› Por Alberto Fuguet
Nos vimos poco, cara a cara. Tampoco nos escribimos mucho. Nos conocimos antes del mail, cuando un silencio era sólo eso, no un vacío o un refugio. Apareció por correo, a la editorial Planeta: Oda al niño prostituto (The Wrong Way Kid). El autor: Gustavo Escanlar. No lo conocía pero yo estaba entre aquellos a quienes agradecía. ¿Por qué?
En la primera página, una dedicatoria:
Para un Mac hermano encontrado casualmente en el mall (en la librería del mall).
Nos intercambiamos un par de cartas; lo publicamos en la Zona. Inspiró una famosa columna de Felipe Bianchi que, tal como un capítulo de Escanlar (¿era un capítulo, qué era ese libro bendito/maldito?) titulado Yo, también, era una suerte de credo de los tropiezos generacionales.
Me presentó en Montevideo. O intentó. Ahí lo conocí. El “chico de prensa” Fernando Estévez pensó que él sería la persona ideal para presentarme en la Feria del Libro de, creo, 1996. Me lo dijo en el aeropuerto de Carrasco. Le dije: “Genial. Escanlar es mi autor uruguayo favorito”. Nos conocimos en un bar, una hora antes de la presentación. A la presentación no llegó nadie. Nos fuimos los tres a una parrilla. Luego Fernando se fue antes que uno de los dos, o los dos, bautizaran mi novela Prensa amarilla como Tinta Roja.
–Es un tango, pero la literatura es afanar.
Luego pasé un par de días caminando por la rambla, en librerías, alucinado con este genio loco maldito que se autodestruía con humor, a lo Belushi. Escanlar había visto todo lo incorrecto y no distinguía entre malo o bueno sino aquello que lo había hecho sentir y “escapar, che”. Adicto a los videos, a la tele, a novelas basura, a los autores malditos, Escanlar era un poeta y siempre lo admiré.
Ya para entonces McOndo estaba por salir y Escanlar fue uno de los primeros elegidos (¿acaso el Mac de esa dedicatoria viene de él?), fue uno de sus defensores, quizás el más acérrimo, incluso cuando yo quise huir de ese monstruo. Su cuento ocurría en USA para ser “aún más Mac”.
Cuando sacó No es falta de cariño me pidió un blurb. Se lo faxeé feliz. Apareció en la contratapa con un Escanlar post rapado, más joven y más delgado, casi sujetándose de una coca-cola.
Gustavo cerró el siglo pasado con Estokolmo, publicado por Reservoir Books con una foto de Stranger Than Paradise. Miro todo lo que subrayé y pienso en cómo, más que perderse, Escanlar, que lo dio todo, nunca encontró un lugar literario, porque era muy arrabalero, muy border, pero eso también era parte de su poética –era su poética–. Y ahora, como muchos malditos (aunque pocas veces he cosido un maldito tan dulce, bonachón y curioso, lleno de vida), quizás ahora que el canon se vino abajo, que la crítica ya no dictamina, que un gordo que no se afeita puede ser perfectamente un autor, mirando sus últimos escritos, veo que celebró el Nobel a Vargas Llosa.
Una cita: “... un hombre tiene seis bisagras en la vida. No me acuerdo quién lo dijo, pero es verdad. Tenés seis oportunidades para cambiar de vida. Todas las religiones son una mierda, ¿pero viste que todas, en algún momento, te mandan al desierto? Bueno, en eso son sabias. Porque en algún momento de tu vida tenés que sentir eso, que estás en el desierto, solo, bancándotela”.
Luego lo vimos –todos lo vimos– en Madrid, cuando Lengua De Trapo y Casa de Américas lanzó la antología Líneas Aéreas y armó un congreso. Lo vi menos porque él quería demoler hoteles y yo ya quería dormir nomás en ellos. Su cuento era uno de los mejores del grueso volumen: “Una fiesta popular”. Y cuando llegó gordo, peludo, sin camisa, a la charla magistral de Mario Benedetti, Escanlar lo encaró: “Cómo se atreve a aconsejar a los jóvenes si usted nunca lo fue. Usted cree que la vida se divide en blanco y negro, usted escribe puras mentiras”.
Creo que lo sacaron del recinto y se puso la remera, y algunos de nosotros nos fuimos con él a un bar a comer tapas y tomar sangría, y creo que después nos quedamos solos y me contó mil cosas, cosas en extremo personales, porque me dijo: “Como te conozco y no te conozco, como sos mi hermano cósmico, te las cuento”.
Después desapareció. Y supe que se volvió el periodista/notero/no-tan-enfant terrible de la tele del Uruguay. Y fue tan amado como odiado.
Apareció en mi vida hace menos de un año, por mail, cuando se topó con Missing. El estaba volviendo a escribir La alemana. Quedó en enviármela y no me llegó.
Me emocionaste.
Me hiciste pensar que para algo sirve esto de escribir.
Volví a pensar en nuestra hermandad cósmica más allá del tiempo y la distancia (no puede ser que nos gusten los mismos libros!!! quiero darle un abrazo a ellroy por mis rincones oscuros!!!).
Y, sobre todo, te agradezco porque leyéndote me dieron ganas de escribir, de cerrar cuentas, de mirar el pasado familiar.
Luego: llegó el terremoto y uno de los primeros mails era de Escanlar:
Hey psicópata!!!
Cómo estás???
Te afectó el terremoto??
Cualquier cosa, si quieres venirte por aquí un tiempito, sos bienvenido.
un abrazo
Hoy lanzo un libro sobre los ’90 y los ’00 y sólo pienso en Escanlar. Paz Soldán me dice: “Es el primer McOndo que cae. Leo blogs, notas, del Uruguay. Lo veo en YouTube. Leo notas de él. Leo la última nota de él en Búsqueda y es casi como si supiera que la cortina se cerraba, y donde analiza muy a la ‘Yo también’ los últimos 25 años, los años en que él no sólo fue testigo sino partícipe.
Gustavo sufrió un ataque al corazón ayer; ya había utilizado sus seis bisagras.
Me dan ganas de mandarte un mail; aquí miro tu dirección. Si te envió uno, ¿podrás responder?
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