Dom 28.03.2004
libros

ENTREVISTA

Una aeda moderna

Mariangela Gualtieri (Cesena, Romagna, 1951) es una de las más importantes poetas italianas contemporáneas. Se graduó en arquitectura en la Universidad de Venecia y en 1983 fundó, junto con Cesare Ronconi, el Teatro Valdoca. Entre sus libros publicados figuran Antenata (1992), Fuoco centrale (1995), Nessuno ma tornano (1995), Sue Dimore (1996), Nei leoni e nei lupi (1996), Parsifal (2000), Chioma (2001), Fuoco centrale e altre poesie per il teatro (2003). A continuación, una entrevista exclusiva para Radarlibros.

POR FLAVIA PUPPO, DESDE MILAN

Mariangela Gualtieri es poeta, dramaturga y en ocasiones actriz del Teatro Valdoca, fundado en Cesena (Romagna) en 1983 por ella y el director Cesare Ronconi. Se reconocen deudores de Edmond Jabès y se proponen conjugar, asumiendo los riesgos que implica, belleza y tragedia. Los dos primeros espectáculos, Lo spazio della quiete (1983) y Le radici dell’amore (1984), les permiten estar presentes en la escena europea, mientras que con Ruvido umano (1987) el teatro empieza una búsqueda dramatúrgica basada en la palabra poética que tendrá su máxima expresión en la trilogía Antenata (1991/93). En esos años, la compañía funda una escuela de poesía en la que participan los poetas italianos más importantes del momento. Posteriormente amplían su labor formativa a la Scuola Nomade, que se propone formar a jóvenes actores y que da a la luz dos grandes espectáculos, Ossicine (1994) y Fuoco centrale (1995). A este trabajo le seguirán Nei leoni e nei lupi (1997), Parsifal piccolo y Parsifal, Chioma (2000), Predica ai pesci (2001), Non splendore rock, con el grupo de rock Aidoru (2002), Imparare è come bruciare (2003).
En sus espectáculos suele haber música en vivo, canto, danza y hasta acrobacia, que juntos confieren fuerza y complejidad a la palabra poética.
Einaudi ha reunido parte de estos textos en Fuoco centrale e altre poesie per il teatro. Son versos para el teatro, claro, pero no por ello tienen menos eficacia en la página. La autora explora diferentes expresiones textuales, ligadas a las distintas exigencias escénicas, pero prima por sobre todo el ritmo que le imprime su inspiración. Este año, Einaudi publicará un segundo volumen con su trabajo poético.
¿Cómo trabajó o cómo trabaja con la voz?
–Trabajé mucho con el micrófono, porque lo considero un instrumento musical. Permite expresar la respiración con un realismo escalofriante. La poesía es oído antes que vista, al menos así la considero yo. La emoción que produce algo que se escucha es difícil de alcanzar mediante la vista o el tacto. Quizás el olfato es más sutil como sentido, aunque para mí está más relacionado con la memoria.
¿Qué relación guardan sus textos con la antigua tradición juglaresca europea?
–En primer lugar quisiera aclarar que yo no tengo una formación académica ortodoxa. Estudié arquitectura, me recibí y llegué a la escritura tras una dura enfermedad. Cuando me curé, lo primero que hice fue escribir. Fue raro también para mí. Me pregunta por la tradición...
Pensaba sobre todo en la tradición oral: Parsifal, el Graal...
–Sin duda yo siento que muchas de mis preferencias son prerrenacentistas. El arte, la arquitectura. Mi relación específica con Parsifal tiene que ver con su lado idiota. El tema de la idiotez me interesa mucho.
¿Por qué?
–Porque me suceden cosas importantes cuando estoy en estado de idiotez, cuando permito que me pasen otras cosas. Cuando escribo soy muy diferente de cómo soy en este momento en que pongo en marcha mi parte racional y pensante. Siento que esta parte hay que silenciarla. Vivo una suerte de estado de liviandad y ésta tiene muy poco que ver con el pensamiento.
¿En qué se inspiran estéticamente usted y su grupo para crear sus espectáculos?
–Influyen nuestros gustos personales, el Arte Povera en la elección de los materiales, por momentos el Manierismo, la pintura sacra, pero también la tragedia y lo circense, entre otros.
¿Qué la liga al teatro?
–Para mí es un hechizo más que una elección. Nosotros concebimos el grupo con el espíritu de gran empresa en la que cada uno tiene que dar lo mejor de sí.
¿Lee cuando está escribiendo?–Si escribo para mí, no. Si lo hago para el teatro, con los actores que están esperando mis textos, necesito leer, entonces elijo quién influirá en mi escritura, qué versos “robaré”. Predica ai pesci empieza con versos de Amelia Rosselli.
En sus textos se da también una fuerte ruptura de la sintaxis tradicional.
–Sí, pero no es algo construido ni buscado. Hay que agregar también que el italiano corriente, hablado, tiene una vida muy breve; es sobre todo una lengua escrita. Hasta la unificación de Italia la gente hablaba en dialecto. El italiano es una lengua del mundo culto, de la lengua escrita, repito, y para mí la poesía está relacionada sobre todo con la lengua oral, por eso me propongo que las palabras de la poesía pierdan ese acartonamiento, ese origen culto. Me propongo decir las cosas más “altas” en la lengua más “baja”.
¿Y por eso retoma, recupera el dialecto?
–No sólo eso sino también porque hay cosas que no las puedes escribir en italiano, por más rupturas que uno se proponga hacer, como el uso de los diminutivos. En dialecto no tienen nunca ese rasgo de remilgamiento sino que suenan simplemente como algo dulce, infantil. El italiano no soporta demasiado los diminutivos. Éste para mí es un buen motivo para usar el dialecto.

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