A las recientes películas Los rubios (2003) de Albertina Carri, Papá Iván (2000) de María Inés Roqué y Encontrando a Víctor de Natalia Bruschtein (2004), que ofrecen miradas francas y valientes de tres hijas de desaparecidos, se sumó este año la novela El mar y la serpiente de Paula Bombara (Norma, 2005). ¿Cómo narrar lo doloroso que envuelve la pérdida del padre? ¿Cómo contar la historia desde una voz infantil? Estos desafíos son los que enfrenta El mar y la serpiente. Destinada a un público juvenil, esta novela narra la historia, en primera persona, de una niña de tres años que pierde a su padre secuestrado por la Triple A. Tiempo después sobreviene el secuestro de su madre (quien subrayará que en realidad se trata del rapto de ambas). Narrada en tres tiempos, la novela conduce al lector por diferentes modos de referirse a los mismos sucesos. El primero es el momento en que ocurren los hechos. El segundo se ubica años después, cuando la protagonista conoce la historia a través del relato de su madre sobreviviente. Por último, el tercer momento es en el cual ella se enfrenta al reto de narrar lo ocurrido por sí misma. El tono de Bombara mantiene una angustia contenida que nunca estalla, lo que produce un efecto inquietante. La novela de Bombara conmueve, y su fuerza reside justamente en superar el mero relato de los hechos (dramáticos en sí mismos), transformando una experiencia desoladora en un hecho literario con peso propio.
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