EL EXTRANJERO
Richard Dawkins, famoso por El gen egoísta, emprende ahora, con The God Delusion, una verdadera cruzada contra las religiones y el mismísimo Dios. Y llama a tomar posición activa contra la irracionalidad y sus consecuencias.
› Por Federico Kukso
Si hubiera que armar a los apurones una lista de los científicos/divulgadores (vivos) más importantes del momento, hay nombres que seguro no podrían faltar: el astrofísico inglés Stephen Hawking (tal vez un poco inflado mediáticamente pero rescatable por su Breve historia del tiempo), el filósofo de la ciencia Daniel Dennett (La peligrosa idea de Darwin), el psicólogo experimental Steven Pinker (Cómo funciona la mente), el biólogo evolucionista Jared Diamond (¿Por qué es divertido el sexo?). Y por supuesto, el etólogo, biólogo evolucionista y catedrático inglés de la Universidad de Oxford Richard Dawkins –un infaltable a la hora de narrativizar la ciencia– que con su ya clásico libro de 1976 El gen egoísta trepó a la cima de los científicos más populares del mundo. Su nombre ya no sólo es sinónimo de éxito editorial sino también de polémica, como lo demostró hace un par de meses cuando salió al ruedo con un nuevo capítulo de la guerra –ya declarada– entre ciencia y religión. Su más flamante libro se llama The God Delusion y ya roza la categoría de fenómeno multimediático con decenas de blogs en su honor y discusión, unos cuantos documentales televisivos, otros tantos videos subidos en YouTube y vistosos afiches promocionales en los que se ve a las Torres Gemelas intactas y el slogan “Imagine no Religion”. Sin hablar de las semanas en las que dominó los rankings de best-sellers de The New York Times, Los Angeles Times y amazon.com.
Mezcla de Biblia del ateísmo y disección científica de las religiones, en él Dawkins se encarga de encuadrar a toda deidad en la categoría de hipótesis, haciendo así que sea posible que pase por el filtro de la contrastación experimental, del análisis empírico más llano. “No estoy atacando ninguna versión particular de dios o de los dioses. Estoy atacando a los dioses, a todos los dioses, a todo lo que sea sobrenatural, dondequiera que haya sido o vaya a ser inventado”, remarca.
Dawkins sabe, como la mayoría de los científicos y como lo expresó el filósofo Bertrand Russell en Por qué no soy cristiano (1927), que es más fácil comprobar la existencia de un fenómeno que su inexistencia. O lo que es lo mismo: que no es posible demostrar concluyentemente la inexistencia de Dios, por la simple razón de que no es posible demostrar concluyentemente la inexistencia de cualquier cosa. Es así como desplaza todo el debate al terreno de las probabilidades o más bien, al de la improbabilidad de la existencia de un ser superior.
Además de resaltar todas las tragedias que trajo aparejada la religión, la fe –“aquel proceso de no pensar”– y el extremismo religioso a lo largo de la historia, en el libro –cuya versión española acaba de salir con el título de El espejismo de dios– Dawkins destruye el argumento de diseño, la idea de dios como un relojero y al dios einsteniano que no juega a los dados. Pero sobre todo repasa todos los argumentos históricos a favor de la existencia de dios para rebatirlos luego uno a uno.
Con este libro, Dawkins –un acérrimo defensor de una concepción ortodoxamente darwinista de la evolución biológica– demuestra que es de esos autores que no tienen reparos en dispararles a las vacas sagradas e intocables (la religión, o el sexo como tabú). Sin caer en el academicismo de El gen egoísta, en The God Delusion Dawkins se enfurece (“ha llegado el tiempo para que la gente de razón diga: ‘ya es suficiente’. La fe religiosa desalienta el pensamiento independiente, es conflictiva y es peligrosa”), se indigna ante un dios “misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, productor de pestilencias, megalomaníaco, sadomasoquista y caprichosamente malevolente” y compara al naciente movimiento de los new atheist (nuevos ateos) con el movimiento de la defensa de los derechos gays (“es hora de que el ateo salga del closet”).
Y ante la escalada del fanatismo religioso, responde: “No deseo imponer mis creencias a nadie, pero me importa lo que es verdadero. Si Ud. quiere saber lo que pienso que es verdad, lea mi libro”.
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