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De todos los que alguna vez engrosaron las listas del surrealismo, Antonin Artaud es, sin lugar a dudas, el que llevó hasta las últimas consecuencias la igualdad entre vida y arte. Por eso su figura y su multifacética obra que incluye, por ejemplo, una actuación como clérigo en el clásico de Carl T. Dreyer La pasión de Juana de Arco siguen despertando al día de hoy tanto interés. Pero como encima las fechas siempre dan una mano a todos los proyectos, coincidiendo con los 110 años de su nacimiento, por estos días la vida cultural de París parece girar en torno de la mirada inquietante de Artaud. En primer lugar, hay una gran exposición dedicada a su vida y obra que estará vigente hasta el 4 de febrero en la Biblioteca Nacional de Francia, exhibiendo manuscritos, libros originales, cartas, revistas, fotos y fragmentos de películas. Por otro lado, están saliendo en Francia numerosas publicaciones sobre su vida y reediciones de su obra, entre las cuales se destacan uno de sus cuadernos que acaba de lanzar Gallimard y un completo poemario de juventud que sacó Grossman. Pero tanto homenaje siempre tiene un sentido concreto y, en este caso, el gran objetivo de la muestra de la Biblioteca Nacional de París es limpiar al personaje de Artaud de las múltiples interpretaciones a las cuales se vio sometido. Y la muestra intenta realizar esa “purgación” volviendo directamente a sus manuscritos, a sus imágenes, a su voz, a sus fotos y a sus películas.
Puede parecer uno de los casos de Don Isidro Parodi, pero no: dos manuscritos de Borges —propiedad de una librería de Cambridge— habían desaparecido hace tres semanas y, como no faltaban conjeturas de que los mismos hubieran sido robados, el pasado 17 de noviembre Saul Roll, uno de los empleados más antiguos de la librería, reportó el hecho a la policía de Cambridge, a la Interpol y a la propia compañía de seguros de la tienda Lame Duck Books. Los manuscritos de Pierre Menard, autor del Quijote y La biblioteca de Babel (ambos publicados por primera vez en 1939), los cuales se guardaban usualmente en una caja fuerte, finalmente fueron descubiertos en la misma librería que los denunció como perdidos. “Por una extraña coincidencia hoy localizamos los manuscritos. Habían sido metidos en la parte de atrás de una fotografía que estaba dentro de una pequeña funda plástica”, dijo recientemente John Wronoski, el dueño de Lame Duck. “Estoy avergonzado pero aliviado, dudo que haya dormido más de dos horas al día en las últimas tres semanas”, agregó Wronoski. Desde hace cuatro años los cuentos en cuestión forman parte del catálogo de la tienda, que vende libros antiguos y manuscritos raros, y permanecían a la venta a un precio de 450 mil y 500 mil dólares respectivamente.
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