NOTA DE TAPA
El Haras del Sol es el primer barrio cerrado del continente que se certifica como lugar slow, siguiendo el movimiento italiano que ya reúne 80 ciudades y pueblos, y tiene el antecedente de Mar de las Pampas en el país.
› Por Sergio Kiernan
El nuestro es un país de clones con fiaca, de hamburguesas a la yanqui que no se toman el trabajo de ser gorditas y sabrosas, de ristrettos a la italiana hechos con café berreta. Es por eso que lo de slow city primero despierta desconfianza: ¿no será apenas un country con muchos lomos de burro? Pero resulta que como la idea es italiana y ellos son gente que saben de copyrights, ya hay una oficina internacional que certifica que una città sea realmente slow. El Haras del Sol es el primero y hasta ahora el único lugar en la Argentina que tiene el diplomita.
El movimiento Slow nació culinario, como una protesta contra la comida de apuro y una reivindicación de lo bien hecho. En la muy pequeña ciudad italiana de Bra, los dueños de restaurantes locales se enfurecieron cuando en plena plaza central –piazza Spagna, por supuesto– se autorizó una hamburguesería. Los restauraters y cocineros crearon una movida reivindicando la calidad y el ritmo humano, señalando algo siniestro tomado de un manual de comidas rápidas norteamericano: en promedio, uno entra y sale de una hamburguesería en once minutos. Fue un exitazo.
Como comer de apuro no es vocación sino falta de tiempo, multitasking y explotación, la idea enseguida se derramó hacia otras cosas, como eso de manejar horarios más flexibles. Y no tardó en convertirse en una suerte de urbanismo filosófico con el nombre de città slow. La filosofía slow, resumida por el periodista canadiense Carl Honoré en su libro Elogio de la lentitud, favorece más peatonales, más bancos para sentarse por ahí, más árboles, menos avenidas, más transporte público y menos autos, con un énfasis en cosas simples como transporte entre áreas urbanas que funcionan como “globos”: uno va de globo a globo en algo mecánico, pero al llegar camina dentro del “globo”.
Desde 1986 se sumaron 80 ciudades al movimiento, casi todas en Europa. El compromiso es simple y consiste en mantener las cosas simples: poca publicidad en las calles, reducción de la contaminación y la velocidad, límites a lo “mega” –mega-mercados, mega-restaurantes– y un claro apoyo al tipo tradicional de comercio. Como se ve, lo que realmente funciona como eje del proyecto es conservar una manera de vivir, un ritmo ya existente. Eso es lo que explica que el primer lugar de la Argentina en interesarse en el asunto haya sido Mar de las Pampas, un balneario que limitó las construcciones y la infraestructura, casi prohibió la publicidad y mantuvo los balnearios al mínimo en cuanto a estructuras, para conservar su aire a campo frente al agua.
Lo de Haras del Sol es distinto porque no hay nada que conservar, ya que es un centro residencial que nace, un lugar nuevo. Entonces, lo de slow no es un realineamiento sino una vocación, un proyecto básicamente inmaterial. Se podrá decir que todos los barrios cerrados son slow, ya que no tienen publicidad, limitan hasta con caballetes la circulación de autos y tienen reglamentos para simplificar los ruidos y las actividades. Pero algo hay en esto de certificarse como slow.
El Haras –que era literalmente un haras– toma 67 hectáreas sobre la Ruta 25, más o menos a mitad de camino entre el Acceso Norte y el Oeste, sobre un asfalto que pronto será ampliado y renovado y que es el último que se verá. Es que, para ser slow place –no città–, el Haras decidió no asfaltar su circulación interna. Desde afuera, el lugar es bastante típico, con una entrada alta, seguridad, barreras, una oficina de ventas y un amplio estacionamiento. Ya desde ahí se ve un estanque muy bien parquizado y con unos patos residentes con cara de felices. Como a la izquierda se alzan una caballeriza, un picadero y un edificio campero que reunirá pronto todos los servicios, infraestructura y talleres que necesita un pueblo semejante. Inmediatamente para adentro están las canchas.
Es decir, todo lo que implica movimiento y ruido está lo más alejado posible de las casas, separadas de esta agitación por una banda de verde arbolada con entusiasmo. Al recorrer el barrio se ven algunos trucos de planeamiento rural. Los caminos no estarán asfaltados, pero fueron trabajados con mucho cuidado, terraplenados, elevados y calzados con tosca y piedra, de modo de mojarse y nada más hasta con los tormentones del recalentamiento global. Levantando la vista sólo se ven árboles y arbolitos, ya que toda la infraestructura de cables y caños es pulcramente invisible: el terreno fue cavado y vuelto a cavar en trincheras de servicios que ya se tragó el césped. En la planta hay calles rectas y hasta esquinas, pero la avenida principal va zigzagueando gentilmente, el mejor argumento para reducir la velocidad.
El lugar tiene un aire a campo notable. Todavía zona de chacras, el Haras no tiene de vecinos más que vacas y cultivos, y de sus 280 lotes sólo están construidos algo más de 40. Con lo que todavía pueden verse las esquinas aquí y allá que funcionarán de plazoletas ajardinadas, las arboledas que separan los terrenos y los montes que se apiñan donde hubo o hay viejas construcciones, como la casa de los petiseros del viejo haras, en perfectas condiciones y bastante bonita en su sencillez campera. También quedaron instalaciones como un molino de viento y una manga de ganado, preservados como ornamentos. Algunos bordes y varias zonas de transición no serán construidas: los terrenos van de 1500 a 3000 metros, pero el 60 por ciento de la tierra disponible no será para edificar.
Los desarrollistas explican que lo de slow implica aceptar 55 condiciones por escrito, aunque no todas se aplican a un “lugar” por ser específicamente urbanas. Lo que vale es el espíritu de la cosa, aceptar esa palabra tan gastada, “filosofía”. Si bien el Haras del Sol no codifica la arquitectura de lo que se construya, tiene límites a la ocupación del terreno muy fáciles de cumplir y se ofrece como un refugio para los que quieren bajar un cambio en sus vidas.
Habrá que observar este lugar a medida que crezca, para ver si la idea slow es aplicable a un entorno semirrural o es simplemente su sinónimo. Mientras tanto, es de importancia que la etiqueta y sus intenciones hayan llegado al país.
Haras del Sol: www.harasdelsol.com.ar, [email protected]
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