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Desde el mes pasado, Edimburgo –la capital de Escocia– es la “Ciudad de la Literatura”. Así al menos la nombró la Unesco, la división cultural de las Naciones Unidas. Edimburgo es la primera ciudad en recibir la distinción, que forma parte de un gran plan de la entidad para unir en red “ciudades creativas” de todo el mundo. Varias razones avalaron la decisión de la Unesco. Para empezar, Edimburgo es la única ciudad del mundo cuya estación de trenes lleva un nombre de novela; para seguir, entre sus habitantes hay muchos escritores, y además de un bien ganado prestigio editorial cuenta con el más extenso y completo festival literario. Por no decir nada, por supuesto, de la larga tradición de grandes escritores que la alimenta, que va de Robert Louis Stevenson y James M. Barrie hasta tres de los autores más prolíficos de la actualidad, J. K. Rowling, Ian Rankin y Alexander McCall Smith, que viven en un suburbio llamado Morningside.
Desde luego, la iniciativa no sólo ha sido bienvenida por escritores y aspirantes a serlo, sino también por guías y empresarios turísticos que ya empiezan a gastar a cuenta. Los planes para celebrar la designación (www.cityofliterature.com) comienzan en la primavera boreal. Por estos días se supo, además, que la ciudadana de Edimburgo J. K. Rowling –que se prepara para incrementar su fortuna con el volumen seis de Harry Potter– donó unos veinte mil euros para crear en la ciudad un centro literario que promueva la literatura para chicos. La idea es que, aprovechando el gesto de la Unesco, el centro abra este año en el barrio viejo de Edimburgo, y se espera que los vecinos escritores –la Rowling entre ellos– aporten su granito de arena al trabajo con los chicos.
Cuatro manuscritos medievales de la India que contienen obras literarias serán próximamente declarados “de importancia nacional”. Tres de las obras (cuyos nombres originales son Madalapanji, Chikitsa Manjari, Chausathi Ratibandha) fueron escritas en hojas de palmera; la cuarta (Geet Govinda), en diente de elefante, soporte que al parecer era el que mejor funcionaba hacia el siglo XII. De este modo, la India se confirma como el país con la más amplia colección de manuscritos en diferentes lenguajes y materiales exóticos como corteza de abedul, telas, madera, piedra y –el colmo del exotismo– papel. El museo estatal indio tiene hasta el momento la friolera de aproximadamente treinta mil manuscritos. Lo que todavía no se sabe –y nadie parece interesado en informarlo– es qué cazzo dicen.
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