Dom 28.04.2013
libros

EL ORO Y EL BARRO

Ursúa pasó de la fortuna a la desgracia y necesitaba retornar a su sueño de oro y volver al mando. Necesitó del narrador para lograr el favor del virrey Hurtado de Mendoza con quien regresó de Europa el narrador después de un viaje a la tierra de su padre, donde se admiró al ver las ciudades europeas y poder recorrer los salones vaticanos. También aquí aparecen nombres de autoridades civiles y eclesiásticas que parecen hacerse cargo de interpretar según sus pareceres lo que un testigo presencial tiene para relatarles, así el cardenal Bembo acerca de las amazonas, en un recuento de mitologías de muy diferente procedencia. El infatigable Ursúa decide realizar la expedición tan postergada en busca del oro y se afana en buscar recursos para realizarla. Pero algo va a modificar esa obsesión. Conoce a Inés de Atienza, y es la pasión amorosa lo que va a trastocar su urgencia, y asimismo la marcha hacia ese río enorme que por segunda vez va a remontar el narrador. A los peligros ya conocidos por él se suman los devenidos de las actitudes de Ursúa, de Inés y de la conducta de esa tropa reclutada entre hombres inescrupulosos muchos de los cuales vagaban sin dinero ni ilusiones de obtenerlo en las ciudades fundadas por los conquistadores.

En el difícil camino se va erigiendo una figura líder, Lope de Aguirre. Este relato consigna brevemente su historia, y se centra en lo que tiene que ver con Ursúa y en el destino final de quien fuera llamado tirano. El narrador, mestizo, hijo de la que creía era su nodriza, pudo llorarla en la tumba y pudo escuchar algo de lo que ella era capaz de transmitirle de su lugar natal tanto como la misma voz de la gran serpiente sin ojos, el río en el corazón de la selva viva.

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