Estoy sentado en el umbral de mi casa.
Miro pasar la gente, los autos, el país en este verano del 71
mientras me rasco los sobacos
mientras no me decido a salir a escena
renuncio a practicar un destino.
Mis bostezos son sorprendentes aun para esta época.
Soy un tipo que fuma, que se hurga los dientes,
que conoce el engaño mil veces aceptado.
Un tipo que está allí, simplemente,
mirando con estilo de perro,
sin poder elegir, con el conocimiento inerte
para toda causa que vaya más allá de la noche próxima.
Pero usted debe suponer que vale tanto como cualquier otro
si ahora hay héroes que están muriendo
para que este tipo viva realmente.
(Publicado en La Opinión Cultural, Buenos Aires, 13 de mayo de 1973.)
Arrojada idealmente al infinito
esta piedra volverá al punto de partida.
Un principio de certidumbre en el espacio curvo
para aguardar su regreso,
mientras manoseamos libros, botellas, sillas
perpetrando mortalidad en cuartos cerrados.
Partiendo
desde esta ventana, pasando
sobre desdichadas ciudades, abarcando
tiempo entre las estrellas
esta masa indistinta que cabe en una mano
se aplastará en mi nuca a su regreso.
Pero entonces, ¿dónde andará
mi cabeza real, irónica y partida?
Así pensé, en tranquila noche, leyendo
como una novela un tratado de física.
(Publicado en Diario de Poesía Número 30, Buenos Aires, 1994.)
Todo está permitido
entre mi calavera y yo.
Gozo, mortalidad, sangre falsa,
tratando de decir algo ilimitado,
practicando
una catástrofe de libertad o cosa semejante.
Por el momento me paseo, circularmente,
poeta gordo en el jardín
masa cuadrada en su caída libre,
todavía celebrando
que esta grasa de comediante
no usurpe el sitio del verbo tristísimo.
(Publicado en Diario de Poesía, Número 30, Buenos Aires, 1994.)
Estuve mirando las palomas de la Plaza de Mayo
la mañana que asumió el 32 presidente de la República.
Pese a su probable naturaleza impolítica
las palomas sospecharon alguna novedad por ahí cerca.
De modo que advertí una ligera mutación en sus movimientos.
Algo así como un ensayo de temblorosa reflexión en el remoto cerebro.
Esto les produjo una perpleja rotación sobre sí mismas.
Y yo estaba allí parado, con mi responsabilidad ciudadana,
comprobando en el centro de un rumoroso círculo de aves
cómo se está volviendo fuertemente contagiosa
la historia de nuestro tiempo.
(Publicado en La Opinión Cultural, Buenos Aires, 13 de mayo de 1973.)
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