› Por John Curran
Diez negritos (también conocida como Y no quedó ninguno) es la novela más famosa de Agatha Christie, su mayor logro técnico y la novela policíaca más vendida de todos los tiempos. De todos los títulos inspirados en el campo de las cantinelas infantiles o la canción popular, éste es el que más fielmente se mantiene con respecto a su origen. Aunque Christie adoptase por verso final el que dice: “Y fue y se casó y ninguno quedó” en el caso de la adaptación teatral de la novela, sí utilizó el final convencional de la canción para el momento culminante de la novela. La existencia de la canción popular es un tema constante a lo largo de la novela, en especial cuando los personajes se dan cuenta de lo que está pasando. El modo en que se produce cada una de las muertes contiene una resonancia discordante de los versos de la canción.
Con la escritura de este libro Christie se marcó un desafío. En su autobiografía describe cómo le atraía la dificultad de la idea central. “Tenían que morir diez personas sin que aquello resultara ridículo y sin que el asesino fuese obvio. Es un libro que escribí tras un tremendo esfuerzo de planificación... Era una trama clara, sencilla, desconcertante y al mismo tiempo encerraba una explicación perfectamente razonable... La persona que estaba realmente satisfecha era yo misma, puesto que sabía mejor que cualquier crítico lo difícil que me resultó escribirla.”
Ese “tremendo esfuerzo de planificación” no es evidente si nos ceñimos a los apuntes del cuaderno 65, el único que concierne a esta novela. Este cuaderno, no obstante, contiene detalles interesantes sobre varios personajes que no consiguieron llegar a la versión final del libro. Si nos guiamos únicamente por las evidencias que exponen los cuadernos, parecería que fueron los propios protagonistas los que más problemas plantearon. En ningún momento aparecen listados los diez personajes (...).
Una idea descartada fue la de introducir a un “observador” a lo largo del desarrollo de la trama. Después de la muerte de Emily Brente leemos en el cuaderno que “un rostro la observa”, y en el punto culminante de la narración, cuando Vera sube a su cuarto y en las notas se lee: “Sube a su habitación... La soga... Aparece un hombre que sale de la oscuridad”, en retrospectiva el lector puede imaginar al asesino “observando” el desarrollo de su plan, tanto antes como después de la supuesta muerte, aunque a partir de estas breves referencias parece ser que Christie estuvo dándole vueltas a la idea de mencionar al “observador” anónimo. Bastante más efectivo y menos melodramático, en cambio, es el punto de vista que adoptó al final del capítulo 11, y que repitió en el capítulo 13, lo que nos permite compartir los pensamientos de los seis personajes supervivientes, incluidos los del asesino, pero sin identificar al pensador.
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Uno de los grandes escritores de novela policíaca de los Estados Unidos, contemporáneo de Christie y que firmaba con el seudónimo de Ellery Queen, aporta una interesante nota a pie de página. En su obra En el salón de la reina (1957) revela cómo, en dos ocasiones durante su carrera literaria, tuvo que abandonar un libro que había comenzado a escribir tras leer el último de Agatha Christie. En el estudio que ha dedicado a Ellery Queen, Royal Bloodline (Linaje real), Francis M. Nevin confirma que uno de esos libros esgrimía un argumento basado en la misma idea que Diez negritos.
Fragmentos de Agatha Christie. Los cuadernos secretos, de reciente publicación en Argentina.
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