› Por Cecilia Sosa
Si Pierre Bourdieu fue un sociólogo brillante, menos conocida es su faceta política. Así como El trabajo sociológico de Pierre Bourdieu se centra en el balance crítico de su obra académica, El misterio del ministerio, el colectivo de intelectuales liderados por Loïc Wacquant, se ocupa del Bourdieu político y busca demostrar cómo su producción teórica estuvo desde un primer momento vinculada a su voluntad democrática, dividiendo toda separación convencional entre ciencia y vida. Estamos aquí frente al Bourdieu “sociológicamente político”, frente al Bourdieu activista, globalifóbico e, incluso, frente al Bourdieu “piquetero”.
El libro, que se publica simultáneamente en media docena de lenguas, sostiene que la obra de Bourdieu cuenta con recursos intelectuales aún no explotados para repensar y renovar las luchas democráticas. Y no sólo a modo de tesoro conceptual listo para deslumbrar especialistas; también como fuente de inspiración práctica para activistas desperdigados por el mundo. Bajo esta premisa, los ensayos compilados se abocan a desgranar las nociones bourdianas menos atendidas: el poder simbólico, el campo político, la delegación y el reconocimiento. Y hasta se incluyen dos artículos claves del propio homenajeado: “De la casa del rey a la razón del trabajo” y “El misterio del ministerio”, donde en el primer caso Bourdieu explora el pasaje histórico del Estado dinástico a la maquinaria burocrática y, en el segundo, explica el enigma del oficio del político y los problemas de la delegación.
Pero atención: la operación de convertir a Bourdieu en paladín de la lucha democrática no es ingenua. Tal como advierte Wacquant –encumbrado catedrático de la Universidad de Berkely y autor de Las cárceles de la miseria–, para Bourdieu la democracia nunca podría ser un estado afirmativo sino “un proceso histórico de negación” concebido como “esfuerzo incesante para hacer las relaciones sociales menos arbitrarias, las instituciones menos injustas, la distribución de recursos y las opciones menos desequilibradas, y el reconocimiento menos escaso”.
En esta línea, en “Investigación y compromiso. La dimensión política de la sociología de Pierre Bourdieu”, Franck Poupeau y Thierry Discepolo compendian la carrera intelectual del sociólogo desde sus tempranos trabajos sobre Argelia hasta principios de 2000 cuando se vuelca a apoyar las manifestaciones globalifóbicas del mundo.
Todo está allí: desde su infancia en Béarn, un remoto pueblito rural del sudeste de Francia, donde su padre era aparcero, luego cartero y siempre anarquista; donde Bourdieu regresa convertido en académico del College de France para realizar un fino análisis de las formas de la dominación simbólica en el terreno afectivo (estudio confesional y autobiográfico publicado post mortem bajo el título El baile de los solteros). Sus inicios como outsider étnico y social en el instituto secundario de elite y su formación como filósofo en la Ecole Nórmale Superior entre la flor y nata de la generación de los ‘50. El Bourdieu que llegó a Argelia en 1955 para hacer el servicio militar y permaneció hasta que el golpe pro colonialista lo obligó a exiliarse.
Su producción académica también tuvo carácter profético: anticipó la revuelta estudiantil del ‘68 en Los herederos (1964) y cargó célebremente contra los medios en Sobre la televisión (1996), libro que consiguió tanto encender una virulenta campaña mediática en su contra como colocarlo en el top de las ventas. También el Bourdieu que se puso al frente de las manifestaciones de los ferroviarios del ‘95, el que luchó por los extranjeros no documentados y el que desnudó el silencio de la izquierda frente a los reclamos de igualdad civil de los homosexuales. En suma, el Bourdieu de Raisons d’agir, el colectivo de intelectuales críticos puestos al servicio de los movimientos sociales.
En el libro no falta un análisis del astillamiento de Europa del Este luego del derrumbe soviético ni la crítica a los sondeos de opinión pública como instrumento del más cínico desencanto político y de una ciudadanía desmovilizada y atomizada. ¿El cierre? “Las astucias de la razón imperialista”, un ensayo donde Bourdieu y Wacquant apuntan a la nueva forma de colonización simbólica acuñada en las universidades norteamericanas que, al naturalizar términos como “multiculturalismo”, “globalización”, “fragmentación”, “minoría”, “identidad”, se revelan como los agentes mejor vestidos de la dominación.
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