Tengo una biblioteca bastante ordenada, separada en narrativa argentina, anglosajona, rusa, francesa y otras lenguas, y una sección dedicada a la poesía, más caótica; esta última está dividida en libritos y plaquetas y otra más ordenada en libros con lomo y por orden alfabético. Pero tengo una subsección muy arbitraria que llamo de "Obras completas" en la que se arrinconan Rubén Darío, Arnaldo Calveyra, Borges y algunos pocos más, entre ellos Joaquín Giannuzzi.

Si bien cuando empecé a leer a Giannuzzi lo hice en primeras ediciones, casi todas prestadas por amigos y alguna adquirida a altos precios, cuando se reunió por primera vez su poesía preferí comprarla y leerlo cada tanto en esa edición. Releo cada poema suyo como si fuera la primera vez, a pesar del la sólida mecánica que rige muchos de sus poemas: una presentación urgente del tema, a menudo a partir de una imagen o una escena, un desarrollo lógico impecable y un remate perfecto. Uno de mis preferidos que he leído hasta memorizarlo es "Las familias en la noche", de "Las condiciones de la época" libro de 1967: "Los que cuentan su dinero / en la profundidad del dormitorio...": ahí está todo el universo sensible al que le dedicó Giannuzzi mucha de su poesía.

Su magisterio abarca a sus contemporáneos y a las generaciones que lo sucedieron, a veces temática, a veces formalmente; sus poemas siguen funcionando, la sensibilidad que los echó a andar sigue en carne viva. El lenguaje de Giannuzzi es prosaico, clarísimo, a veces administrativo y sin embargo profundamente lírico.

Lo conocí poco, apenas los escuché leer un puñado de veces, pero siempre fueron experiencias extraordinarias. Decía sus poemas como quien lee una sentencia definitiva y de esa manera imponía autoridad.

Ahora que reviso el índice de esta nueva edición de Del Dock me pregunto por el misterio que acompaña a los grandes: que haya escrito tantos poemas enormes; somos muchos los que daríamos todo por firmar un puñado de los que Giannuzzi escribió más de cien.