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Sábado, 21 de abril de 2007

FOTOGRAFíA> LIBRO

La otra Buenos Aires

“(Coppola+Zuviría) Buenos Aires” es un impecable libro de fotografía con un concepto interesante de vanguardias y un rico pendant entre la obra de dos artistas en dos épocas.

 Por Sergio Kiernan

La larga carrera de Horacio Coppola es casi una demostración de la riqueza potencial y de la importancia de la fotografía como arte y como instrumento de comunicación conceptual. El libro que comparte con Facundo de Zuviría es una antología de sus imágenes esenciales y un contrapunto de paisajes, todos urbanos, entre el momento en que Buenos Aires realmente se transformaba en una gran ciudad y el presente. La comparación permite descubrir una suerte de manifiesto estético de Coppola, percibir hasta dónde fue él quien creó varias imágenes simbólicas de nuestra ciudad, y también ver el grado de destrucción que hemos sufrido. Como un fantasma, este libro presenta una ciudad de cielos despejados, arquitectura coherente y pocas rupturas. No es cierto que Buenos Aires siempre fue un caos ecléctico, desordenado y repleto de medianeras. Esa es la ciudad de los especuladores, construida a partir de los años cincuenta.

Horacio Coppola cumplió el año pasado sus cien años y fue homenajeado con muestras, actos y este libro que antologiza sus imágenes más tempranas. La selección de Zuviría se concentra en tomas de la década del veinte y el treinta, momento en que, explica Adrián Gorelik en el prólogo, lo que era loteos recientes comienza a hacer masa crítica y transformarse en barrios. Los mapas de la época muestran un cambio abrupto de ocupación, con el sur llenándose claramente en esas décadas de industrialización y los claros entre puestos de avanzada –Villa del Parque, Devoto, Palermo, la lejana Liniers– amuchados alrededor de las estaciones ferroviarias llenándose realmente. Por así decirlo, recién en esa época puede cruzarse Buenos Aires sin ver ya campo abierto (y sólo Buenos Aires: el libro contiene una impresionante foto de una ruta en pleno campo que resulta ser la avenida Juan B. Justo saliendo de la Capital).

Las imágenes de Coppola están pobladas de porteños elegantes, de rancho y bastón, de damas con carteritas bajo el brazo, sombrerito respingado y hombreras. Hay tranvías, hay garitas con vigilantes y una cantidad llamativa de caballos. Y también hay una actitud claramente modernista en las fotos, encuadres lanzados y un esteticismo que hasta hoy, cuando el valor documental de una ciudad desaparecida pesa tanto, se impone en cada página.

La Buenos Aires de Coppola es una ciudad que tiene setenta años menos que la actual, pero parece más antigüa. Esto es por una razón muy simple: todavía no se habían demolido miles y miles de edificaciones del siglo 19 o anteriores, que pueblan todas las imágenes que no sean del centro. Para ejemplo, hay que ver una imagen difícil de creer, de la barranca de Suipacha entre Libertador y Arroyo en 1936, donde se alza como una torre el edificio hispánico de Bencich. Ese edificio sigue ahí, pero invisible, porque lo que desapareció es el resto de la cuadra, de casas bajas postcoloniales, con grandes ventanas enrejadas y zaguanes parejos. Esos lotes están hoy tapados con varias de las peores torres porteñas.

Otro shock es la serie de nocturnos, imágenes de la ciudad dormida, bellas fotos de larga exposición, con una nitidez llamativa y una belleza onírica. Después de disfrutarlas como imágenes, uno nota algo ya perdido en Buenos Aires: la perfecta continuidad estilística de las cuadras que se ven en las fotos, sean en calles bajas de La Boca o en las laterales del centro. Las fachadas combinan todas entre sí, con los mismos materiales, texturas y proporciones, y sin la ruptura del modernismo falopa que hoy nos domina.

En las tomas de De Zuviría reaparece esta ciudad varias décadas después, con su horizonte abarrotado, saturada y más gastada, aunque no más vieja, al contrario. La línea conceptual es clarísima y el homenaje en los temas, como el Obelisco, las tiendas con carteles colgando, los viejos bares. Este tomo de Ediciones Larivière es un aporte de valor particular para la temática urbana y para su propia colección de libros de fotografía.

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La bajada de Suipacha antes de ser completamente destruida y reemplazada por torres y la cuadra de Santa Fe entre Suipacha y Esmeralda.
 
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