RESEñA
El sentido de la vida
Stephen Hawking
y el destino del universo
Rubén Ríos
Campo de Ideas
Madrid, 2003
128 págs.
› Por Daniel Mundo
La especulación científica terminó por asumir algunas de esas preguntas fundamentales que la filosofía formuló en su origen, y que hoy ya ni sabe tartamudear. Por ejemplo: ¿De qué elemento está hecho el universo? ¿Cuál es su límite? ¿Tiene un límite espacial o temporal? Y también: ¿Cómo se inició la vida? ¿Cómo concluirá la vida humana, o en qué se metamorfoseará? En última instancia, ¿Cómo será el fin de lo que recién apenas llegamos a imaginar? Stephen Hawking y el destino del universo, el último libro del filósofo Rubén Ríos, recuerda este descuido.
Lo hace de un modo peculiar. El libro intenta ser una introducción al complejo y fantástico pensamiento del físico matemático Stephen Hawking. Termina siendo otra cosa: si introduce al lector en el universo de Hawking es para mostrar su riqueza imaginativa, y también la densidad real del mundo contemporáneo. Galaxias plegadas unas junto a otras como si pertenecieran a un mismo tiempo desdoblado en una dimensión real y otra imaginaria; agujeros negros que irradian una energía poderosa pero aún inintelegible; espacios que se expanden, inflan y contraen como si una respiración divina marcara el ritmo de sus movimientos; objetos multidimensionales –los p-branas– enrollados en una billonésima de centímetro, que se fueron desplegando hasta aplanarse. Y a la vez la hipótesis del calentamiento del universo, la extinción de la vida, la mutación del ser humano en un ser biotecnológico, y la imposibilidad de diferenciar en él –es decir, en el planeta Tierra y en toda tierra que él llegue a conquistar– un estrato natural de otro artificial o cultural. Proteger la vida, aún al precio de que desaparezca lo que la tradición filosófica definió como ser humano.
El libro de Ríos nos envuelve en esta meditación fantástica. En un momento, el lector siente el peso del desasosiego: el abismo infinito que se proyecta científicamente como ciencia ficción reenvía a las noticias cotidianas de los periódicos.
El período de tiempo que implican las revoluciones intergalácticas con las que especula Hawking abarca millones de millones (etc.) de años. El inicio de los universos provino de una “sopa primordial”, de la que se desprendieron burbujas inocentes que luego de enfriarse se convirtieron en las múltiples galaxias. Centímetros separan nuestro universo tridimensional de otro con cuatro u once dimensiones. Uno es la sombra del otro. En una historia sin accidentes, el complejo Universo tendría dos opciones inevitables: la dilatación, y concomitante enfriamiento; o la contracción, con su progresivo pero irrefrenable ascenso de temperatura. La conclusión: todo (la vida y la materia inanimada, el tiempo y el espacio) es finito.
La edad tecnológica está golpeando a la puerta. El sueño que la alienta consiste en prolongar la vida y facilitar su reproducción. Una reflexión veraz se rebela a este destino, aún al precio de confundirse con la metafísica pretérita, o de convertirse en literatura. Serio y divertido, el libro de Ríos permite esta lectura del muy abstracto pensamiento de Hawking. Ciencia, metafísica y literatura arman de este modo un fascinante caleidoscopio por donde mirar la insignificante vida humana.