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Domingo, 16 de febrero de 2003

EN EL QUIOSCO › RESEñAS

SE DICE DE MACEDO

MACEDONIO FERNANDEZ.
LA BIOGRAFIA IMPOSIBLE
Alvaro Abós

Plaza & Janés
Buenos Aires, 2002
252 págs.

POR PABLO PÉREZ
Alvaro Abós cuenta en el prólogo a esta biografía de Macedonio Fernández que mientras la escribía pensó reiteradas veces en la advertencia que le hizo Piglia cuando le comentó el proyecto: “El mito de Macedonio está lleno de inexactitudes. Pero es tan hermoso que toda batalla que se libre contra él está condenada a perderse”. Abós toma además como subtítulo las palabras de Germán García a propósito de una eventual biografía de Macedonio, “la biografía imposible”. Y libra batalla, aún a riesgo de perderla: “No importa si se ganan o pierden las batallas sino librarlas con dignidad y dejando en el terreno hasta el último aliento”.
Consciente de los obstáculos, datos autobiográficos falsos y verdaderos diseminados por Macedonio a lo largo de su obra y por la tensión entre mito y verdad, Abós consigue un libro gracias al cual el lector logra internarse en el Buenos Aires agitado de principios del siglo XX, en que la prensa era en su mayoría terreno ganado por los escritores, muchos de los cuales participaban activamente y con entusiasmo de la vida política. El mismo Macedonio llegó a idear una campaña (que nunca llegó a concretar) para postularse como presidente para las elecciones de 1922, a propósito de la cual dice Borges: “Muchas personas se proponen abrir una cigarrería y casi nadie ser presidente; de ese rasgo estadístico deducía (Macedonio) que es más fácil llegar a ser presidente que dueño de una cigarrería”.
Podemos decir que en esta biografía nos encontramos, por un lado, con un Macedonio joven, entusiasta, gregario, alma mater de tertulias en las que participaban entre otros, Juan B. Justo, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Jorge Borges y su hijo Jorge Luis quien se sumará desde su regreso de Europa a los 20 años a las tertulias en el rancho de Macedonio en Morón y su anexo, La Perla del Once, de las que participaban también Fernández Latour, Jorge Calvetti y los hermanos Davobe. Por otro lado vemos a un Macedonio adulto que se retira del bullicio y la vida social en su “chambre de Pascal, para quien la mayor parte de las desdichas le provienen al hombre de no haber sabido mantenerse en su chambre”: “Estoy escondiéndome de todo –escribía Macedonio– porque cualquier cosa que me tocara, una mariposa que volara, un papel que cayera al suelo, me derrotaría”.
Durante estos últimos años en el ostracismo, Macedonio dará forma a la mayor parte de su obra: dos mil páginas que hasta el propio Borges, quien fuera uno de sus devoto discípulos, menospreciará al decir que “Macedonio era un genio oral”. También Bioy, que alguna vez le escribiera que “su libro es el que más deseamos” para solicitarle una novela para una poco exitosa colección que dirigió con Borges, más tarde diría que sus novelas “son como bromas cansadas (...) Quiso dedicarse, pero no supo adecuarlo a la escritura de un modo literariamente agradable, quizás ni siquiera literariamente certero”. Bien hizo Macedonio en refugiarse en su chambre: Cría cuervos...

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