Dom 18.07.2004
libros

Gramática y política

Quando il verbo si fa carne. Linguaggio e natura umana
Paolo Virno
Bollati Boringhieri
Turín, 2003
244 págs.

Quando il verbo si fa carne. Linguaggio e natura umana
Paolo Virno
Bollati Boringhieri
Turín, 2003
244 págs.

por Diego Bentivegna

Entre los pensadores italianos agrupados bajo el concepto genérico de “autonomía”, Paolo Virno es, sin duda, quien ha llevado hasta el extremo la reflexión sobre las nuevas formas de capitalismo y de política en términos de lenguaje. Sus escritos implican, en este sentido, una lucha cuerpo a cuerpo con teorías como las de Habermas o las de Gadamer, que han hecho de la reflexión sobre el lenguaje y sobre la comunicación el centro de sus intervenciones filosóficas.
Para Virno, el materialismo actual debe medirse con las reflexiones en torno del lenguaje del mismo modo en que uno de los materialismos más lúcidos del siglo XIX, el de Ludwig Feuerbach, lo hizo con la teología.
En efecto, gran parte del edificio teórico de las concepciones políticas tendientes a celebrar el orden social existente (según Virno, las de Gadamer, Habermas o el “pensamiento débil”) descansa en una idea cuasi teológica e infalible de lenguaje. Para Virno, el materialismo filosófico es, centralmente, una filosofía del lenguaje que pone el acento en la “curva lingüística”, en las disonancias entre palabra y mundo, en la reivindicación de los límites del lenguaje. Para dar cuenta de ello, recorre algunos de los puntos cruciales en los que se ha detenido la filosofía del lenguaje contemporánea desde Frege y Russell en adelante.
De las trayectorias teóricas que Virno examina, extrae consecuencias extremas a partir de las cuales repensar formas alternativas, y radicales, de política. Se trata, por un lado, de la afirmación de la contingencia por sobre la necesidad. Es lo posible, es decir, la acción, es decir, lo político, es decir, lo que se construye, lo que está en la base de lo necesario, de lo dado, de lo naturalizado.
En el prólogo de Palabras con palabras, Virno reconoce su deuda con el más grande de los filósofos del lenguaje: Ludwig Wittgenstein. En efecto, los complejos recorridos trazados por Virno a lo largo del libro conducen a un cúmulo de conceptos elaborados por el último Wittgenstein, el de las Investigaciones filosóficas: hablar es jugar un juego; hablar es involucrarse con el significado como uso; hablar es, sobre todas las cosas, participar de una forma de vida. Son estos los conceptos teóricos que, según Virno, “mejor se ajustan a las relaciones sociales y a los modos del ser del presente”: en el principio del materialismo también estaba, como en el comienzo del Evangelio de Juan, el verbo.
Es justamente una paráfrasis de un versículo de Juan lo que funciona como título de la última intervención de Virno en el campo de la filosofía del lenguaje, ocho años después de la publicación de la primera edición de Palabras con palabras. Los ensayos reunidos en Quando il verbo si fa carne se pueden agrupar, de acuerdo con el propio Virno, en tres grandes secciones. En principio, el libro recoge ensayos dedicados al problema dela “toma de la palabra” como uno de los lugares fundamentales a partir de los cuales repensar lo político. El punto de inflexión de este primer punto es, por supuesto, la teoría de la enunciación de Émile Benveniste y las reflexiones en torno a algunos de los puntos definitorios de las nuevas formas de capitalismo, como el virtuosismo, la esfera pública, el proceso de individuación, etc.
La producción lingüística –insiste Virno–, sobre todo en los casos extremos en los que se pone en juego algo así como la evidencia de la pura facultad de lenguaje (balbuceo infantil y mantra religioso, para poner sólo dos casos a los que Virno vuelve recurrentemente a lo largo de estas páginas), funciona como modelo de la producción general y del mercado universal asociados con el capitalismo postfordista.
Un segundo grupo de artículos se centran en lo que Virno llama “encarnación del verbo”. Se trata de repensar un materialismo lingüístico a partir de la reposición del lugar del cuerpo, de la carnalidad, en la palabra. Así, a partir de los planteos en torno del cuerpo del último Wittgenstein, Virno esboza un proyecto de fisonómica, por un lado, y, por el otro, relee la génesis y las transformaciones, en el marco del materialismo histórico, del concepto de reificación.
La última sección es el lugar en el que Virno realiza algunas de sus apuestas teóricas más audaces. El punto de partida de esta última sección (y de todo Quando il verbo si fa carne) gira en torno de la relectura de la discusión que en 1971 protagonizaron en Holanda Michel Foucault y Noam Chomsky. Se trataba, entonces, de definir las articulaciones entre concepción de la “naturaleza” humana y praxis política.
Para Chomsky esa relación remitía a una visión racionalista y ahistórica de sujeto. El sujeto existe como tal porque posee una facultad innata que no sólo lo distingue de las otras especies vivas sino que está en la base misma de su condición humana, la facultad de lenguaje, de la que se desprende tanto un proyecto teórico (la gramática universal) como un proyecto político emancipador libertario.
Para Foucault, en cambio, la política debía ser redefinida permanentemente como micropolítica en la medida en que no existe algo tal como una naturaleza humana ahistórica como la postulada por Chomsky. En rigor, para Virno el gran error de las políticas radicales asociadas tanto con Chomsky como con Foucault reside en la incapacidad para pensar los alcances de las críticas, más o menos demoledoras, que ambos gigantes se dirigieron mutuamente en el coloquio holandés. La relectura de ese debate permitiría pensar teóricamente lo que las formas de vida contemporáneas plantean de manera descarnada: el modo en que la vida biológica aparece gestionada en términos políticos.
Llegados a este punto, lo que se pone en primer plano no es el carácter lingüístico de toda experiencia ni la identificación simple de hechos e interpretaciones, sino –como con la vida desnuda analizada por Agamben– las rispideces, los hiatos, las curvaturas, que desarticulan mundo y lenguaje. Otra vez, como en el texto del ‘95 ahora traducido por Paidós, el punto de llegada de Virno es el último Wittgenstein: los límites del mundo no son ya los límites de mi lenguaje. Es en ese hiato donde se piensa algo del orden de las políticas extremas, más cercanas a la condición crónica de todo sujeto hablante, que se ve obligado a reconstruirse continuamente a sí mismo, que a la cándida fe en sujetos universales, abstractos y racionales.

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