización, es posible entenderla, también, como su correlato y, extremando el problema, como su equivalente. Las implicancias políticas de estas operaciones filosóficas puestas en juego por Nancy se despliegan, sobre todo, en los textos agrupados en la sección “Complementos”, escritos breves y coyunturales en los que el filósofo francés analiza algunas losalcances y las limitaciones de los dos conceptos sin los cuales, de Foucault en adelante, parece imposible articular una mínima reflexión política: la soberanía y la biopolítica.