MUJERES QUE ESCRIBEN
Eleonor Rigby
PERDIDA EN EL MOMENTO
Patricia Suárez
Alfaguara-Clarín
Buenos Aires, 2003
228 págs.
Por Cecilia Sosa
Perdida en el momento comenzó como cuento de cinco carillas, pasó a 15 y cuando tenía 50, su autora, la rosarina Patricia Suárez, estuvo a punto de tirarlo a la basura. Pero Elvio Gandolfo la intimó a continuarlo y Clarín coronó el esfuerzo otorgándole su Premio Novela 2003. Desenlace más que auspicioso para una escritora de 34 años que desde 1998 venía recorriendo una importante profusión de géneros (infantiles, cuentos, poesía y novela), pero que parecía condenada a publicar en editoriales ínfimas y marginales.
¿Qué habrá quedado de esas primeras páginas rescatadas de la basura? Presumiblemente algo de la historia de Lena Polzicoff, una chica que huye de su pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe a Nueva York con la voluntad de convertirse en escritora y que se encuentra trabajando como asistente de cocina en un restaurante de lujo. De todos modos, si el tema de Perdida... podría ser el de chica-ingenua-perdida-en-un-mundo-hostil, lo más interesante parece ser lo que sucede “entre”; en el hiato que se extiende entre que la joven descendiente de rusos derrama una lluvia de vidrio molido en un frasco de mayonesa del restaurante y el beso que festeja la primera publicación de su historia de la enana rusa.
Por ese espacio lateral circula toda una serie de personajes que parecen salidos de un cuento de hadas perverso y a los que Lena parece haberles contagiado algo de su pérdida. Una refrescante lluvia de vidrio molido expandiéndose a lo largo de las 228 páginas y que, por suerte, ensucia lo que hubiera sido un relato de iniciación convencional. Un anciano ciego que paga para que señoritas le cuenten historias infantiles, una sobrina fogosa y abandonada, un francés buscavidas que entrena cerdos para defecar en la casa de un amor especialmente celoso, un alfeñique en tránsito que espera cruzar el estrecho de Bering para llegar caminando a Europa, tales algunos de los seres que se infiltran en la historia original y le otorgan al relato una estructura de fábula equívoca.
Uno de los aciertos de esta extraña novela de treinta y pico de capítulos y casi ningún punto y aparte es que, a diferencia de otros tantos casos, los personajes no alcanzan a cruzarse del todo. Siempre parecen un poco fuera de lugar, seres equívocos, sórdidos o mágicos, describiendo asíntotas que no terminan en ninguna parte. En común, sólo permanece la tensión sobre un retazo del lenguaje compartido, el lenguaje de los desesperados. Y el encanto de Perdida... es mostrar en la propia materialidad del relato, el “robo” que, sin saberlo y a distancia, los personajes operan unos sobre otros. Es en esos tramos en los que bocas distintas repiten consignas comunes donde la novela alcanza una densidad casi de fábula.
Perdida en el momento no trabaja por escenas sino por acumulación: de historias, detalles, recuerdos, asociaciones y juegos de palabras. Y trabaja sobre el eco a la infancia que despierta en Lena los paisajes nevados de Canadá: los relatos de su abuelo ruso olvidado en la pampa húmeda. Hay que decirlo, al igual que la de su autora, la búsqueda de Lena tiene final feliz: amor y escritura comienzan a intuirse en conjunto en un cuarto de hotel en Banff.
Si en tren de eludir la calificación “escritora de la supuesta Generación X”, Suárez aseguró que su tema fue la “busca de la identidad en el mundo globalizado”, el jurado, integrado por Héctor Tizón, Luis Gusmany Noé Jitrik, ya había notado, antes, entre 564 trabajos, su “escritura singular, fluida y espontánea”. Una infidencia: la rosarina se presentó al concurso bajo el seudónimo Eleonor Rigby, la balada de los Beatles.